Tierra Adentro
Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Una noche antes de la marcha ya circulaban de manera viral fotografías sobre las vallas convertidas en altar. Algunas reporteras informaron, en uno de los tantos chats, que al ir a Zócalo para hacer su propio registro se habían topado con que el paso estaba cerrado, al igual que las calles aledañas.

« ¿Será que nos tienen miedo?»

La noche previa a la marcha, circuló un llamado a cambiar en Google maps el nombre de la Plaza de la Constitución (Zócalo) por “Antimonumenta Víctimas de feminicidio”, a modo de recordatorio permanente. 1

Foto tomada por Eleane Carolina

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

 

 

Unas horas antes de salir rumbo a la marcha me llegó el tuitazo y los mensajes del chat de reporteras feministas: «Fueron 4 compañeras fotógrafas las que agredieron los granaderos que no son granaderos: Graciela López, cuartoscuro; Sashenka Gutierrez, EFE; Gabriela Esquivel, 24hrs; Leslie Pérez de El Heraldo »

Mientras, en el otro chat que tenía abierto para coordinarme con una amiga: « Mi amiga me mandó esto… [¡Cerraron el Zócalo! ¡Es una trampa!] No sé si es verdad. Ella ya no quiere ir. Yo sí voy pero no me voy a quedar a los madrazos». Y yo con estrés por sacar la nota del día para llegar al encuentro a tiempo.

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Por suerte tengo amigas que me ayudaron a conseguir las entrevistas que pidió el editor. Por teléfono, platiqué con la artista visual Julieta Gil sobre las vallas que puso el gobierno en Palacio Nacional y otros edificios:

Me contaba Ana Kateri Becerra Pérez (restauradora) que independientemente de todo no se pueden quedar ahí porque el centro es una zona con valor histórico, en teoría no se puede alterar de manera permanente la imagen o “estética”, ¿cómo crees que se debería preservar esta obra de arte colectiva?

Julieta comentó que entre las posibles soluciones para preservar el altar está la técnica de fotogrametría, que tanto ella en su trabajo artístico como las Restauradoras utilizan, pues es una forma de registrar la obra en 3D y guardar, no sólo la información gráfica, sino la volumétrica.

Recibí por mensaje una foto de las pintas en el monumento a la Revolución y vistas desde lo alto me recordaron a las intervenciones que el poeta Raúl Zurita realizara cavando en el desierto de Atacama [Ni pena ni miedo] y con humo blanco en el cielo de Nueva York [Mi dios es carroña]2 Le escribí a la profesora del departamento de Letras que más guerra me dio en mis años universitarios.

«Por supuesto que es un ejercicio artístico y específicamente poético por dos razones: lo estético tiene intrínsecamente una dimensión ética y política -hoy ya sabemos que las formas de expresión en las que aterrizamos lo que queremos representar son políticas-; y específicamente es una cuestión de transformación y re-significación», me dijo la dra. Michelle de Gama Leyva.

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Además de investigadora en literatura es la titular del Comité de Atención a la Violencia de Género de la universidad, y explicó que al cambiar la representación de las vallas que demuestran el poder estatal –recordemos que dentro de la teoría feminista es un poder fálico-, éstas mismas vallas se vuelven un espacio digno, en el que se interviene desde el arte, con colores y flores, para llevarlo de la violencia a la revolución de los afectos.

«Ahí está la potencia poética en estas intervenciones. El asunto feminista es por supuesto lucha, pero también sororidad, amor, afecto, baile y encuentro», me recordó.

« Yo personalmente fui víctima de violencia sexual cuando era menor de edad. Fui a la marcha porque fui víctima de violencia psicológica con mi primer novio; porque abusaron sexualmente de mi abuela cuando era niña; porque a mi mamá un hombre le enseñó su pene cuando tenía 10 años; porque abusaron sexualmente de mi amiga Laura; porque el ex novio de la prima de María la mató y nunca pisó la cárcel; porque tengo sobrinas, primas, amigas, tías, hermanas, y no quiero que les pase esto JAMAS», Miranda Schulenburg, 26 años.

Llegué a las 15h33 al Monumento a la Revolución. Mi amiga ya estaba ahí y esperamos a otra compañera. Sentí algo extraño respecto a la organización de este año, y parece ser que ella también. Quizás nos acostumbramos a una organización perfecta por parte de las colectivas, o quizás estamos medio adormecidas por pasar tanto tiempo en casa.

En 2020, el 8M reunió alrededor de 80 mil personas. Por la pandemia, este año no esperábamos que hubiera tanta gente y, sin embargo, dentro del contingente se siente como si fuéramos muchísimas. De acuerdo con un par de periódicos, esta vez asistieron alrededor de 20mil personas, aunque no mencionan de dónde sacaron las cifras.

Nos fuimos tranquilas coreando consignas y festejando la lucha junto a los lomitos que nos acompañaron hasta Bellas Artes, donde comenzaban las vallas. Me sentí provocada, pero solamente iba a tomar fotos. En la antimonumenta había una tela roja simulando un río de sangre sobre el cual se acostaron unas jóvenes. Hasta aquí, performance. Al dar la vuelta para dirigirnos al Zócalo las encapuchadas golpeaban las cercas de metal [No habrá nunca vallas tan altas que mujeres organizadas no puedan derrumbrar, rezaba una de las cercas] y muchas que no iban con el “bloque negro” se salieron de los contingentes para empujar. Parecía que se iban a caer, pero no… Todavía no.

« ¡Fuimos todas! »

Perdí a mis compañeras, así que me fui por una calle lateral a la de la marcha. Aproveché el respiro para sacar el celular.

« Vi que tiraron las vallas en Palacio».

Encontré a mis amigas varias veces a lo largo del camino gracias a un Husky aliade que sirvió de referencia, les dije que me adelantaba al Zócalo porque habían tirado unas vallas y no las volví a ver hasta después del gas.

Foto tomada por Eleane Carolina

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

«En la causa de los animales late una potente redefinición de la masculinidad, una evolución fundamental que permitiría un salto cualitativo de la humanidad y que conecta con el ecofeminismo. Porque la igualdad de género puede ser comprendida y concretada de dos maneras. La primera, androcéntrica, como inclusión de las mujeres en el modelo patriarcal, exige el abandono de la conexión emocional, la empatía y los valores del cuidado y la compasión por parte de las mujeres. La segunda, resultado de una conciencia crítica ecofeminista animalista, implica el desarrollo de esa conexión y esos valores por parte de todos los seres humanos independientemente de su sexo-género. Esta es una de las razones por las que veo con claridad un lazo profundo entre feminismo y animalismo, a pesar de todos los desencuentros e incomprensiones mutuas que aún los separan. Este vínculo me parece uno de los temas fundamentales del ecofeminismo en tanto redefinición de nuestra especie y de sus relaciones con las demás». – Alicia H. Puleo.3

En Palacio Nacional, en efecto, ya habían tirado un par de vallas. Había espuma en el suelo, y alcancé a ver un par de chorros lanzados por quienes se ocultaban detrás de las barricadas. « La policía no me cuida, me cuidan mis amigas», oí gritar. Al principio estaban algunas encapuchadas forcejeando contra los metales que seguían en pie, pintando a través de las rendijas, y las policías sirviendo de barrera sin que nadie comprendiera por qué defendían los muros de una institución que también a ellas las violenta cotidianamente.

Foto tomada por Eleane Carolina

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Me acerqué para tener una mejor perspectiva. Un par de encapuchadas en Palacio Nacional, del lado de la Catedral, usaban encendedores para prender fuego a la pintura y apuntaban por las rendijas de las vallas. Me sentí ajena a su rabia y me alejé de ahí. Hacia las puertas principales del Palacio había una confusión de humo y gente donde habían quitado el cerco de metal; un poco más allá, hacia el lado de Pino Suárez, algunas mujeres –encapuchadas o no- lanzaban flores y botellas de agua vacías por encima de las bardas. Otras pocas pateaban los muros que no se movían porque los sostenían desde adentro.

« ¿Por qué lo defienden?»,  « ¿Y si mañana les pasa a sus hijas?».

La primera vez que salió el humo y cayó un petardo me alejé por sentido común, pero no suficientemente rápido. Me ardieron los ojos, aunque el cubrebocas mitigó el efecto en las vías respiratorias. Tardé en entender lo que estaba pasando. Estaba cerca de una tienda de campaña donde entre varias personas depositaron a una chica. No alcancé a ver qué le había ocurrido, empecé a decir groserías y a buscar la botella de agua en mi mochila. Alguien se me acercó, no supe quién, y me ofreció enjuagarme. Me quité todo y alcé la cámara para que no le chorreara agua. El ardor amainó. Muchas gracias.

Incrédula, con los lentes sucios, pregunté a alguien ¿eso es gas?

Sí -respondieron-

Foto tomada por Eleane Carolina

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Pero si donde yo estaba parada no había nadie agrediendo. ¿Realmente consideran que un par de chicas pateando con sus tennis una valla de metal –sostenida a su vez por personas completamente equipadas con trajes, gafas de protección y escudos- amerita una rociada? ¿Por qué sostienen las vallas?

Vi que unas encapuchadas tomaban una valla y la usaban al estilo Pípila para acercarse al lugar donde anteriormente la habían quitado. Vi que otras tomaban escudos arrebatados a la policía para tapar las rendijas por donde salía el gas.

Intenté ser cautelosa con mi siguiente aproximación, pero había mucho humo o gas, se esparcía rápido en el viento e incluso a la distancia comenzó a arder. Esta vez supe reaccionar. Cuando me vio enjuagándome los ojos, una chica que a todas luces se mantenía lejos del confrontamiento se acercó a ayudarme. Sentí cariño. Después, otro grupo de muchachas y un bombero se acercaron a ofrecer ayuda y consejos.4

Foto tomada por Eleane Carolina

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

«Todo bien, ya voy de salida», respondí.

Me alejé de « la acción» para tomar agua y encontrar a las amigas con las que había iniciado la marcha. En la explanada muchas disfrutaban estar reunidas, se sentían seguras lejos de la policía. La gente sacaba fotos, pintaba frases en el suelo, observaban desde lejos. Se vendían y compraban chayotes hervidos; elotes; sangrías en vaso escarchado; papitas con salsa; pequeños melones partidos a la mitad y rellenos de helado.

«No me quiero ir sin sacar una foto del gas», le dije a mi amiga. No agregué que, más que un registro para la nota, era una cuestión personal. Necesitaba una prueba para mí, para el día siguiente. Para que valieran la pena el ardor y la confusión.

Otra vez cerca intenté ser cautelosa, pero no entendí bien los criterios bajo los cuales se lanzaba el gas. Un petardo cayó cerca mientras estaba recargada sobre mi rodilla, supuestamente alejada de donde las encapuchadas hacían «desmanes y vandalismo». Me alcé para correr, ya iba a ser la tercera vez que tendría que enjuagarme la cara y todavía me ardía la nariz.

Se denomina gas -palabra inventada sobre el latín chaos, a su vez del griego kháos– al estado de agregación de la materia en el cual, bajo ciertas condiciones de temperatura y presión, sus moléculas interaccionan débilmente entre sí. 5

Mi amiga no quiso regresar por el camino de la marcha, tuvo miedo de que los granaderos que no son granaderos nos encontraran solas, o de salir a Bellas Artes y encontrarnos en medio de una confrontación violenta. Me ardía la cara y me pareció una consideración sensata, aunque una parte de mí pensaba que era mala idea experimentar con las rutas después de una manifestación.

Foto tomada por Eleane Carolina

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Caminamos más de una hora para salir del rango de calles cerradas hasta llegar a la ciudadela. En el camino un señor nos dijo un par de cosas sin sentido que incluían referencias del estilo «sigan caminando hasta Televisa»  y «AMLO ya va a renunciar gracias a su marcha». Mi amiga pidió un coche que le canceló, le reasignaron otro que tardaría mucho, la tarifa estaba carísima  y comenzaba a oscurecer. Nos debatíamos sobre usar transporte público por el tema de la pandemia y le comenté que en mi casa el encierro y las medidas sanitarias han sido bastante estrictas. Seguimos caminando hasta la calle Liverpool esquina con Dinamarca. Finalmente, cada una pidió un taxi privado desde el celular.

-La gente andaba muy ciscada con lo de la marcha, pero no hubo tráfico hoy. Ya la gente está aprendiendo que cuando hay cosas así no deben salir en coche propio-, compartió el conductor.

-¿Y subió la demanda en la aplicación?

-No, todo tranquilo, sólo no hubo tráfico.

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

Foto tomada por Eleane Carolina Herrera

  1. https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/convocan-a-cambiar-en-google-el-nombre-de-zocalo-por-antimonumenta-victimas-de-feminicidio
  2. Zurita, Raúl. “La vida nueva”, Anteparaíso. Almadía, 2016.
  3. https://www.eldiario.es/caballodenietzsche/ecofeminismo-defensa-animales_132_3714110.html
  4.  La brigada marabunta una organización de la sociedad civil que desde hace 8 años trabaja con personas voluntarias en la observación y defensa de los derechos humanos.
  5. https://es.wikipedia.org/wiki/Gas;https://www.significados.com/estado-gaseoso/