Tierra Adentro
Miguel Ángel Burciaga. Fotografía de Eugenia Montalván.

8 de enero de 2014. Esta Navidad no podría haber faltado la nieve en Durango, aunque fuera de mentiritas; por eso fue buena idea decorar los árboles de la Plaza de Armas, frente a la Catedral, con ese toque blanco de luz chorreada entre las ramas, para que alucináramos un invierno fantástico; el clima era realmente propicio para hacernos a la idea de una nevada, y seguimos con mucho frío, aunque ya sin foquitos. Pero ese ambiente de luces, noche buenas y mensajes de amor y paz en las calles matizó el gran concierto que ofreció la Orquesta Filarmónica de Durango el 21 de diciembre, fecha significativa para la ciudad porque se abrió el Teatro “Ricardo Castro” con El Cascanueces de Tchaikovski en una memorable noche para quienes tuvimos el placer de conocer a un talento joven de la ciudad en su debut como director. Se llama Miguel Ángel Burciaga Díaz, tiene 21 años de edad y es músico de tiempo completo desde niño… La expectación era tremenda. Miguel Ángel es conocido, y respetado y querido como pianista; sin embargo, a los 15 años dejó la ciudad para irse a Buenos Aires, y regresó de la mano de Beethoven con su famosa 7ª Sinfonía, esa sutil, gloriosa y célebre obra maestra conmovedora, con cientos de miles de vistas en YouTube.

El Siglo de Durango, patrocinador oficial del concierto, ofreció a sus lectores una publicidad muy acertada: ¡logramos teatro lleno! Vaya, creo que todos compartimos este sentimiento de éxito, pues aquí, como en cualquier otra ciudad del mundo, queda bien hacer nuestro cada gran evento cultural, sobre todo si se trata de consentir a una orquesta que no está todavía perfectamente consolidada a pesar de que se fundó hace cinco años, sus integrantes son músicos de primer nivel y su director, el trompetista Juan Manuel Arpero, hace un trabajo magnífico. El hecho es que la orquesta se arma esporádicamente, invitando a músicos del D.F. y otras partes para un concierto nada más, pues aún no existe el presupuesto que garantice estabilidad para ofrecer un programa dividido en las temporadas de rigor.

Entonces, abrigada, discreta y entusiasta, me colé a los ensayos, y confieso haberme emocionado con la fortaleza y valentía serena del joven músico que se colocó frente a la orquesta vistiendo pantalón de mezclilla, camisa de cuadros y una cola de caballo negra a tono con el ajuar discreto que lo llevó a plantarse en el escenario.

Lo seguí con la cámara durante el ensayo, nunca se distrajo, nunca sonrió, nunca hizo un movimiento en falso: estaba embebido con su debut, y no podría haber sido de otra forma.

La noche del concierto, Juan Manuel Arpero lo presentó con estas palabras: “De corazón, con toda humildad, le doy la bienvenida al maestro Miguel Ángel”.

El chico salió al escenario. Los músicos se pusieron de pie, la gente lo recibió con cariño, él levantó los brazos y Beethoven resucitó de entre los muertos, aunque quizá había hecho acto de presencia con más contundencia en los ensayos, sin duda. Pero fue una noche triunfal, desde luego; con frac, Miguel Ángel brilló con luz propia.

Obviamente le pedí que nos hablara de lo que significó para él este trance, y dijo: “A veces uno tiene el tabú de que la gente no lo va a comprender, pero a los 21 años Beethoven compuso su primera sinfonía y con ella le dio la vuelta a todo el clasicismo; a esta misma edad

Mozart era uno de lo músicos más grandes de Europa, sin embargo Revueltas empezó a componer a los 30 años; más que la juventud, cada uno de ellos encontró el momento de su vida para aportar, crecer y beneficiar a la sociedad”.

–¿Qué granito de arena aportas o aportarás tú?

–Poder difundir la música académica o clásica desde el piano o la dirección es importante, porque esta música no es solo para disfrutar ni tampoco representa pensamientos complicados; esta música demuestra la intención que siempre tuvo la sociedad por avanzar. A mí siempre me llama la atención ese afán de los compositores de revolucionar cada época; me pregunto por qué si ya hubo un Beethoven o un Bach el ser humano tiene la necesidad de cambiar y superarse… La música ha seguido creciendo y avanzando, y cada uno de los compositores dejó un legado sobre el espíritu y la necesidad de expandir el pensamiento y la visión de una sociedad a pesar de que en el momento no siempre fueron bien recibidos. El músico es un motivador de la sociedad y debe de aportar un conocimiento que realmente la induzca a crecer. La música es entretenimiento en cierto sentido, hay momentos para distenderse, para cantar, pero a la gente le hace falta apreciar esta clase de música porque en estas obras se muestra la necesidad de la sociedad de mirar hacia delante.

Miguel Ángel Burciaga Díaz ensaya la 7a Sinfonía de Beethoven2

–¿Cómo te sientes estando frente a la Orquesta Filarmónica de Durango?

–Bueno, esta es una experiencia muy especial porque es la primera vez que dirijo una orquesta profesional, digamos que es mi debut como director, si bien he trabajado con la orquesta en la universidad donde estudio, no es igual que ser el responsable absoluto de la interpretación de una obra, y estoy muy contento; me gusta mucho cómo trabaja la orquesta, y me han recibido de forma muy cálida, y creo que he podido trabajar muy cómodamente con ellos; además, todos son muy buenos músicos, son profesionales muy destacados cada uno en su instrumento, y para mí es un placer ser partícipe de su trabajo.

–¿Ya conocías a la orquesta?

–Sí, desde su inauguración, estuve presente en ese primer concierto, pero también hice dos conciertos con ellos como solista al piano.

–Háblanos de tu carrera, ¿cuánto te falta para terminar? ¿Cuál es el siguiente paso?

–Principalmente soy pianista. Empecé desde muy niño con el piano, me fui a Buenos Aires a los 15 años a especializarme en el instrumento con la maestra Alicia Belleviye, con quien sigo estudiando hasta la fecha, y a los 17 años ingresé a la licenciatura en dirección orquestal en la UCA, Pontificia Universidad Católica Argentina; ahora estoy en el cuarto año de la carrera, me falta uno para recibirme, y de alguna manera me he destacado; de hecho, la universidad me becó por ser promedio elevado, y es una beca que se defiende año con año y que yo tengo desde que arranqué, así que esto me ayudó para que el ingeniero Enrique Escajeda (director técnico de la Orquesta Filarmónica de Durango), quien me ha impulsado tanto en el piano como en la dirección, me abriera esta oportunidad, y el maestro Arpero, director titular de la Orquesta Filarmónica me cedió un espacio y aceptó compartir un programa. Para mí, tener la experiencia de trabajar profesionalmente antes de titularme es muy importante, y es una de las cosas que tiene la música, pues así como juega con el tiempo, que básicamente es su función, también en el ámbito profesional uno puede desarrollarse antes de tener un título, un papel que lo certifiqué, y a mí me queda un año más en Buenos Aires. Mi idea es regresar a México y ver la posibilidad de especializarme, todavía no sé si en piano o en dirección, pero quiero continuar mis estudios en Estados Unidos.

–¿Cómo ha sido tu relación con la música de los 15 años hasta ahora?

–La verdad, no recuerdo nada de mi vida sin música. Empecé a los 4 años con el piano como un compañero o como un juego… Pero cuando me fui a Buenos Aires me di cuenta de lo apasionante que era para mí la música. A los 12 años decidí dedicarme profesionalmente a esto, y a los 15 se me dio la oportunidad de hacerlo abiertamente, y la música es el motor de mi vida. Me ha enriquecido mucho como persona. A partir de la música he entendido a la sociedad, he entendido la función que cumple la música no solo en el plano sentimental o emocional en el público, sino en el desarrollo de una sociedad, y poder participar de eso es una experiencia hermosa. La música es una de las ramas del conocimiento humano que más resalta los sentimientos, pero no deja de tener esa conjunción entre el sentimiento y el pensamiento, que es lo más elevado a lo que puede llevarse el espíritu. La verdad, muchas veces me dicen que me la paso encerrado ocho o diez horas al día estudiando, pero yo no me doy cuenta porque vivo muy feliz haciendo música.

–Si tuvieras que poner en la balanza el piano y la dirección de orquesta, ¿hacia dónde se inclinaría más?

–La verdad, a los dos años jugaba a ser director de orquesta, y me subía a un banquito para imitar a los señores que veía con la batuta; mi madre escuchaba música clásica, aunque no es músico, pero yo sabía que para hacer una carrera había que ser instrumentista, primero, aunque yo era muy chico, y  ahí pasó algo engañoso, yo pensé que el piano iba a ser nada más un trámite para llegar a la dirección, y resultó que el piano se convirtió en el centro de mi vida musical; al piano le debo la formación, la experiencia, el conocimiento y muchas de las satisfacciones que he logrado en mi vida; interpretar el instrumento supera cualquier sensación que haya tenido. De hecho, hubo un momento en el que dije definitivamente me voy a dedicar al piano hasta que ingresé a la carrera de dirección y retomé ese viejo sueño que tuve en la infancia de ser director, y ahora que recién estoy empezando es difícil escoger entre ambas carreras, de algo sí estoy seguro: el piano no lo voy a soltar; la dirección es un campo más cerrado que requiere más tiempo y continuidad, y ahora quizá tenga un poco más de peso en mi vida la dirección porque es muy atrayente, e influyen muchos factores que no me permiten ver cuánto lo disfruto, pero realmente me gusta.

–Siendo adolescente pasaste por un cambio de vida drástico al llegar a Buenos Aires, cuéntanos.

–Sí, fue un cambio radical; había salido pocas veces de Durango (con ocasión de algún concurso), aunque la verdad casi no hacía nada fuera de Analco, mi barrio, pero durante toda mi carrera musical no salí nunca, y de repente llegar a una ciudad tan grande como Buenos Aires, donde el hecho de que hablen español no garantiza nada, y las costumbres son totalmente distintas, la gente me pareció como de otro planeta, por decirlo así, es el otro extremo del mundo, aparte de todo el movimiento cultural que hay, y me costó adaptarme. Tenía 15 años, era muy joven; mi madre se fue conmigo pero igual para ella fue cosa de irse adaptando. Mi maestra es una persona con un carácter fuerte, y la relación con ella fue muy difícil hasta que pude entrar en la dinámica porque si no hubiera estado estudiando, yo no se cómo hubiera podido sobrevivir, pero finalmente me adapté a las costumbres, ahora tengo a mis amigos, me gusta el tango, me adapté a la cultura, y de hecho ahora la aprecio, tanto que la voy a extrañar cuando la tenga que dejar; ya me encariñé con el lugar.

Miguel Ángel Burciaga aunque parece tímido, es un gran conversador, como es evidente. No esconde barajas bajo la mesa, se declara adicto a la buena comida mexicana y también se asume como una persona feliz: “una de las ventajas que tiene la música es que lo que se aprende no está en los libros, pero por las necesidades del mundo moderno es importante tener un título, y por eso entré a la carrera, donde de entrada le dicen a uno que para solventar el gasto y tener una beca debe esforzarse, y es lo que hice. Ahora puedo asegurar que soy una persona muy feliz. Me consta”.

–¿Buenos Aires es otro mundo?

–En Buenos Aires no hay maíz, no hay frijol y no hay chile… Allá no duermen. En la noche la ciudad está totalmente activa, y ¡nadie se ve desvelado! Por cualquier cosa saltan, se pelean en cualquier instante… y en cambio a mí me dicen que soy muy tranquilo, que nunca me enojo.

–¿Cuáles son tus compositores preferidos?

Miguel Ángel Burciaga. Fotografía de Eugenia Montalván.

Miguel Ángel Burciaga. Fotografía de Eugenia Montalván.

–El que más admiro por lo que hizo es Bach, y me gusta todo; soy totalmente parcial para evaluar su música porque a mí me fascina, pero lógicamente otro músico que me entusiasma mucho es Beethoven, de hecho en el piano es uno de los que más he interpretado, y elegí la 7ª Sinfonía para mi debut porque me identifico mucho con él; no sé si en el carácter tengamos algo en común, yo creo que no, pero sí coincido con la fuerza que todo el tiempo le invade, esa expresión, esa tirada hacia delante con la que movió a su sociedad y rompió paradigmas. Otra persona impresionante es Mozart, considerado por todos el gran genio de la música, y tienen razón, nadie pudo haber hecho lo que hizo él en tan poco tiempo y con esa perfección; yendo más adelante uno de los compositores que más admiro es Debussy, lo interpreto bastante en el piano, y me sorprende cómo revolucionó la música y le abrió paso en el siglo XX. Me fascinan casi todos los compositores rusos de finales del siglo XIX; los tachan de anticuados, pero su música expresa algo más lejos de una estética o una técnica. Obviamente el revolucionario Stravinski y, bueno, particularmente me fascina la música de Revueltas; de hecho, una entre las miles de rezones que tuve para escoger la carrera fue poder interpretar como director la música de Revueltas porque él no hizo nada para piano, y lo único que podría llegar a interpretar es la música sinfónica que compuso, extraordinaria y nada fácil. ¡Ojalá pudiera algún día hacerlo! Es muy reconocido en todo el mundo, no pocas personas han dicho que es el mejor músico que dio Latinoamérica.

–Dinos más de Silvestre, ándale…

–Es una persona totalmente singular. Estaba enamorado de México. No llevó al nacionalismo una copia de lo que hacían otros compositores; él disfrutaba ver una banda de pueblo, meterse a un baile en cualquier región o ciudad, y escuchar a los músicos que aprenden de oído, eso era lo que a él le apasionaba, y es la música que tenía impregnada; cuando hicieron estudios de sus obras se dijo que nunca copió ninguna melodía, todas las inventaba y salían como si fuera un mariachi o del director de una banda de pueblo; el humor de Revueltas es singular, encarna el humor mexicano, pues la risa es uno de nuestros más grandes valores. Revueltas lo demostró, por ejemplo, cuando murió García Lorca; muchos artistas le hicieron homenajes luctuosos a través de una obra dramática y desgarradora, pero Revueltas, en cambio, planteó un funeral al estilo mexicano, con los borrachos llegando riéndose, el mariachi desafinado, las notas infantiles burlonas y resultó una de las obras más geniales; admiro esa actitud: ir en contra de todo y decir “yo compongo música y espero que les guste”, sin tratar de congeniarse con los altos intelectuales. A una persona tan grandiosa como él no le preocupaba nada más; de hecho, renuncia a ser director del conservatorio porque no tenía tiempo para componer, y eso no lo haría nadie; es una personalidad, lo único que lamento es su muerte tan prematura, ¡debió haber vivido cien años!

–Por último, define felicidad.

–Se es feliz cuando uno entiende su entorno, con sus problemas y virtudes y sabe cuál es su posición para aportar un granito de arena; también se es feliz cuando se conoce la amistad, y también estando satisfecho con lo que uno tiene. Pero, además, mientras yo pueda hacer música, que es lo que realmente me preocupa, voy a estar bien.

Miguel Ángel tiene un teléfono prestado durante su estancia en Durango. Su número de Buenos Aires no me lo dio, sin embargo, su correo electrónico está disponible para todos:miguel.burciaga92@hotmail.com

 


Autores
Es autora del libro Premio Casa de las Américas. 50 años – 11 entrevistas, investigación con la que se tituló como antropóloga con especialidad en lingüística y literatura por la Universidad Autónoma de Yucatán. Para 2014 prepara un libro testimonial sobre los contrastes culturales entre Yucatán y Durango, proyecto que surgió por iniciativa del programa Tierra Adentro.