Tierra Adentro

Se cuenta que San Petersburgo fue fundada como ciudad por el zar Pedro el Grande un 16 de mayo de 1703, buscando que se convirtiera rápidamente en la «ventana del imperio ruso hacia el mundo occidental». Y así ha sido, aun con los ires y venires de la política y los totalitarismos. Basta recordar el inclemente asedio nazi durante la segunda guerra mundial y cómo se levantó victoriosa: de allí partió el ocaso de Hitler y sus delirios megalómanos.

Está ciudad considerada heroica, localizada a un costado del Golfo de Finlandia, es sede de más de 200 museos –el más famoso de ellos es el del Hermitage- y en las aulas y laboratorios locales trabajaron científicos tan ilustres como  Iván Pávlov y el químico ruso Dmitrij Mendeleev, autor de la tabla periódica de los elementos. Allí vivió y compuso Piotr Ilich Chaikovski, y por sus calles transcurre buena parte de Crimen y castigo de Dostoyevski, mismas por las que pasó vociferando el joven Aleksandr Pushkin, que terminaría siendo considerado poeta nacional.

San Petersburgo posee un pasado lleno de intensidad que acompaña a una arquitectura fascinante y que ahora cobra un sentido distinto al llenarse de una sensual voz ululante conjugada con el crepitar intenso y escandaloso de guitarras eléctricas. Así el shoegaze inunda a una urbe llena de palacios majestuosos; la otrora Leningrado es la sede desde la que construimos un nuevo vínculo con una escena que nos resulta distante y casi incomprensible.

La búsqueda de libertad y ansias de vanguardia que acompañan al rock se filtran a través del debut de un grupo cuyo nombre parece trabalenguas para nosotros. Pinkshinyultrablast –todo un reto de pronunciación- es un quinteto que se conforma con Sergey (batería), Rustam (sintes), Igor (bajo), Roman (guitarra) y la hermosa voz de Lyubov Soloveva.

De entrada sorprende la solidez y calidad de sus estructuras sónicas; muy robustas, bien afiladas y con espacio para pasajes etéreos que te ponen a volar. Uno podría imaginar que una caminata por la famoso Avenida Nevsky Prospekt no sería la misma si la acompañáramos con los temas que dan cuerpo a Everything Else Matters (Club AC30/ Shelflife) –su brillante disco debut-.

¿Quién hubiera dicho que por estos días habrían revivido los padres del shoegaze y su esencia guitarrera? Vaya, casi podrían ser nietos de Slowdive. ¿Quién hubiera anticipado el magnetismo que siguen desperdigando los Cocteau Twins? Lyubov es, sin duda, una excelente discípula de Elizabeth Frazer, a la que debe haber estudiado puntualmente.

Al escuchar por vez primera a estos rusos es difícil identificar su nacionalidad. Pese a proceder de un país gobernado por gente tan alucinada como Putin, tienen ya un aliento muy europeo que los empareja con otras naciones de la región escandinava –una potencia musical mayúscula en su conjunto-.

Pinkshinyultrablast acumulan esas capas de melodía y distorsión; se dejan ir sobre sus 8 canciones, que por su duración no resultan pocas, y buscan congeniar la elevación metafísica (de voz y melodía) con los rasgueos penetrantes y largos. Se suman a una andanada generacional que ya está siendo acogida por la prensa musical —con los ingleses por delante— a la que ya no quieren llamerle simplemente shoegaze sino que están intentando posicionar como Fuzz-haze (donde también incluyen al grupo israelí Vaadat Charigim). Recordemos que si el New Musical Express repite el término de antaño, el negocio de venta de ejemplares y visitas a su web no resultaría igual de redondo. Las estrategias del marketing rockero calan hasta la estepa siberiana.

Pero más allá de lo que hagan los tripulantes de las máquinas del espectáculo, resulta refrescante escuchar a estos peterburgueses a través de piezas de casi siete minutos como la inaugural Wish We Were, a la que no le corre prisa por arrancar; funciona como una introducción perfecta hacia el mood deseado por la banda para sus escuchas.

Holy Forest despliega con contundencia, sus alcances y la voz nos pretende llevar a parajes de ensueño; no en vano los primeros textos escritos sobre ellos los comparan con Lush, una banda que formó parte del mítico sello 4AD. Para ellos la melodía es fundamental –no sólo el cúmulo de guitarras-, es también el motivo para cantar en inglés debido a lo áspero y poco musical del ruso.

Son todavía jóvenes pero ello no obsta para que no citen a compositores minimalistas como Terry Riley y Philip Glass como sus influencias, al mismo nivel que leyendas del Krautrock como Popol Vuh y unos Sabres of Paradise (tecno). Han estudiado bien la historia del género para ubicar la senda por la que habrían de perfilarse (no en vano en la ciudad está uno de los mejores Conservatorios del mundo).

Everything Else Matters es un disco que pretende que la música nos conduzca a una revelación; por ejemplo, Metamorphosis busca provocar una epifanía. Desde el comienzo la banda ha querido darle la vuelta a la escena local —que consideran totalmente aburrida— y pretendieron hacer algo radicalmente diferente. ¿De qué va Pinkshinyultrablast? Ellos lo tienen claro: «exploramos un espacio entre el ambient, las guitarras heavys y la música pop». Por ambiciones no paran, y lo que es mejor, la música habla por ellos.


Autores
De los años sesenta tomó la inconformidad recalcitrante; de los ochenta una pasión crónica por la música; de los noventa la pasión literaria. Durante la década de los dosmil buscó la manera de hacer eclosionar todas sus filias. Explorando la poesía ha publicado: Loop traicionero (2008), Suave como el peligro (2010) y Combustión espontánea (2011). Rutas para entrar y salir del Nirvana (2012) es su primera novela. Es colaborador de las revistas Marvin, La mosca, Variopinto e Indie-rocks y los diarios Milenio Hidalgo y Reforma, entre otras publicaciones.