Las entrañas del ser humano tienen su propia dramaturgia
En días pasados, la editorial El Milagro presentó sus nuevas publicaciones dentro de la colección “Teatro Emergente”; cuatro nuevos títulos de entre los que destaca Florilegio de teatro psicotrónico, del dramaturgo y guionista Luis Alcocer Guerrero.
Este florilegio conjuga dos de las más grandes pasiones del autor: el cine piscotrónico y el teatro del Gran Guiñol, dando como resultado una dramaturgia con una plástica grotesca de alta calidad, impregnada del humor negro necesario para hacer un balance perfecto, mismo que lo aleja inmediatamente de cualquier cosa que actualmente se haga en el panorama nacional.
Esta publicación contiene cinco obras cortas que fueron trabajadas a lo largo de diez años, reescritas una y otra vez y, llevadas al escenario en dos ocasiones: la primera, hace cuatro años, con un montaje y la segunda en una lectura dramatizada, dirigida por Alcocer, en noviembre de este años, en el ciclo que el mismo teatro El Milagro hace para dar a conocer nuevos autores. En ambos casos, todas y cada una de las obras fueron representadas por hombres, un acierto, ya que en los cinco textos, la figura femenina es el eje rector de la acción dramática. Detengámonos brevemente en cada una de ellas para que el posible lector sepa a lo que se enfrenta.
Antiguamente las vaginas tenían dientes y salían de noche a comer por los campos es la primer obra corta que aparece ante los lectores. Definida por el propio autor como una Farsa psicotrónica para artefactos y actores, en ella, se explora el alcance y el juego de la acotación, al no incluir ningún diálogo y centrarse en las acciones pero además -y he aquí lo verdaderamente importante- explora al sonido como un elemento dramático crucial en la historia.
Todo sucede en la sala de una familia que disfruta ver televisión y todo se desata por el zumbido insoportable de una mosca. Una obra que representa un reto importante tanto para el receptor como para el director que la tenga entre sus manos.
La hora del té o un encuentro transformador es el segundo texto que desfila por esta pasarela y recuerda por mucho, al ambiente lúgubre que impregnaba las películas de Carlos Enrique Taboada, en dónde los personajes habitaban casonas en decadencia y eran presa de las más extrañas situaciones. Aquí, Luis Alcocer, plantea la relación entre un posible inquilino y una casera con un particular gusto por los autómatas y la taxidermia; con resultados predecibles y por lo mismo, escalofriantes, pues nos convierte en testigos de un desenlace largamente anunciado
En No se lo cuente a su madre, una vez más, el dramaturgo se sumerge en la relación de una mujer mayor y un hombre joven que irrumpe en sus dominios, sin embargo, aquí se apuesta totalmente al uso del humor negro y a una resolución llevada al extremo, que lejos de resultar inverosímil, termina por ser el remate perfecto.
¿Qué hacemos con mamá? Es para mi gusto, la mejor obra de todas y la que mejor representa la afirmación hecha por Luis Alcocer en sus sugerencias al inicio del libro: “las entrañas del ser humano tienen su propia dramaturgia, su tempo y ritmo, y, generalmente, se niegan a adaptarse a los requerimientos del arte”.
¿Qué hacemos con mamá? Narra una celebración del diez de mayo en la que unas hermanas se reúnen con sus parejas para festejar a Finarda, su madre, una anciana que lo único que desea es encontrar a su amado hijo Fernando al que lleva años sin ver. La metáfora de tal búsqueda no podía ser más idónea. pues Finarda busca a su hijo dentro de sus entrañas, lo que la hace caminar con los intestinos de fuera por toda la casa mientras pronuncia el nombre del que se fue y que nunca regresará.
Por último, El perverso poliformo juega con el cambio de roles en una sociedad en donde un maquiavélico niño tiene que pagar las consecuencias de seducir a un inocente conserje de escuela que sufre al extrañar a su difunta esposa.
Florilegio de teatro psicotrónico es sin duda una fina muestra de lo grotesco en el teatro pero además, un desfile de personajes solitarios que buscan a su manera, encontrar las respuestas al dolor que sienten por lo perdido; sobre todo, es un estudio bastante peculiar sobre las relaciones madre-hijo.
Con este libro, Luis Alcocer Guerrero aparece en la dramaturgia nacional para llenar un espacio poco explorado hasta ahora y que resultaba indispensable ocupar. Valdrá la pena estar al pendiente de sus próximos movimientos, ya que se perfila como uno de esos extraños casos que sobresalen no sólo por su calidad sino por la peculiaridad de su poética y por la fuerza de su mundo interno.