Tierra Adentro

Los teléfonos celulares son también vehículos para conservar nuestra memoria y, desde luego, para transmitir conocimiento. Ojo voz es una aplicación desarrollada por Eugenio Tisselli, quien ha trabajado proyectos de arte social en distintos lugares del mundo. Esta es la memoria de dos poblaciones de la Sierra Mixe, en el corazón del estado de Oaxaca, de su vida cotidiana, su lengua y sus cultivos, que se hace presente en el sitio web: http://ojosdelamilpa.net.

“Así es el trabajo, va uno de poco a poco, no aprende uno de golpe sino que es de a como vayamos trabajando, y pues así es como vamos aprendiendo, así es como desarrollamos nuestro trabajo aquí”. 10 de abril de 2012. Rancho Juquila, Santa María Tlahuitoltepec, Sierra Mixe, Oaxaca. Fragmento de una conversación grabada. 

Encuentro en estas palabras dichas en la milpa la riqueza de lo simple, que se parece mucho a la riqueza de lo complejo. Y contrapongo ambas a la medianía gris del lenguaje cotidiano, tan lleno de automatismos, tan vacío a la vez. El proyecto Los ojos de la milpa es una memoria comunitaria creada por familias de los ranchos Juquila y Santa Ana, en la comunidad de Santa María Tlahuitoltepec, ubicada en el corazón de la Sierra Mixe de Oaxaca. Es un sitio web que se despliega como la memoria, hay imágenes y voces, capturadas a través de teléfonos celulares usados por los pobladores de la Sierra Mixe, quienes narran con sus propias voces en  sus propias palabras y eligen de acuerdo a su propio parecer, imágenes que documentan lo que sucede en las milpas y sus alrededores. Así, vemos que allí crecen maíz, frijol y calabaza, y también árboles frutales: duraznos y manzanos, que juegan un papel muy especial. En Tlahui, como lo nombran afectuosamente los que están familiarizados con el paisaje, casi todas las milpas se siembran en laderas, y por ello son vulnerables a la erosión causada por las lluvias, que suelen caer con fuerza. Los árboles, plantados en hileras, forman lo que se conoce como “barrera viva”, que ayuda a detener los escurrimientos y protege la tierra.

Los duraznos y los manzanos ayudan también a capturar carbono de la atmósfera. Y, si se cuidan bien, dan sus frutos cada temporada. ¿Por qué usar teléfonos para documentar todo esto? Porque plantar árboles en la milpa es algo nuevo, y hay que aprender cómo hacerlo bien. Hay que probar y observar. Hay que podar, hay que hacer el raleo. Este conjunto de técnicas, conocido como MIAF (Milpa Intercalada con Árboles Frutales), fue desarrollado por agrónomos del Colegio de Posgraduados,  en Chapingo. Desde hace algunos años se propuso a la comunidad de Tlahui, y algunas familias decidieron adoptarlo. Los ojos de la milpa es un testimonio de cómo se trabajan estas nuevas técnicas, de cómo se aprenden. Es una forma de dar ojos y voz a quienes, desde la milpa, nos cuentan su quehacer.

“Aquí estamos trabajando. Así lo requieren los duraznales, hay que estar aflojándoles la tierra y revisarlos, trabajar constantemente. Sólo así los duraznos se darán bien y sólo así podremos obtener dinero de ellos. Ha quedado constancia (por medio de la fotografía) para que todos trabajemos así, aunque esté haciendo calor; ¿qué podemos hacerle?” 21 de febrero de 2012. Transcripción de un mensaje grabado en Rancho Juquila.

Ante el auge de la agricultura industrial, los pequeños productores no pueden competir contra la mecanización de la producción de alimentos a gran escala, razón por la que muchas veces se ven forzados a migrar, a abandonar sus tierras y a ver cómo se desintegran sus comunidades. No cabría todo lo que hay que decir al respecto en este artículo, pero creo que estas terribles externalidades sociales y económicas, que algún día pagaremos, son motivo suficiente para querer acercarse a la tierra, a la raíz de nuestro alimento, y a las manos que saben hacerlo crecer. Acercarse pues, para juntar nuestras fuerzas y defender.

Durante un año y medio, en Los ojos de la milpa se capturaron imágenes y grabaciones que narran la siembra, la fertilización, las podas de invierno y de verano. Encontramos trabajo, problemas, plagas, remedios, cosechas y, sobre todo, un conocimiento vivo que crece fuera de los “centros del saber”. No podemos ignorar los saberes de aquellos que han trabajado y cuidado la tierra durante generaciones. No es lícito seguir pensando que la única fuente legítima de conocimiento son los sabios y sus aparatos: la mujer y el hombre común también tienen derecho a entablar un diálogo directo con el mundo. Desde Tlahui, este diálogo se escucha y se lee en lengua mixe. Para preparar la página web de Los ojos de la milpa se hizo un gran esfuerzo por transcribir y traducir las grabaciones hechas por la gente de Juquila y Santa Ana. Lo considero un logro importante de los lingüistas del colmix y, a pesar de que aún no se establece como institución, el Colegio Mixe congrega a personas que, con su trabajo diario, estudian y documentan la lengua mixe.

Lo que nos muestran los participantes de Los ojos de la milpa es la tensión silenciosa que hay entre una cultura ligada a la tierra y la llegada intempestiva de lo moderno, en forma de tecnologías como fertilizantes o pesticidas químicos. O el propio teléfono celular. No se trata de rechazar estas tecnologías, sino de usarlas de manera recíproca con el antiguo conocimiento, ser críticos ante su uso. Tener los ojos bien abiertos ante lo que llega y, si es necesario, resistírsele. Existir es resistir, y se existe de diferentes maneras. Los ojos de la milpa es también una forma de existir de cara a un mundo conectado, y de darle a conocer lo que crece en las tierras altas de la región mixe.

“…que el maíz germine y se dé bien, que las condiciones climáticas sean favorables para el crecimiento del maíz; esto es lo que yo pido, hermanos, hermanas, compadres, reciban este tepache. ¡Salud! … hemos venido a darles nuestras manos y nuestros pies, en la medida en la que el Dador y Creador de vida nos lo permite, y así le pedimos que nos brinde su ayuda y su protección…” 3 de abril de 2012. Fragmentos de la ceremonia de la siembra, transcripción de una ceremonia grabada en Rancho Juquila.