Morsi y la Primavera Árabe
Este 4 de Julio, se cumplen 10 años del golpe militar contra el gobierno de Mohammed Morsi, miembro de una organización islámica relevante en Egipto y varios países llamada Hermandad Musulmana 1, y parte de todo un conglomerado de grupos sociales que impulsaron desde 2010 las protestas en toda la región de Medio Oriente y África del Norte llamada “Primavera Árabe”.
A propósito de aquel evento, me gustaría abordar en esta ocasión un recuento general de causas, consecuencias y resultados en la actualidad de dicho proceso político regional, el cual está lejos de concluirse en ciertos países involucrados.
Causas: la Primavera en gestación
Al final de la Guerra Fría (1991), muchos países del Medio Oriente con regímenes autocráticos establecidos y apoyados de una forma u otra por alguna de las dos superpotencias durante la mayor parte del siglo XX, vieron gran parte del apoyo desaparecer por la caída de la URSS, o la pérdida de interés geoestratégico y militar en destinar recursos financieros para mantener su economía a flote por parte de Estados Unidos.
Posterior a 1991, países pertenecientes a ambos polos enfrentados de la Guerra Fría comenzaron un periodo de modernización económica en el cual invirtieron recursos obtenidos por medio de préstamos internacionales, o provenientes de sectores primarios o secundarios de la economía (extractivo y manufacturero respectivamente), para desarrollar un nuevo sector económico nutrido con mano de obra calificada educada localmente por los sistemas educativos orientado al sector terciario2, o de los servicios y que actualmente ha derivado uno de cuarto tipo enfocado en las redes y tecnologías de la información.
Algunos casos de éxito para el anterior esquema de desarrollo sucedieron en el Sureste de Asia y en algunas economías del continente americano por medio de la firma de tratados de libre comercio, además de la reestructura general de sus aparatos político/estatales que promovieran la integración hacia la economía capitalista globalizada y estructurada en areas productivas.
Desafortunadamente, este no fue el caso para los países en el Medio Oriente, ya que sus estructuras estatales se desarrollaron desde sus años de independencia alrededor de una autoridad central o dirigente vitalicio que buscó en la mayoría de los casos beneficios personales y para su grupo gobernante, dejando en segundo plano cuestiones para el resto de la población como servicios públicos, oportunidades de participación en la toma de decisiones en el gobierno, una escasa distribución y disparidad de la riqueza.
De esta forma, un nulo o bajo crecimiento económico crónico de los países de esta región, sumado al orden represivo de los regímenes autoritarios apuntalados con fuertes aparatos de seguridad (ejercito y policías enfocados en el mantenimiento del regimen), vino a sumarse al conjunto de problemas que ya eran bastante evidentes para la vuelta del nuevo milenio.
Ante ello, deberían pasar otros 10 años aproximadamente, junto con una crisis económica de gran amplitud como la de 2008, para que la situación nacional en cada entidad regional se deteriorara a tal punto que las manifestaciones detonaron de manera escalonada e intempestiva.
Es así, que diversos grupos de oposición se fueron definiendo en programas politicos concretos y demandas puntuales3 , para ser atendidas por el gobierno en turno de manera inmediata.
Para 2010, iniciando este proceso de turbulencia política y social en Túnez, los comienzos de la Primavera Árabe tuvieron dos características particulares: por un lado, el crecimiento explosivo de las protestas orientadas a remover del puesto al gobernante actual; por otro las demandas de los sectores inconformes fincadas en los elementos fundamentales del cambio político y el mejoramiento de las condiciones económicas nacionales.
La Primavera en acción: consecuencias inmediatas
Los años 2010 y 2011 restultarían cruciales para el desarrollo de la Primavera Árabe, pues durante estos, grupos de jóvenes impulsados por sectores marginados4 y olvidados en sus demandas por los respectivos gobiernos, observaron una ventana de oportunidad de ser escuchados y atendidos, por lo que las protestas durante este periodo adquirieron un carácter masivo en las sociedades en las que se manifestaron.
Respecto a los efectos inmediatos que acontecieron en toda la zona del Medio Oriente y el Norte de África, existen igual dos elementos principales: uno es el derrocamiento efectivo o su intento por parte de los grupos de oposición al gobierno en turno; mientras que el otro fue el inicio de un proceso de reforma que tuviera por objetivo atender las demandas de las protestas.
A largo plazo, el primer caso tendría efectos nocivos para el conjunto de paises afectados por la mayor inestabilidad politica generada y en algunos casos conflicto abierto que detonaría guerras civiles como el grave e inconcluso caso de Siria desde 2011.
Puntualizando un poco más dentro del carácter de derrocamiento en las protestas de la Primavera Árabe. Es necesario mencionar que solamente el caso de Túnez, posterior a la renuncia de Ben Ali, pudo mantenerse la herramienta democrática de elección de los gobernantes, y asegurar una transición política interna pacífica por medio del entendimiento civil de todas las partes involucradas.
Desafortunadamente, para el resto de los países que lograron remover a sus gobernantes del poder en 2011, las cosas no serían tan fáciles, ya que una vez en el poder la Hermandad Musulmana en Egipto por medio de la figura de Morsi5, o los grupos de oposición en países como Yemen y Libia, asumieron una actitud poco conciliadora6 con los demás sectores que nutrieron las protestas, propiciaron un ambiente de tensión que comprometía el futuro político y la estabilidad interna de cada país.
Al poco tiempo, esto resultaría ser determinante para el fracaso y la corta duración de los primeros gobiernos post-Primavera Árabe, pues para el caso Egipcio, un nuevo golpe militar instalaría un gobierno comandado por el general retirado Abdel Fattah el-Sisi, el cual se encargaría de asumir un papel más autoritario incluso que en los últimos años de Hosni Mubarak7, prohibiendo todo tipo de oposición política, declarando a la propia Hermandad Musulmana como una organización terrorista y el pretexto perfecto para incrementar las capacidades represivas de los aparatos de seguridad estatales.
El mismo tortuoso camino sucedió para los casos de Yemen (2015-) y Libia (2011-2020), los grupos encargados de asegurar una transición ordenada cometieron el grave error político, totalmente evitable8, de adscribirse como los únicos responsables del futuro nacional, excluyendo a otros agrupamientos que se levantarían en armas para disputar el control del gobierno.
Finalmente, para el caso de los países que experimentaron protestas, pero no tuvieron la intensidad de poner en riesgo serio al gobierno en turno como Marruecos, Jordania, Omán y Argelia, reformas orientadas a liberalizar el campo político fueron ejectuadas para disminuir los niveles de descontento social9 generados por esta primera etapa de la Primavera Árabe.
Después de la Primavera: el Invierno Árabe
Luego de los intensos años de 2010 y 2011, la realidad comenzó a asentarse para muchos de los países que experimentaron las protestas al darse cuenta de que por si solas no eran suficientes para corregir el rumbo politico, ni mejorar las condiciones económicas y de vida de aquellos que fervientemente las nutrieron y apoyaron.
Al contrario, varias naciones, a excepción del loable caso tunesino, que comenzaron con la esperanza de comenzar un mejor futuro se vieron azotadas por tres nuevos problemas regionales: la intensificación del autoritarismo10 luego del fracaso de las protestas; guerras civiles al fallar los diálogos entre las oposiciones al gobierno; el auge del extremismo islámico y el reforzamiento del islamismo político como elemento unificador regional, y efecto secundario del desencanto con los resultados de la Primavera Árabe. Este último elemento confluye de manera directa con la participación de la Hermandad Musulmana en Egipto y el surgimiento del Estado Islámico en el Medio Oriente, pues ambos grupos surgieron como alternativas a los gobiernos locales en toda la región y buscaron ofrecer por medio de labores sociales11, o radicalización de sus miembros cambiar el sistema político por medio de la violencia en cumplimiento a los sectores relegados durante años por los grupos gobernantes.
La aparición del Estado Islámico en Iraq, junto con las fases más intensas de la Guerra Civil en Siria, generó cientos de miles de bajas civiles entre 2011 y 2020, millones de desplazados y el reactivamiento de un nuevo polo de conflicto geopolítico en el Medio Oriente involucrando poderes mundiales como Estados Unidos y Rusia, y locales como Irán, Israel, Turquía y Arabia Saudita entre otros.
En fechas más recientes, con excepción de los casos de Siria y Yemen por ser conflictos activos y Túnez por ser el único caso de éxito pacífico en la región, es posible afirmar que luego del periodo de manifestaciones e inestabilidad política que trajo la Primavera Árabe a la región, muchos países se encuentran todavía inmersos en dicha etapa desfavorable. Producto de este periodo inconcluso, varios países de la zona cuentan con gobiernos frágiles en su entramado político, susceptibles a cambios por medio de golpes de Estado como el caso de Libia; con gobiernos restablecidos alrededor de sus aparatos coercitivos luego de un periodo contrarrevolucionario, como Egipto, pero cuya duración dependerá exclusivamente del control que tengan aquellos sobre la población.
Los gobiernos que apostaron a la reforma superficial de su sistema político como Jordania y Marruecos; o que simplemente apostaron peligrosamente por la distensión natural de las protestas como el caso de Argelia se encuentran en segundo plano.
Por lo tanto, el balance general de la Primavera Árabe a casi 13 años de haber iniciado parece más negativo que positivo, sin embargo, no todo está perdido, con lo cual me gustaría concluir este texto.
Conclusión: el futuro de la Primavera Árabe
A pesar de los resultados desfavorables para los países que experimentaron y experimentan la inestabilidad política, causados no solamente a la ineficacia de los gobiernos en turno para atender los diversos problemas nacionales, sino a la poca disposición de los grupos de oposición de entablar negociaciones serias y constructivas a favor de las mayorías, existe una ventana de oportunidad para aprender de los errores cometidos por todos los agentes involucrados.
Por lo tanto, me parece que la Primavera Árabe abrió un primer ciclo de espacios para la exposición de demandas sociales generales que muchos países del Medio Oriente y el Norte de África no habían tenido desde sus primeros años de vida independiente a mediados del siglo pasado, además de abonar a la conformación de una sociedad más participativa y que pueda identificar como tanto individuos, como grupos políticos que la única forma de tener éxito sin violencia es por medio del diálogo, independientemente si este es encauzado por medio de herramientas democráticas, parlamentarias, presidenciales, etc.
Por otra parte, para los casos como el de Jordania, Marruecos u Omán, gran parte de la estabilidad política dependerá del desempeño económico, junto con una distribución poblacional que evite grandes disparidades en la riqueza y genere potenciales focos de protesta e inestabilidad cuando este disminuya o se vea envuelto en una crisis.
Finalmente, me parece que tanto la Primavera Árabe como el invierno que le sucedió, son dinámicas que llegaron para quedarse en la región, pues de no antenderse las demandas económicas y de participación política que llevaron a su primera aparición en 2010, aquellas seguirán en el consciente colectivo en espera a materializarse, como es particular en cualquier sociedad contemporánea en lucha por mejores oportunidades de vida.
Bibliografía
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- Szmolka, Inmaculada, Ed., Political Change in the Middle East and North Africa After the Arab Spring, Edinburgh University Press, Reino Unido, 2017.
- [1] Organización social islámica fundada en Egipto en 1928, la cual desempeña labores educativas y de servicios públicos en el país y con presencia en ,Yemen, Syria, Jordan, Libia y Túnez. Uno de sus principales objetivos dado su carácter islámico es el establecimiento de un gobierno y un Estado basados en la ley del Islam conocida como Sharia, así como la adherencia a otras normas políticas y sociales no escritas derivadas de dicha religión.
- [2] Springborg, Robert, Egypt, Polity Press, Estados Unidos, 2017, pp. 231-232.
- [3] Brown, Nathan J.; Hatab, Shimaa y Adly, Amr, Auts., Lumbering state, restless society : Egypt in the modern era, Columbia University Press, Estados Unidos, 2021, p. 208.
- [4] Bayat, Asef, Revolutionary life : the everyday of the Arab Spring, Harvard University Press, Estados Unidos, 2021, pp. 236-237.
- [5] Milton-Edwards, Beverley, The Muslim Brotherhood: The Arab Spring and its future face, Routledge, Estados Unidos y Reino Unido, 2016, p. 189.
- [6] Brown, Nathan J.; Ibíd., pp. 215-216.
- [7] Presidente de Egipto que gobernó el país entre 1981 y 2011, y cuyo intento de relección en ese último año detonaron las protestas nacionales que lo obligarían a renunciar.
- [8] Fisk, Robert; Cockburn, Patrick y Sengupta, Kim; Auts., Arab Spring Then and Now, Mango Publishing Group, Estados Unidos, 2016, p. 277.
- [9] Szmolka, Inmaculada, Ed., Political Change in the Middle East and North Africa After the Arab Spring, Edinburgh University Press, Reino Unido, 2017, p. 379.
- [10] Esposito, John; Sonn, Tamara y O. Voll, John, Auts., Islam And Democracy after the Arab Spring, Oxford University Press, Estados Unidos, 2016, p. 253.
- [11] Mohamed, Eid y Fahmy, Dalia, Eds., Arab Spring: Modernity, Identity and Change, Palgrave Macmillan, Suiza, 2020, p. 165.