Tierra Adentro

No es casual que Pájaros de verano, producida y dirigida por Cristina Gallego, no haya sido nominada al Oscar y Roma sí. La co-dirige Ciro Guerra, quien después de Los viajes del viento (2009) y El abrazo de la serpiente (2015), sigue deleitándonos con un cine a la altura de Nostalgia de la luz (2010) o Botón de nacar (2015) de Patricio Guzmán. El interés por lo histórico y lo colonial reúne la obra de los tres creadores a pesar de las diferencias de género, nacionalidades y la brecha generacional. Me parece que si Roma, con 10 nominaciones al Oscar, es una película formalmente impecable, Pájaros de verano es proporcionalmente importante en cuanto al fondo.

La película rompe con el lugar común que el Norte Global tiene de Colombia: violencia gratuita y el tráfico de la coca. Se centra, más bien, en la Bonanza Marimbera (1975-1985), la forma de filmar la guerra fundacional de la venta de mariguana es diagonal. El filme resignifica géneros como la tragedia griega y la narrativa gangster, por eso el honor, que cruza a ambos géneros, hace del tema de la familia uno de los ejes centrales del conflicto marimbero.

Pájaros de verano se diferencia profundamente de Roma porque es una película sobre el campo: el peso de la comunidad es enorme y la mayoría está hablada en wayuunaiki. Los wayús son una cultura originaria de la península de Guajira, en el Caribe colombiano y venezolano, donde se desarrolla la trama de la película, lo cual genera una sensación de otredad que aturde a ciertos espectadores.

La música de la película estuvo a cargo del compositor mexicano Leonardo Heiblum, un defensor del son jarocho, para el que ha confeccionado siete discos. Heiblum es un músico que se formó, entre otros lugares, en India y Argentina. Siempre ha tenido la mirada puesta en el sur y esa es la intención que su música transmite al largometraje. El interés del músico por el arte latinoamericano se hace notorio tanto en su intervención entre los wixarikas y Philip Glass como, en esta película, en los épicos tambores que compone para la narración. Además hay un trabajo cuidadoso en cuanto al sonido por parte de los ingenieros y diseñadores que colaboraron con Gallego y Guerra. Pájaros de verano hace una apuesta potente en relación a las lenguas, las drogas y el poder. Es una película densa, larga, con muchos personajes, exigente con el espectador; confronta la convulsa historia del Sur Global de cara al narcotráfico. Por eso pocos la han visto y no fue nominada al Oscar.

La película toca temas delicados de maneras ingeniosas sin disminuir su capacidad estética. Sospecho que la decisión de dejarla fuera de la famosa selección está relacionada con la manera en que representa a los personajes norteamericanos y otras inflexiones históricas y políticas del filme. Sin embargo, prescindir de esta película nos da pistas sobre la sensibilidad dominante y la imagen que generan nuestras culturas a nivel internacional. Roma mira América Latina desde y hacia arriba, mientras que Pájaros de verano insiste en el sur.

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