Tierra Adentro
Ilustración por Mariana Martínez

Para Ricard

A la mitad de su primera temporada al frente del Manchester City, Pep Guardiola celebró su cumpleaños cuarenta y seis,  llevando a toda la plantilla al cine. Tras caer ante el Everton por 4-0, el de Santpedor1organizó una excursión junto a familia, amigos, staff y jugadores para ver La La Land. ¿Qué mensaje quiso transmitir con la historia de amor truncado entre una aspirante a actriz y un pianista de jazz? ¿El cine tiene un carácter aleccionador o es mero entretenimiento para Pep?

Me inclino a pensar que buscaba aliento en la derrota con la escena de audición de Mia. En la película, luego de contar la historia de su tía en Paris, el personaje interpretado por Emma Stone canta  “here’s to the ones who dream/ foolish as they may seem/ here’s to the hearts that ache/ here’s to the mess we make”. Cuesta imaginarse al Kun Agüero, Kevin de Bruyne o Vincent Kompany viéndola, pero me imagino que surtió algún efecto para que a la siguiente temporada lograrán cien puntos y dos años después el “cuadruplete” inglés.

Primera tesis sobre el juego: la derrota captura un sentimiento

Enrique Vila-Matas cuenta que en los noventa entabló una cierta amistad con futbolistas que leían, entre ellos, Guardiola. El  del Eixample2quería hablar de fútbol y Guardiola, en cambio, de literatura. La amabilidad del entonces jugador hizo que se decantaran por el segundo tema de conversación en las tres o cuatro cenas en las que coincidieron. En una entrevista, al ser preguntado acerca del por qué, si pertenece a un grupo de escritores que han hecho gala de su pasión por el fútbol, no ha escrito un libro que gire en torno a éste. El autor de la Historia abreviada de la literatura portátil respondió que tenía la impresión de que el fútbol lo llevaría a hablar de otra cosa; en cambio sugirió que quien lo escribiera debería ser Guardiola al retirarse.3

Esa figura de futbolista entrenador que lee, le ha lastrado más de un problema a Pep. Bastaría recordar su apodo,  Zlatan Ibrahimović  le llamaba “el filósofo”. Guardiola siempre parece tener una palabra tras la cual ocultar sus secretos y errores, se ha labrado una figura de intelectual en una época donde esto significa poco o nada, en un mundo tan salvaje como el fútbol. Los de su lenguaje son los límites de su cancha.

Segunda tesis sobre el juego: incluso las palabras abandonan al fútbol

Messi deja a un jugador “Citizen” tirado en el borde de la cancha y, Guardiola se lleva las manos a la cabeza, se cubre la boca con la bufanda para ocultar su euforia, se levanta un poco de su asiento. Esa imagen de 2015 es puro presente: partido de vuelta en los octavos de final de Champions, Guardiola en la grada del Camp Nou, como el aficionado que es y, el entrenador que fue y seguirá siendo.

El manejo del tiempo, dentro y fuera de la cancha, es minucioso para Guardiola: controlarlo, acelerar o desacelerar, asociarse, tomar el balón y pasarlo (no por nada cuenta que al llegar al Bayern lo que más trabajo le costó fue reconocer que había más conducciones y acciones largas sin balón, que se trataba de un juego más al espacio que al pie).  Sandro Modeo quizá exageró un poco con el título de uno de los muchos libros que se han escrito sobre él, pero que ilustra la idea: Del fútbol total al fútbol cuántico. Año con año, Guardiola renueva contrato con los equipos para los que entrena dejando ver que los visionarios no se comprometen con el futuro y su imprevisibilidad.

Cuando se agotó en Barcelona, tomó la puerta lateral y se mudó un año a Nueva York. Ese talante entronca con el sitio donde conviven el  Cant del Barça “Tant se val d’on venim/ Si del su o del nord” y el poema de Tony Walsh que Guardiola mandó inscribir en el vestuario mancuniano “Some are born here, some drawn here but we all call it home”. El hogar no tiene un sitio, está desterritorializado como el tiempo. “¿Casa? ¿Qué hay en casa?”, como preguntó Bob Dylan.

Tercera tesis sobre el juego: el presente es un país extranjero, como escribió Simon Reynolds

En una de las últimas escenas de Moneyball, la espléndida película de Bennett Miller con guion de Steven Zaillian y Aaron Sorkin, el presidente de los Red Sox le dice a Billy Beane que “el primero en atravesar la pared siempre sangra”. La escena la recordaría Rafa Cabeleira en 20164, para decir que se trataba de “la mejor película que se haya rodado nunca sobre las andanzas del hidalgo Pep Guardiola, aunque la trama verse sobre béisbol, nadie hable catalán y el protagonista luzca un pelo envidiable”.

Pese a que la imagen del Fenway Park ilustra el desconcierto y el recelo a Guardiola — e incluso a veces recuerda a la emoción que su tiki taka supuso —, el verdadero ícono del modelo de Billy Beane lo encarna Jurgen Klopp5, con una gracia en el hablar más discreta y una sonrisa más grande. Fenway Sports Club, propietario de los Red Sox, lo es también del Liverpool, de modo que ha implementado al fútbol un análisis de datos para el juego — el modelo Billy Beane con el físico Ian Graham a la cabeza — tanto para toma de decisiones corporativas como deportivas. Las palabras revisten u ocultan los partidos, pero no los datos (aunque siempre exista un margen para la intuición).

Ya no hace falta que un entrenador entre a la sala de prensa y ante el micrófono reconozca que fuera del campo el rival ya ha ganado, porque en esa sala es “el puto jefe, el puto amo, el que más sabe del mundo”, y que en lugar de eso su equipo se consuela con a veces ganar o perder, con tener victorias “más pequeñitas que provocan la admiración del mundo”.

Cuarta tesis sobre el juego: el antagonismo ocurre en la cancha, no en la sala de prensa

Al finalizar el clásico en que Gerard Piqué mostró la ‘la manita’ a los aficionados merengues, Guardiola resumió el partido diciendo: “Solo hemos ganado tres puntos, pero el ‘el cómo’  quedará para siempre”.6 En una entrevista7insistió en la idea a partir de una anécdota: un día el Cholo Simeone fue a verlo, hablaron de su forma de jugar, y el argentino le confesó que a él eso no le gustaba, que no lo sentía. Guardiola dice que de eso se trata, de tener una idea y hacer algo que a uno le gusta, lo que le interesa, y que por eso entiende y respeta al Cholo.

“De lo que estoy orgulloso es que desde el primer día en el filial hasta ahora he modelado muchas cosas, en salidas y muchos detalles, hay un principio fundamental que no se mueve y he intentado que mis equipos lo reflejaran”, Guardiola. En Cuaderno de Mánchester, Luis Martín y Pol Ballús cuentan que, tras batir los récords de la Premier League, le dijo a un colega, tomándose un vino, que algún día entrenará a un equipo pequeño con el que será imposible ganar nada porque no tendrá a Messi o al peso de la historia. Como en el Bayern, ni el dinero para fichar a Sané o a Ederson, como en el Manchester City, “pero, amigo, ese día la pelota seguirá siendo nuestra, te lo juro”.

Charlando con Guillem Balague para la BBC, Guardiola lo expresó de otra manera: “las estadísticas y números son buenos, pero no son pasión, no te dan nada; es mejor que cuando después de años uno puede recordar una final o manera de jugar, de hacer las cosas.” Aspira a que ese sea su legado de la misma manera en que las canciones lo son de los músicos. No traicionarse ni siquiera ante la catástrofe, ser el último hombre de pie.

Quinta tesis sobre el juego: el estilo antes que el resultado

Ferran Adrià explica el desgaste profesional en los términos de un míster al frente de una plantilla de jugadores. “También a mí me había aburrido mi personaje –llegó a decir–, habíamos ganado todas las Champions”8Como anticipándolo, en sus propios términos, Guardiola tuvo el buen gusto de adjudicarle al cansancio y a la falta de imaginación la decisión de su renuncia al FC Barcelona. “El tiempo desgasta todo, ya no puedo estar aquí sentado, me he desgastado y el entrenador tiene que estar fuerte; necesita una pasión”.9

Para Adrià, como para Guardiola, la imaginación precede a la realidad, y es necesario conservarla para trabajar con la mayor pasión posible. Si yo me canso del menú –llegó a decir Adrià en una conversación con Bourdain– significa que a la gente no le va a gustar. En el fondo se intuye el motor de su trabajo: hacer que la gente se divierta tanto como él; del mismo modo en que Guardiola concebía lo que ocurría en la cancha, llevándose cada tanto las manos a la cabeza, sorprendiéndose a sí mismo.

Sospecho que en ambos había una conciencia de lo conseguido, algo que los hizo liberarse del tedio antes que asumirse protagonistas de la fatalidad que conlleva el éxito. Como el fracaso, la renuncia también es liberadora: significa que todavía hay cosas por hacer, que no todo comienza a ser previsible ni estable. La pasión, inteligencia y habilidad también se desgastan, esa es la verdad, y tan sólo unos cuantos hallan en la renuncia, en preferir decir no, un camino que el resto ni siquiera imagina. Se trata de dejarlo todo en el resplandor de la gloria antes de que queden puras ruinas, intuyendo que en la realidad modesta de la vida algunas veces sólo hace falta alejarse de lo que te hizo inmensamente feliz.

Sexa y última tesis: la renuncia también es creativa, perder una cuestión de método.

 

 

 

 

  1. Municipio catalán
  2. Distrito del Ensanche en la Ciudad de Barcelona
  3. https://revistalibero.com/blogs/contenidos/vila-matas
  4. https://www.nytimes.com/es/2019/05/29/espanol/liverpool-champions.html
  5. https://www.nytimes.com/es/2019/05/29/espanol/liverpool-champions.html
  6. https://as.com/futbol/2010/11/30/mas_futbol/1291102024_850215.html
  7. https://www.movistarplus.es/ficha/universo-valdano-2/guardiola?tipo=E&id=1568821
  8. https://elpais.com/especiales/2014/ferran-adria/
  9. https://www.youtube.com/watch?v=8a8CW5X7HCI