Lado B
Un día, uno se despierta y descubre que quiere ser escritor, o en el caso que nos concierne, dramaturgo. Si se tiene la suerte de ser aún muy joven, se puede encaminar el rumbo y ver cuál es la opción que más le conviene. Por fortuna, en la última década se ha dado una proliferación de carreras que ayudan en mucho al proceso formativo de los aspirantes a escribir teatro y digo que ayudan porque dicho brote de escuelas se han centrado en la actuación; la Universidad Anáhuac y la Universidad de Londres son algunos ejemplos de escuelas privadas que en fechas recientes decidieron embarcarse en esta aventura. De igual forma, la muy esperada maestría en Dirección Escénica de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) está por despedir a su primera generación y recibir a la segunda. Por otro lado, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) incluye en su lista de materias la de Dramaturgia en la licenciatura en Creación Literaria y aunque no se centra sólo en ello, se puede profundizar en el estudio dramático.
¿Pero qué sucede si uno empieza tarde, cuando ya tiene una carrera o cuando el peso de las obligaciones cotidianas, o incluso la prohibición de los padres, impiden tener un proceso formativo escolarizado? La respuesta es simple: asistir a talleres y cursos.
Veamos algunas propuestas:
El Centro Cultural Helénico constantemente programa cursos en los que un dramaturgo proporciona las técnicas que le ha costado años pulir; gente como Marco Antonio de la Parra y Carmina Narro han pasado por esta institución y quienes han tenido la oportunidad de aprender de ellos saben que valen mucho la pena.
Ápeiron Teatro también ofrece una gama que incluye el estudio específico de géneros y obras desde la perspectiva del análisis del texto, enfoque que en mucho enriquece la escritura. Las clases de Fernando Martínez Monroy, director general de dicho centro, son imperdibles para todo aquel que quiere estudiar arte dramático.
Sin embargo, es importante que antes de decidirte por tomar un curso investigues muy bien la formación del que lo imparte y con esto no me refiero a si es licenciado, maestro o doctor, o cuantas obras ha montado, o la cantidad de libros que ha publicado, pregunta entre tus conocidos cuáles han sido a su vez sus maestros, quiénes lo han guiado; eso siempre es una garantía y hablará bien o mal de él. No lo dudes.
Y sobre todo, ten desconfianza de aquel que en ese mismo año o el anterior ganó un premio de dramaturgia y no ha tenido nada más, ni otros cursos o talleres y de buenas a primeras tiene la soberbia suficiente para creer que eso lo acredita para enseñar. Es tu formación la que está en juego y si realmente amas al teatro te va la vida en ello.
Los talleres son parte fundamental de todo escritor, allí se tiene la oportunidad de compartir con otros el trabajo y retroalimentarse. Claro que para que esto funcione es indispensable contar con un buen coordinador que sea capaz de localizar los puntos débiles, las virtudes del texto y además respetar el mundo interno del que lo escribe; por otro lado, estar abierto a la crítica y tener compañeros honestos que puedan separar la amistad de la producción literaria es vital para que se obtenga buenos resultados.
Existe un puñado, al menos en el D.F. que vale mucho la pena: el ya mítico taller de Vicente Leñero, al que hay que hacer fila para entrar y que no sólo se centra en la dramaturgia, sino en el guión cinematográfico y la narrativa; el Foro Shakespeare ofrece el que imparte Estela Leñero y para beneplácito de todos, poco a poco tenemos más espacios; en últimas fechas, para muestra, el Centro Cultural Carretera 45 dedica gran parte de su oferta a la dramaturgia.
Pero sin duda, uno de los más destacados y recomendable es el impartido por Ximena Escalante en el Teatro La Capilla, taller que se ha ido posicionando a lo largo de los años por la calidad que proporciona. Durante casi un año, los alumnos asisten y tiene la oportunidad de escuchar sus textos de viva voz con actores especialistas en lecturas dramatizadas, y ver inmediatamente si estos funcionan o no para la escena. Esta dinámica permite el crecimiento del dramaturgo a través del enfrentamiento directo con el escenario y si tiene perseverancia, acaba una obra completa con la posibilidad de publicarla en la editorial Los textos de la Capilla.
¿Cuál es la opción que más te conviene? La respuesta de nuevo es fácil, debes elegir aquella que se adapte a la necesidad que tu escritura tiene en ese momento en particular, ya sea que busques acercarte a un autor en específico, al que sólo quieres escuchar o tengas inquietud por un recurso o una corriente.
Lo más importante siempre será la búsqueda creativa. Lo demás, es aspaviento.