La lucha por la realidad es un fracaso
Titulo: Bowie
Autor: Simon Critchley
Editorial: Sexto Piso
Lugar y Año: México, 2016
Apenas rebasábamos la primera mitad de 2016 y el conteo de muertes de músicos sumaba ya a tres de los más importantes genios del siglo XX. El 17 de julio, Alan Vega, líder de Suicide y uno de los artífices de lo que llegaría a ser el punk, abandonó este plano existencial mientras dormía en su cama, tal y como dio a conocer su amigo Henry Rollins, músico y presentador. Sólo tres meses antes, el 21 de abril, despertamos con la noticia de la muerte de Prince. Los días que siguieron fueron de especulaciones, hasta que se dio a conocer que la causa de la muerte fue una sobredosis de analgésicos opiáceos para tratar dolores en la cadera.
Pero, sin duda, la muerte que más nos entristece es la de David Bowie. No hay parangón. A todos nos tomó por sorpresa, pues tan solo dos días antes de su fallecimiento (el 10 de enero) The White Duke estrenaba álbum: Blackstar. Apenas habíamos empezado a masticar las canciones que lo componían y a comentar sobre el largo video de “Blackstar” cuando llegó la mala noticia.
Por lo menos tuvimos un fin de semana para escucharlo. Recordé una frase que había leído en El buda de los suburbios, aquella brutalidad de Hanif Kureishi: “Hubiera querido que mi vida empezara entonces, en aquel preciso instante, cuando estaba preparado para ello”.
Ahora sabemos que el video y la canción misma no eran crípticos, sino muy directos y prácticamente literales. Dice en una parte:
«Something happened on the day he died
Spirit rose a metre then stepped aside
Somebody else took his place, and bravely cried
(I’m a blackstar, I’m a blackstar)»
“Evidentemente, en particular desde su muerte, vamos a interpretar cualquier cosa que Bowie hiciese en sus últimos años como una alegoría autobiográfica”, afirma el filósofo inglés Simon Critchley, autor del estudio sobre Bowie que acaba de publicar Sexto Piso. Escrito en un lapso de dos semanas, el libro es un ejercicio en la técnica de cut-up de William Burroughs que el mismo White Duke llegara a ejercitar. Es un rápido repaso analítico sobre la figura de quien sin duda fue uno de los artistas más versátiles y misteriosos del siglo XX y lo que va del XXI, sobre su autenticidad y la de su música. La teatralidad y su rebuscado proceso creativo. “¿No debería la música auténtica surgir directamente del corazón, subir por las cuerdas vocales y meterse en nuestros oídos expectantes?” se pregunta Critchley en el capítulo titulado “Soy un pelmazo heideggeriano”, donde, a partir de una anécdota de Robert Fripp, cuestiona la naturalidad de la creación de Bowie. En ella ensaya deliberadamente la emoción que debe transmitir su voz en una pista. Pero, explica, “el genio de Bowie reside en el meticuloso encaje del sentimiento con la música por medio de la voz.”
Para explicarse lo sucedido entre el viernes 8 y el lunes 10 de enero, nos recuerda el video de “Lazarus”, otro sencillo de Blackstar.
Critchley recurre a la figura de Lázaro, el personaje bíblico que es resucitado por Jesús y que, al salir de su tumba en Betania, porta un sudario que cubre sus ojos.
Así como aparece Bowie en ambos videos. “¿Es Bowie Lázaro?”, se pregunta el autor. “Es por eso que escogió este último personaje para despedirse de nosotros?”. Detengámonos a apreciar el siguiente clip.
En este libro, Critchley hace un rápido repaso por la palabra “Bowie” y la define, o eso intenta. Desde la filosofía, pero, naturalmente, también desde la autobiografía. Porque no hay un buen análisis crítico sobre un músico si no incluya una anécdota de cómo el autor se robó un disco del artista o banda a analizar. “Ninguna persona me ha proporcionado tanto placer como David Bowie a lo largo de mi vida”, confiesa. Justo como nos ha pasado a todos. Bowie ocupa, de alguna u otra forma, un amplio espacio de nuestras almas.
Regresé a escuchar el playlist de Bowie que armé hace un par de años y puse en primer lugar “Lazarus”, que como cierre es un buen inicio. Aquí se los dejo: