Tierra Adentro

Titulo: Derrota de mar

Autor: Marco Antonio Murillo

Editorial: Jaguar ediciones

Lugar y Año: Colombia, 2019

Afirman que mucho se ha escrito sobre el agua, y es cierto; la exploración poética de este elemento se ha convertido en un tema común en la escritura de algunas regiones mexicanas, sea por la cercanía al asunto, o bien, por la popularidad que autores como Francisco Cervantes, José Luis Rivas o Juan Domingo Argüelles han dado. No obstante, existen propuestas que dan un giro novedoso a la inspección alrededor de la naturaleza, pues en su complejidad, las inquietudes al respecto no se terminan.

Derrota de mar (Jaguar Ediciones, 2019), el libro más reciente de Marco Antonio Murillo, plantea un diálogo entre un personaje que a veces es narrador y el agua en sus formas y contradicciones. En la obra de Murillo, dicho elemento natural es visto como un ser que toma varios cuerpos, con carácter e impulsos propios. En este escenario, perder el equilibrio en el tratamiento del contenido puede suceder con relativa facilidad. Sin embargo, el autor se mantiene en la línea y nos entrega un escrito sensible y de claridad inestimable.

Dice Thierry Juteau, geólogo francés, que solamente se conoce alrededor del 5%  de los océanos. Siendo que el 70% de nuestro planeta está cubierto por océanos y ríos, ¿realmente se nos acabaron las formas para representarlos? Murillo demuestra que no en su libro fragmentado en retratos del agua. Entonces vemos, por momentos, un mar temperamental, destructor; en otras ocasiones es un arroyo calmo y suave, fuente de vida y compañero.

Con certeza, el que quiera escribir sobre el mar, lo hará a la manera de un oceanógrafo: con la premisa de que quizás encuentre algo sin conocer qué. Ya decía Jacques Cousteau que, de haber sabido lo que hallaría en sus expediciones submarinas, no hubiera ido. La incertidumbre es el impulso de lanzarse al agua, y a su literatura.

En este sentido, Derrota de mar es el resultado de una expedición larga y consciente. El mar, a veces río, a veces caudal, es un escenario con posibilidades de acción simultánea: un clavadista en inmersión, pájaros construyen nidos, un ebanista talla un barco, alguien encuentra una carta. El océano permite la recreación de la belleza y, en ocasiones, es partícipe del desastre. El agua unifica a las criaturas de este poemario y las que viven más allá de sus límites.

Existen, a lo largo de la obra, varios puntos líricos en donde Murillo guía la exploración del lenguaje como un sitio lleno de imágenes y sonoridades, reconocibles también en la lectura de poetas como Saint John Perse y José Carlos Becerra. Sus ecos saltan como fauna marítima y dan luz a la construcción de los versos.

“Mar en junio” es la parte más contemplativa y aquí se escribe lo que ocurre en la superficie del elemento protagonista. La convivencia entre las formas de vida que están dentro y fuera de él. Frente a ese escenario, uno se cuestiona si aquello es imaginario o existe a pesar de la observación. Este ejercicio sirve como un puente hacia lo que viene después.

Hacia el final, leemos “Carta de relación”, un poema largo que a manera de relatoría –como lo hacían los exploradores– cuenta lo que pasa luego de un desastre. El paso del huracán es la metáfora en la que se gesta otro desastre impalpable: la forma en que dos naturalezas distintas se erosionan y se desgastan, como ocurre con la mayoría de los vínculos humanos.

El amor es tifón y calamidad. Entra en las intimidades, destruye nuestros lugares seguros, nos despoja de todo, nos derrota. Lo único posible, después, sería tomar lo que quede y comenzar a reconstruir. Luego de la ruina, Derek Walcott celebraría que aún estamos vivos. El lector se convierte en un náufrago que ha sobrevivido a la belleza y los anversos del agua, alguien que contempla el fracaso y revive sus batallas perdidas.

Derrota de mar es un libro que va más allá de la exploración de su elemento principal. El cuaderno de viaje de Marco Murillo confronta al protagonista de la historia y a quien la lee. Las pérdidas deben ser contadas por su valía y lo que dejan en nosotros; es así que, como en los océanos, nos sumergimos en las emociones que nos deja el desastre.