Tierra Adentro
Liga Paradiso
Liga Paradiso

En marzo de 2016 se llevó a cabo una reunión secreta en el departamento de Iván Trejo. Yo no lo conocía personalmente, y a decir verdad me intimidaba: medía cerca de dos metros, su voz pesaba tanto como la de James Earl Jones, y daba la impresión de ser un lector exigente, sin paciencia hacia quienes no se comprometían como él con la literatura.

A la cita acudimos Juan Manuel Zermeño, Míkel Deltoya, Merari Lugo, Bruno Javier, Olga Carrizales, Jesús de la Garza y un servidor. Poco tiempo después se incorporó Carlos del Castillo. La mayoría nos conocíamos, aunque de manera más bien superficial: nos saludábamos en eventos y cada tanto nos quejábamos de la falta de espacios para escritores jóvenes (como lo han hecho todos los escritores jóvenes, desde antes de los tiempos de Cayo Valerio Catulo). Iván tenía la intención de iniciar un taller de poesía con un grupo de jóvenes que, a su juicio, se tomaran el oficio con seriedad. En un principio, dijimos que la convocatoria era análoga a la Iniciativa Avengers. Así de serio nos lo tomamos.

La primera sesión, sentado ceremoniosamente desde su escritorio, nos leyó la cartilla: esperaba disciplina y por ningún motivo iba a gastar ni un peso en nosotros. Asentimos nerviosamente, unos sentados en sillas playeras algo gastadas por el uso, otros en el suelo. El primer paso en nuestro proceso de formación como poetas era robustecer nuestra escuálida bibliografía, y se soltó a hablar de poetas polacos (especialmente de Wisława Szymborska), de Juan Gelman (de quien era íntimo amigo) y de la superioridad de la poesía colombiana sobre la mexicana. Alguien aprovechó ese momento para quejarse del Premio Aguascalientes de Poesía como un mecanismo para perpetuar el statu quo de la poesía en México, e Iván preguntó si habíamos leído a todos los ganadores como para sustentar ese juicio. Naturalmente, nadie conocía más que un puñado de los libros más recientes, y hablábamos desde una rebeldía bastante ingenua. Y así llegamos a nuestro primer proyecto de lectura: una revisión minuciosa de cada uno de los ganadores del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes a partir de 1968. Nada más para que se nos quitara la maña de hablar de lo que no sabíamos.

Semana tras semana nos reuníamos en el departamento de Iván e intercambiábamos puntos de vista sobre nuestras lecturas. La experiencia fue nueva para todos: aunque estábamos acostumbrados a leer con asiduidad, nuestras opiniones no se transmitían en un circuito democrático, y por lo tanto no estaban sometidas al escrutinio de otros lectores. Iván siempre tenía la última palabra: retomaba comentarios que consideraba valiosos, ponía nuevas perspectivas sobre la mesa, y casi siempre compartía alguna anécdota sobre el libro o el autor. Pero no impartía cátedra: dialogaba con nosotros. Nos escuchaba y por medio del ejemplo nos invitaba a escucharnos, a aprender de la valiosa perspectiva de cada lector. El caso es que, entre todos, nos enseñamos a leer.

También tallereamos poemas, libros y proyectos para becas. Iván era un lector muy exigente -no erré en ese prejuicio-, y en más de una ocasión hirió susceptibilidades. Pero también aprendimos a comportarnos profesionalmente: a no tomar la crítica de manera personal, a reconocer nuestros errores y deficiencias y aprender de ellos, a corresponder la seriedad en la escritura con seriedad en la lectura. Y de la Liga salieron libros publicados, premios nacionales y becarios del Centro de Escritores de Nuevo León. Hoy, todo eso se siente como daño colateral.

Leímos La zorra enferma de Eduardo Lizalde, y aprendimos sobre su adscripción a las juventudes comunistas y a la Liga Espartaco. Y nos propusimos leer Paradiso, la monumental obra del poeta cubano José Lezama Lima, para complementar la lectura de los Aguascalientes. Como grupo, dimitimos antes del tercer capítulo. Decidimos bautizar a nuestro grupo “Liga Paradiso”, a manera de chiste interno: no teníamos postura política ni habíamos terminado de leer Paradiso. Asumimos nuestra indiferencia y nuestra derrota como banderas.

Sé que leímos a todos y cada uno de los libros ganadores del Premio Aguascalientes. Pero esas conversaciones se me han desdibujado. Lo que recuerdo es que no tardamos mucho en incorporar alimentos en nuestras sesiones semanales. Que hablábamos de poesía mientras compartíamos hamburguesas, pizzas o pollo asado. Que Iván rompió su palabra de no gastar en nosotros y en más de una ocasión le invitó la cena a quien no tenía dinero suficiente, o le prestaba a quien le hacía falta para el camión de vuelta a casa. Que compró una sala para que no estuviéramos sentados en sillas desgastadas o en el suelo. Hubo semanas en las que no discutíamos lecturas: nos bastaba disfrutar la compañía para reír o llorar (porque también lloramos muchas veces). En un texto titulado “Cómo leer poesía”, Gabriel Zaid escribió lo siguiente: “Lo que unos lectores nos digamos a otros puede ser útil, y hasta determinante. Pero lo mejor de la conversación no es pasar tal juicio o tal receta: es compartir la animación del viaje”. Gracias a Iván pude apreciar el sentido de estas palabras.

Su departamento no tardó en convertirse en un hogar al que acudíamos semanalmente. Fastidiados del trabajo, decepcionados del amor, preocupados por el dinero, emocionados por el futuro: fuera cual fuera nuestro estado de ánimo, sabíamos que ese era un espacio seguro donde todos compartirían alegrías y pesares. La poesía tan sólo era un pretexto.

Alguna vez le preguntamos por qué quiso iniciar con el taller. Nos dijo que, de joven, él recibió la misma generosidad y quería retribuir a sus maestros y amigos con la misma moneda. Caigo en cuenta que esa intimidante figura de casi dos metros era como el gigante egoísta de Oscar Wilde, que hizo de su jardín un paraíso para los niños que le temían.

Termino por donde debí haber comenzado: Raúl Iván Trejo Vázquez fue un poeta, editor y gestor cultural radicado por muchos años en la ciudad de Monterrey. Falleció el 14 de enero de 2021, con lo cual comparte aniversario luctuoso con Juan Gelman. Será cariñosamente recordado por sus amigos. Los especialistas sopesarán el lugar que le corresponde en la historia de las letras regionales y nacionales como poeta y editor. Hoy le dedico unas palabras en nombre de la Liga Paradiso.