Tierra Adentro

Ahora que la crónica goza de mucha aceptación en el mundo editorial, habrá que recordar que quien le dio una importancia literaria de la que carecía fue Salvador Novo (Ciudad de México, 30 de julio de 1904-1974). Fue un renovador de la crónica con libros como Jalisco-Michoacán, Continente vacío (1935), Nueva grandeza mexicana (1946), Los paseos de la ciudad de México e Historia de Coyoacán (1974), que escribió junto con su discípulo Miguel Capistrán (algunos también consideran El joven, de 1928, pero en realidad es un relato que se inserta en la tendencia de los Contemporáneos en escribir relatos como Dama de corazones, Novela como nube o Margarita de niebla). En 1967 sucedió a don Artemio de Valle-Arizpe como Cronista de la Ciudad con lo cual la calle donde vivía tomó su nombre, por eso existe la calle Salvador Novo en Coyoacán.

Además, cuando Novo apenas tendría unos 24 años, a finales de los años veinte, junto con su grupo de amigos que se hacían llamar “Grupo de Ulises” (Antonieta Rivas Mercado, Xavier Villaurrutia, Celestino Gorostiza, Gilberto Owen…) se propusieron montar las obras de teatro más vanguardistas que se estaban dando en el mundo. Y con montarlas me refiero a que no sólo las actuaron y dirigieron sino que tuvieron que traducirlas especialmente al español. Publicaron también la revista Ulises, en la que Novo tradujo por primera vez a poetas vanguardistas de la lengua inglesa como e. e. cummings. Años después, Novo inauguró “La capilla”, en Coyoacán, con otra obra vanguardista: Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Y cuando fue director de Teatro y Literatura en Bellas Artes, Novo les abrió las puertas a dos jóvenes dramaturgos que serían pilares del teatro mexicano: Emilio Carballido y Sergio Magaña.

Novo es, por fortuna, uno de los poetas mexicanos más leídos del siglo XX. Entre jóvenes generaciones son indispensables libros suyos como Espejo, Nuevo amor (ambos de 1933), Poemas proletarios (1934) y su mordaz Sátira (1955). Pero sin duda su obra maestra en la prosa son sus memorias La estatua de sal (1998), a pesar de haber quedado inconclusas. En ese libro está el mejor prosista y, tal vez sin proponérselo, el mejor cronista pues dejó muchos datos sobre cómo era y cómo se vivía la vida homosexual a principios de los años veinte, todavía con reminiscencias porfirianas y sin concretarse las demandas revolucionarias. Con total naturalidad, sin avergonzarse ni hacer alarde, Novo fue siempre el homosexual más público en los años que una actitud así era un verdadero tabú y escándalo social.

Así quiero recordar a Salvador Novo, quien murió hace 40 años, un 13 de enero de 1974.