Poemas de Puente Grande
Leonel Manzano Sosa fue preso político y de conciencia en la cárcel de Máxima Seguridad de Puente Grande, Jalisco (2013-2018). Escribió el poemario Coplas de encierro durante sus años de encarcelamiento, libro del que les compartimos dos poemas.
Puente grande, serás el punto cero de mi vida
Puente Grande, serás el punto cero de mi vida;
hay un antes y un después.
Siendo la línea del punto de quiebre.
Del amor hoy tengo un bosquejo diferente.
Se volvió al principio inquebrantable.
Me come el ansia de saber, me ahoga la necesidad de aprender.
Puente Grande,
serás el hueco óptico carente de gravedad mundana.
Tienes el lente telescópico bajo el cual mirar el nuevo lustro.
La era nueva debo comenzar.
Para ello tiene que parirme Puente Grande.
Gris institución, opaca, deslucida;
demacrada, hostil, insensible y fría.
Su concreto lanza sus tóxicos, su zumo celador.
Puente Grande se pitorrea de mi voz que grita mi dignidad
erguida.
Las almas que anidan en tí,
asoman por las claraboyas emitiendo su color amarillento y
ocultando con tus muros, sus figuras desgarbadas, bellacas.
Tras ellas van siempre las figuras rastreras en color azul,
plagadas de pertrechos,
con sus arreos para atizar las muchedumbres de figuras
Desgarbadas.
Por mis trillados pensamientos,
portan la batuta un sinfín de faenas de buena lid;
¡basta de empinar el codo con el brebaje replete de bazofia!
La vida es un antes y un después; hoy en el limbo,
estoy varado en Puente Grande presenciando importante,
la cátedra que instruye la ruta doctoral hacia el crimen.
Jaulas y pasillos de este gris cemento;
ahogan con su orgía las ramas de nobleza de esta fría noche.
Noche oscura, de escasos barullos.
Noche brutal, de escándalo,
de bayonetas caladas contra la conciencia.
Un grito mantengo ahogado en la garganta.
Quiero lanzarlo desde la oscura noche de Puente Grande.
Aún no es tiempo, reflexiono.
El grito deberá ser para el después.
Una vez que haya traspasado el limbo,
cuando el tren llegue puntual a la estación que yace solitaria,
triste, abandonada y de imagen lastimera.
Puente Grande, serás el punto cero de mi vida.
¿Qué rostro me muestras, Puente Grande?
Estoy viviendo
en el momento para insultar el cielo azul;
persuadido de la necesidad de creer,
en el engaño quimérico de un día partir.
Estoy viviendo
sobre la espalda del Cristo crucificado,
siguiendo un modelo de vida, arropado de concreto.
¿Qué rostro me muestras, Puente Grande?
¿lo dorado de tu infamia?
¿lo bífido de tus caprichos y voluntarioso escozor?
El sueño,
este engaño quimérico de un día partir,
es la mina del inagotable sufrir.
¿Cuándo llegará la hora de la restauración?
¿qué voy a hacer en el monasterio del olvido?
Tengo el rictus congelado;
veo la tumba viviente
Y sus serpentinas, cual espinas en el rostro del señor.
Puente Grande,
¿qué simbiosis el decreto te formó?
Hallo en ti el culto al odio, el ocio y la degradación.
Encuentro en ti
la parafernalia del negocio subterráneo y oscuro,
donde supuran sus órganos internos, ante la corrupción innata
y la supremacía del más fuerte.
Una verdadera montaña gris,
acude al espectáculo generalizado de la impotencia
Y yo de hinojos,
en las alas del sufrir, rígido
y cargando la cruz a cuestas,
voy de aquí para allá,
en la isla replete de pobres y pendejos.
Hay una herejía por alzar la voz
ante un silencio colossal, en el teatro de lo insensible.
Puente Grande,
me bañó tu monolítico empuje hacia el desastre,
el fermento de tu decadencia
y la misa perenne de tu figura fantasmal.
¿Qué hay de ti Puente Grande,
escorial moderno, dimanando frías y tenaces lluvias?
¿Estás ahí? ¿segues erguido cual capricho del poder?
Puente Grande,
ya no hallo cómo vivir en ti.
Suelta las amarras que aprisionan con tu estigma;
desata mis manos, libera el humus que soy.
Déjame vivir; please…