Quiénes son los bárbaros y otras ironías de la sangre
Durante la clausura del Festival Internacional de Cine de Monterrey, se galardonó como mejor largometraje de Nuevo León a La sangre bárbara (2014) del cineasta oriundo de esta ciudad, Jesús Mario Lozano. El documental también reconocido como mejor largometraje por Cinepremiere, ahora en su vigésimo aniversario, se enfoca en la comunidad mayoritariamente indígena de Cuetzalan, localidad ubicada en la sierra norte de Puebla, en sus historias, aspiraciones y problemas, paralelos a los acontecimientos nacionales y globales que influyen a todos los habitantes de la República, sean mestizos, como lo somos la inmensa mayoría, indígenas o extranjeros.
Resulta irónico que un neoleonés haya sido quien obtuviera dichos premios, tomando en cuenta que en la zona metropolitana de Monterrey se concentran los mayores índices de discriminación contra foráneos, indígenas y personas de diversa orientación sexual, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, CONAPRED, de acuerdo a una nota publicada en la revista Proceso el mes pasado.
Un día después de la gala de premiación y clausura oficial del FIC Monterrey 2014, se proyectaron los filmes galardonados en las sedes oficiales del festival: una sala de cine comercial sobre Avenida Garza Sada, al sur de la ciudad, y la Cineteca Nuevo León, ubicada en el interior del Parque Fundidora, antes Fundidora de Monterrey. Respecto a las sedes, me llamó la atención que durante la semana del festival las películas mexicanas se proyectaron en la Cineteca y las extranjeras en la sala de cine comercial, mucho más concurrida que la primera.
Respecto al documental de Lozano, que se proyectó en la Cineteca, resulta ser un proyecto cautivador. Construido desde la anécdota, las múltiples voces que conforman esta comunidad narran sus vidas casi todas en la dulce y musical lengua náhuatl; atesorada por los adultos, vergonzosa para muchos de los más jóvenes, que en su mayoría la entienden pero se niegan a hablarla debido a la discriminación sufrida por pertenecer a la “raza bárbara”. Basta recordar los típicos chistes sobre negros ya normalizados, que blancos y morenos celebran cotidianamente con gusto, al menos en el norte del país.
Entre los muchos aciertos del documental, destaca el alejamiento que el director, conscientemente, hace del idílico folklore indígena. En vez de reproducir los estereotipos implantados en el imaginario mexicano, gracias sobre todo a los anuncios publicitarios que fomentan el turismo nacional,[1] Jesús Mario se enfoca en el relato vivo individual de los quehaceres cotidianos de estas personas. Se interna en la subjetividad pocas veces valorada de los miembros de un pueblo que perdura a pesar de sus muchas carencias y obstáculos. Impresionan algunas victorias que esta comunidad ha tenido a la hora de preservar sus tradiciones y costumbres ancestrales. Por ejemplo, el sonado caso del Walmart, cuya instalación fue rechazada en 2010, a pesar de la enorme presión que se ejerció para adquirir los permisos necesarios, según relatan miembros de la comunidad.
La productora Ruth Smith comentó en una sesión de preguntas y respuestas, al finalizar la proyección, que los portavoces del Walmart se acercaban a la comunidad con discursos engañosos. Por ejemplo, le preguntaban a los habitantes si deseaban pagar precios más bajos por los productos, a lo cuál muchos contestaban que sí (quién no). Pero, como relata en el documental una joven madre de familia y vendedora de pollos, se acercaban con ese tipo de promesas sin mencionar que gracias a su tecnología grandes cadenas comerciales pueden congelar sus productos, como el pollo, para venderlo barato cuando mejor convenga, afectando directamente la economía de productores independientes, como ella y otras dos mil familias que se hubieran visto afectadas por no poder competir contra ese titán del mercado.
El documental también se enfoca en las carencias educativas y la presión gubernamental por construir infraestructura contra los intereses de la comunidad; la prepotencia de los medios masivos de comunicación y la falta de respeto hacia otras costumbres y tradiciones; así como la problemática de las mujeres que sufren de acoso o de falta de oportunidades para su educación por el sólo hecho de ser mujer.
Además de ser una pieza compuesta por imágenes poéticas, como la toma final: la bandera de México en el asta de una escuela pobrísima de la comunidad, blanca como un fantasma debido al paso del tiempo y deshecha, apenas reconocible gracias al escudo, también deslavado y trozado justo por la mitad, para completar una metáfora, surrealista diría Breton, de este México tan lindo y querido. Imagen bellísima, sobre todo porque, según dijo la productora, la imagen no es un recurso hecho a propósito, sino es la bandera real que cuelga desde hace quién sabe cuánto en esa escuela olvidada.
El documental dirigido por Jesús Mario Lozano forma parte de un proyecto de cinco etapas, el cual se constituye, primero, por una investigación hecha a partir de las pinturas de castas, disponibles al público en la exhibición temporal del Museo de Historia Mexicana, en la ciudad de Monterrey; este documental enfocado en una de las muchas comunidades indígenas de México; luego un documental enfocado en la comunidad afromexicana; otro sobre la comunidad española y, por último, uno de la comunidad mestiza.
La sangre bárbara se proyectará próximamente en la ciudad de Cuernavaca en el Festival de la Memoria Documental Iberoamericano, del 29 de octubre al 6 de noviembre. Recomendamos verlo no sólo por su valor artístico en cuanto a forma, sino también por su pertinencia como un documento histórico audiovisual que facilita la reflexión sobre el discurso de lo mexicano y las partes que lo conforman. Felicidades al director y al equipo de producción así como a los habitantes de Cuetzalan por esta importante obra. Además, se agradece a obras como ésta por significar un rayo más de esperanza, una grieta en la constrictiva, prejuiciosa y discriminante sociedad regiomontana.
[1] Como el polémico video promocional de la Guelaguetza 2014, festival que celebra la cultura oaxaqueña, catalogado como racista por presentar a una turista que es atendida por mujeres de vestimenta y rasgos indígenas.