Omar Souleyman: el canto árabe en versión electrónica
Sobre el milenario territorio de Siria han desfilado los egipcios, babilonios, persas, turcos, kurdos, sarracenos, además de los pobladores originales y muchos más. No fue hasta 1941 que obtuvieron la independencia para intentar convertirse en un país democrático. No lo han logrado, existe una velada dictadura. Durante años han llevado a cabo una vida pública que le pone mala cara a Occidente y que contribuye a dificultar la comprensión de su sociedad al resto del mundo.
Cuando nos referimos a Siria parece que no podemos evitar el cliché que nos remonta a Las mil y una noches. El mundo árabe se muestra como un enigma casi incomprensible. No ha sido sino hasta los momentos álgidos de la guerra civil de los últimos meses que hemos visto imágenes de Damasco —su capital— y otras regiones devastadas por la guerra. Nos ofrecen la visión de un entorno polarizado en el que priva la violencia, la transgresión de los derechos humanos y la sinrazón expresada de diversas maneras.
No podemos negar estas evidencias, pero también es cierto que aun en momentos de conflicto el arte saca la cara para mostrar otros rostros de un pueblo que posee una cultura milenaria. Omar Souleyman, nacido en 1966, lleva años siendo un embajador del canto árabe en Occidente, la figura más preminente de la música siria y un arrojado explorador de otras tradiciones.
Ni siquiera en una sociedad cerrada como la siria —arisca, reacia— se puede bloquear la llegada de la tecnología. Omar aprovecho el tener acceso a teclados que cuentan con cajas de ritmo y secuenciadores sencillos para poder montar “shows” de bajo costo y producción. Con un acompañamiento básico se podía presentar en bodas y otros acontecimientos sociales. Allí la costumbre consiste en grabar la actuación del artista en un cd y regalar el producto a los novios. Pero el material no se queda allí; la gente lo hace rolar y termina siendo ofrecido para venta en kioskos y puestos.
Activo desde el arranque de los noventa, se dice que este cantante tiene en circulación más de 500 grabaciones en directo —en solitario y con grupo—, que no hacen sino hablar en nombre de un artista incansable y dispuesto a forjarse una carrera. Siendo ya una figura nacional buscó proyectarse en el extranjero y a la postre ha colaborado con figuras tan reputadas como Damon Albarn (Blur), Caribou y, especialmente, Bjork (su aparición en los remixes del Biophilia terminó por catapultarlo).
Su fama ha crecido intensamente, debido sobre todo a su presencia en los grandes festivales del mundo. Su palmarés incluye el Sónar, Glastonbury, Primavera Sound, South By Southwest, Paredes de Coura (Portugal) y hace unos meses una candente presentación en la Red Bull Music Academy Weekender de Madrid, entre tantos otros.
En cada cita —grande o pequeña— no falta la presencia del tecladista Rizan Sa’id, el hombre que ha obtenido su característico sonido —repetitivo, hipnótico— y que se pertrecha detrás del aparataje mientras Omar canta y arenga a la gente (por su look no podemos olvidarnos del militar libio Muamar El Gadafi, lo que son las cosas).
El resultado consiste en una música ancestral pasada por el tamiz de la actualidad. No falta quien subraya su aparente simplicidad, pese a las complejas formas melódicas. Tal vez por eso, y por la gran reputación entre la prensa especializada, decidieron dar continuidad a los trabajos dados a conocer por el sello norteamericano Sublime Frecuencies, como Dabke 2020 (2009) y Jazeera Nights (2010), trabajando con una de las figuras más reputadas de la más visionaria electrónica contemporánea; nada menos que el británico Four Tet.
A todo tren aparece Wenu Wenu (Ribbon Music, 2013), igual de festivo que su material anterior pero más sofisticado, lleno de aristas refrescantes. Pop electrónico cantado en árabe que trata de abordar de forma positiva la existencia. Souleyman no olvida de donde viene y la parte terapéutica y alegre de su oficio. Sabe de la atroz realidad de su país, por lo que prefiere decantarse por el placer de estar vivo, exaltar la grandeza del amor y la seducción y algunas historias de fracasos sentimentales. Su arte no hace sino subrayar la grandeza que existe en las cosas sencillas de todos los días.
Al iniciar la promoción del álbum, el sirio tiene muy en claro cuál es el mensaje que quiere transmitir: paz y solidaridad —nada más, nada menos—. Omar da cuenta de una cultura viva y en desarrollo; no le basta quedarse en la época de las fábulas a propósito de emires y doncellas, aquí lo que hay son 7 canciones árabes del presente, a las que Kieran Hebden (Four Tet) suma matices que le abrirán mayor aprecio en el circuito internacional de clubes.
Omar Souleyman quiere que su arte se conozca en el mundo entero; así lo deja ver en el video de “Warni Warni”, que lo coloca en diversas geografías planetarias. En resumen, Wenu Wenu es una oda al baile que parte del dabke, una danza folclórica que se practica en colectividad, es un pronunciamiento de que la vida sigue más allá de la guerra y la política. El arte y la cultura como vehículos para el diálogo y el entendimiento entre pueblos, sociedades y personas. La realidad más allá de los designios de CNN. Música verité.