La orfandad de la muerte, de Alfredo Peñuelas Rivas
Titulo: La orfandad de la muerte
Autor: Alfredo Peñuelas Rivas
Editorial: Jus/Conaculta
Lugar y Año: México, 2014
Hay una librería de viejo en la calle de Donceles que tiene un librero de madera bastante amplio, donde todos los relatos de viajes han hecho parada las últimas décadas. Los mercadólogos de la librería decidieron colocar un cartel sobre aquella pila con el título “viajes viajeros”, para que nadie dude de su contenido. La última vez que visité ese librero me hice una pregunta ociosa, ¿cuántas personas viajan por el mundo con una pluma y papel (o computadoras, como sea) listos para usarse? Luego de haber leído La orfandad de la muerte, reciente novela de Alfredo Peñuelas Rivas, no pude evitar preguntarme, ¿cuántas personas que practican esta escritura kilométrica han narrado lo peor de sí mismos?
Alfredo sale de México para estudiar un máster de literatura en la Universitat Pompeu Fabra, en Barcelona. Una tarde, cuando paseaba cerca de la playa, encontró a un hombre con aspecto de vagabundo que le preguntó por el mar. Caminaron juntos, platicaron unas cuantas horas. Sus vidas eran muy similares: compartían el mismo nombre, estaban en Europa casi por las mismas razones y ambos dejaron a sus parejas en la misma ciudad de otro continente. Compartieron días, se separaron, y, sin planearlo, volvieron a reencontrarse meses después. Fueron a un bar y el otro Alfredo le entregó un diario en el que había recolectado sus memorias. La primera página decía “Diario de la orfandad de la muerte”. Era una historia que podría ser la historia de ambos, le advirtió. Alfredo usó este diario como proyecto para su máster, cambió unas cosas, apropió otras.
Además de Alfredo Peñuelas Rivas el autor, se encuentran otros dos Alfredos: el estudiante que está de viaje en Barcelona y París, y el hombre que le regala sus diarios al estudiante. Hay un tiempo para la voz de cada uno, pero también llegan a mezclarse en un ambiente delirante musicalizado por The Doors. Si bien esta autoficción peca de metatextualidad, y a veces es difícil saber qué Alfredo está hablando, todas las historias terminan en el mismo sitio: la frustración de un hombre que no sabe lo que busca porque siempre llega tarde a sí mismo.
Moverse en los tiempos de la memoria puede resultar confuso, los recuerdos evitan contarse en una línea del tiempo. Para el doctor Peñuelas, salir del país significó separarse de sus referentes e iniciar otras historias; sin embargo, cada página de los diarios lo devuelven agresivamente a su pasado. Ambos personajes se reconocen lastimosamente en los eventos de todo aquello que ya no existe. “¿Qué es lo que buscas cuando buscas?” es la pregunta que acompaña de principio a fin esta obra. La orfandad de la muerte disuelve la imagen romántica de todo flâneur.
El recorrido por Europa representa un reencuentro con el padre que le relató todas las aventuras del viejo continente. Cada capítulo es un breve ensayo de la soledad y el desamor. El fantasma de una Elena-Penélope, su esposa, es la voz que se intercala en los ensayos. Ella, desde el otro lado del océano, le reprocha sumisamente mediante misivas. “¿Qué es lo que buscas cuando buscas?” le pregunta a través de las cartas que Alfredo no responde.
La orfandad de la muerte posee tantas referencias que no hay duda de que es un relato de viajes que le tomó varios años al autor, y no me doy espacio aquí para mencionar un pequeño porcentaje. Aun cuando los personajes tienen experiencias desgastantes, en la obra hay un impulso ansioso por la esperanza de encontrar algo. “Quien viaja se prepara a sí mismo para la trascendencia”, dice el narrador (pues algo tiene que funcionar de la predisposición). En su estancia en el extranjero, Alfredo no sólo intenta abarcar más pedazos de tierra con las plantas de los pies, se da cuenta de que habitar y darle un territorio estable a los propios pensamientos será siempre más complejo que viajar por el mundo.