Tierra Adentro

– ¿Cómo se llama el establecimiento?

– Originalmente era la Pizzería Kamikaze pero eso hubiera convertido esta referencia en un pésimo plagio de Edgar Keret.

– ¿Y para qué hay una referencia a Keret?

– Nomás, por lo del suicidio, es más fácil colocarnos en un sitio previamente construido.

– ¿Y cómo se llama ahora?

– Tortas Doña Juanita.

– ¿Estamos en México?

– Estamos muertos.

– En Colombia hay muchos muertos.

– Acá también. Quiero aprovechar para felicitar a las drogas por ganar la guerra contra las drogas.

– Salud por eso. 

– Salud por la muerte. 

– Y por el suicidio.

– ¿Tú si querías suicidarte?

– A veces.

***

– ¿Y tú si querías suicidarte?

– A veces.

– ¿Al momento de hacerlo?

– Sí.

– ¿No tuvo qué ver el ácido?

– Por supuesto.

– ¿Entonces?

– Hay muchos factores de por medio, casi siempre morimos insatisfechos.

– ¿Qué querías alcanzar?

– Aún no lo sé.

– Pero estabas contándome de que viste a Andrés Caicedo y Gerardo Arana en el otro lado.

– Ah sí, yo escuchaba su conversación desde otra mesa.

– ¿Y qué más dijeron?

– No te lo puedo transcribir porque eso no le haría justicia a la jerga colombiana, pero te puedo contar de qué trató la conversación.

– ¿De qué trató?

– De que los pájaros son un color del aire.

– No mames.

– Neta.

– ¿Qué más dijeron?

– Una cosa muy importante.

– ¿Qué cosa?

– Es algo importantísimo.

– ¿Pero qué es?

– Antes tienes que entender otras cosas

– ¿Cómo qué?

– ¿Qué similitud tenían aparte de matarse a los 25 y haber escrito una novela?

– ¿La música?

– También, pero algo más.

– ¿Qué cosa?

– Lo mismo que todo el mundo.

– ¿La herida?

– Cabrón, tu mejor amigo regresa de entre los muertos  y te pones a preguntar sobre escritores suicidas en lugar de darme un abrazo.  ¿Qué importa cómo morí o que haya sido poeta? Aquí estoy, pendejo, así como aquí estuve y nos quisimos, ¿no nos seguimos queriendo?

– Lo siento. He estado algo… enajenado desde que te fuiste. Sé que ya van casi cuatro años pero sigo intentando entenderlo ¿Por qué? ¿Por qué ese día? ¿No podías esperar poquito? quizá había alguna forma de hacerte ver que valía la pena vivir.

– ¿Por qué está chido que Caicedo se suicidara pero no yo?

– Caicedo no me duele.

– ¿Y? Yo no le duelo a la hermana de Caicedo. No importa cómo hayamos muerto, estamos muertos, pero alguna vez estuvimos vivos.

– Te quiero.

– Abrázame.

– No puedo.

– ¿Por qué?

– Porque en realidad no estás aquí, estamos en un cuento, tenía que escribir sobre esos weyes pero terminé acordándome de cuando los leíamos en lugar de prestar atención a clase y aquí estoy escribiéndote porque no puedo abrazarte. Estoy hablando con un fantasma.

– Leamos a Caicedo.

“Uno es una trayectoria que erra tratando de recoger las migajas de lo que un día fueron nuestras fuerzas, dejadas por allí de la manera más vil, quién sabe en dónde, o recomendadas (y nunca volver por ellas) a quien no merecía tenerlas. La música es la labor de un espíritu generoso que (con esfuerzo o no) reúne nuestras fuerzas primitivas y nos las ofrece, no para que las recobremos: para dejarnos constancia de que allí todavía andan, las pobrecitas, y que yo les hago falta. Yo soy la fragmentación. La música es cada uno de esos pedacitos que antes tuve en mí y los fui desprendiendo al azar. Yo estoy ante una cosa y pienso en miles. La música es la solución a lo que yo no enfrento, mientras pierdo el tiempo mirando la cosa: un libro (en los que ya no puedo avanzar dos páginas), el sesgo de una falda, de una reja. La música es también, recobrado, el tiempo que yo pierdo.

Me lo señalan ellos, los músicos: cuánto tiempo y cómo y dónde. Yo, inocente y desnuda, soy simple y amable escucha. Ellos llevan las riendas del universo. A mí, con gentileza. Una canción que no envejece es la decisión universal de que mis errores han sido perdonados.”

– Leamos a Arana. 

– Te toca.

“—Yo no creo que sea tan distinto—miró al cielo y se quedó estimando la altura de un edificio — Lo que sucedió, sucede y sigue sucediendo. El hombre sucede. En el hombre se reúnen todas las cosas y todos los tiempos, todas las edades se resumen en su conformación, todo está a su alcance, siempre ha estado a su alcance, se ha cumplido el gran proyecto de Diderot. Prometeo es el mito del hombre que se supera a sí mismo. Los ochenta son un mito. El Atari, el Ms- dos, el Windows 3.1 se han vuelto las ruinas lejanas de una sociedad de avanzada. Tan lejanas como las catacumbas tan extrañas como las máquinas de tortura medieval. Homero y Kerouac tratan los mismos temas. Stan Lee y Esquilo tratan los mismos temas. Literatura y mito. Ahora estamos en uno más de los clímax delirantes de la tierra, de ahora en adelante todo lo que ocurra ocurrirá y lo que no ocurra no ocurrirá.”

– ¿Qué significa eso?

– No mueras pronto, por favor.

– No lo haré.

– Me preocupas, por eso vine.

– ¿De verdad eres tú?

– Dame un abrazo.

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KSI Photography, 2013. Imagen recuperada de Flickr. CC BY 2.0
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