La familia como material literario
Titulo: Mi hermana y yo
Autor: J. R. Ackerley
Traductor: Andrés Barba
Editorial: Sexto Piso
Lugar y Año: Barcelona, 2013
Edición, notas y epílogo : Francis King
La obra de J. R. Ackerley (Londres, Inglaterra, 1896-1967) no llega a media docena de títulos, publicados, además, con varios años entre sí. El mismo Ackerley solía decir que, ante la falta de talento para inventar, tenía que echar mano de sus experiencias personales para contar algo digno de quedar en un libro pero como no le sucedían cosas extraordinarias en la vida casi monótona que llevó durante 30 años como editor literario de Listener en la BBC, eso explicaba un poco sus contados libros y, repito, los largos años entre la aparición de uno y otro. La primera experiencia vital que le sucedió fue cuando participó en la Primera Guerra Mundial, en la que murió su hermano mayor, Peter, al explotarle una granada que lo decapitó, y él fue capturado y estuvo prisionero en Suiza; a partir de ese hecho escribió una obra de teatro: The prisioners of War, montada en 1925. El segundo hecho extraordinario fue cuando E. M. Forster, su mejor amigo, lo recomendó con un marajá hindú para que fuera su acompañante, en los tiempos en los que la India era una colonia británica; de allí nació su primer libro, Hindoo Holiday aparecido en 1932. Fue así como la contada obra de Ackerley se volvió completamente autobiográfica.
En 1956 publicó su segundo libro, Mi perra Tulip (que en 2009 fue adaptada al cine en versión animada); luego su única novela pero siempre autorreferencial, Vales tu peso en oro, en 1960 (Anagrama, 1989), y que también fue llevada a la pantalla grande en 1989. Póstumamente aparecieron Mi padre y yo (1968; Anagrama, 1992) y Mi hermana y yo (1990), que acaba de publicarse por primera vez en español. Que yo sepa, las únicas que no han sido traducidas a nuestra lengua son la obra de teatro e Hindoo Holiday. No obstante, esos pocos libros le valieron un reconocimiento en la literatura inglesa que, con su aparición en lengua española, poco a poco nos ha sido desvelado a los hispanoparlantes.
A la muerte de su madre, en 1946, y aunado a sus constantes fracasos amorosos, Ackerley compró una perra pastor alemán a la que llamó Queenie (también llamada Evie en Vales tu peso en oro o Tulip en Mi perra Tulip). Ackerley ya era un hombre solitario, homosexual frustrado en encontrar al Amigo Ideal y, por lo que puede traslucirse en sus libros, un poco amargado y neurótico, así que en Queenie vio el amor fiel que nunca había conseguido y que le transformó la vida por entero; esa relación de amor fiel de y por un animal la contó en Mi perra Tulip, muchos años antes de películas como Hachiko Monogatari y el remake estadounidense, Hachiko. Cuando Queenie murió en 1961, Ackerley ya había dejado su trabajo en Listener y junto con su hermana Nancy, como antes lo había hecho su madre, se volvieron alcohólicos. Por su parte, en Vales tu peso en oro, que dedicó a su hermana y que fue traducida por Sergio Pitol en una versión muy castiza, relata una de las varias relaciones que tuvo con centenares de hombres (la mayoría de clase baja y de preferencia uniformados: marineros, policías o soldados de la Guardia Real, cuya relación establecía a base de dinero), en este caso con un soldado de la Guardia Real llamado Johnny, con quien se disputa el cariño de la perra Evie y a quien al final se la compró.
Finalmente, en Mi padre y yo reconstruye la vida secreta de Alfred Roger Ackerley: de sus 7 hermanos él era el único guapo así que se volvió un mujeriego, entró a la Guardia Real, se casó y enviudó, luego conoció a dos “amigos”: el señor Ashmore y el conde De Gallatin, a quien le gustaban los uniformados, y con quien entabló un juicio; después inició la empresa de importación de plátano con la que amasó una fortuna y fue conocido como “El rey de los plátanos”; al morir de sífilis en 1929, el hijo descubre que tenía otra familia, una amante con 3 hijas, y que la relación con sus dos amigos tal vez fue más allá de la simple amistad. “Con estos golpes sucesivos –concluye Ackerley–, la sólida imagen del paterfamilias se hizo pedazos”. En algún momento, Ackerley define el libro como “unas memorias de familia”, así que también habla un poco de su madre, una mujer llena de manías, parlanchina y algo infantil que, ya viuda, pasó los últimos 16 años de su vida sin salir de casa, emborrachándose en secreto y que en su demencia senil tenía una mosca como amiga. Pero sobre todo, como lo sugiere el título del libro, trata de la cordial pero distante relación que hubo entre el padre y el único hijo varón que le quedaba y de paso es una exploración del muchacho que fue Ackerley al descubrir su homosexualidad. Mi padre y yo es, como la define King, “una pequeña obra maestra”.
Mi hermana y yo, por tanto, quiere relacionarse desde el juego en el título con ese libro cruel y a la vez impúdico sobre su padre, sin embargo, a diferencia de Mi padre y yo, éste no fue concebido como una obra unitaria, es decir, no fue pensada ni escrita como sí lo fue el de su padre. Mi hermana y yo es un libro armado por su albacea, Francis King, con fragmentos de los diarios (del verano de 1948 al de 1957) que la propia hermana le entregó el mismo día que murió Ackerley. Por otra parte, no creo que haya sido muy afortunado poner el prólogo de la edición inglesa de King como epílogo en esta edición en español, pues es muy útil e ilustrativo sobre lo que Ackerley contará en esa selección de sus diarios y mucho se esclarece desde la visión de una tercera persona que vio muy de cerca cómo convivían.
La relación con los hermanos, ya se sabe, es una de las más difíciles de entablar. A diferencia de su hermano Peter, quien “era, de hecho, todo lo que yo no era, aunque nos llevábamos los dos estupendamente”, como reconoce en Mi padre y yo, con su hermana Nancy la relación fue más hostil y conflictiva. Un factor determinante para que se diera así, eran los celos que ella sentía por su tía Bunny, la hermana menor de su mamá quien murió el mismo año que Queenie. Hacia el final de Vales tu peso en oro, Ackerley cuenta que cuando se iba a trabajar el cuidado de la perra Evie quedaba en manos de una supuesta prima que se muda a su departamento; la prima no es tal sino la tía Bunny. Ackerley cree que su hermana se sentía desplazada y que quien debió mudarse con él era ella y no su tía. Mi hermana y yo, en realidad, cuenta la relación de Ackerley con sus “tres mujeres”: su hermana, su perra y su tía Bunny.
En el caso de Ackerley y su hermana la relación es muy distinta de la que tiene con su perra y con la tía. Nancy, tal y como la retrata él, era caprichosa y manipuladora desde joven. En un momento, después de discutir sobre la posibilidad de que consiga un trabajo, él reflexiona: “No existe trabajo, o al menos que yo sepa, que una mujer tan maleducada, interesada, vanidosa, egoísta, hipocondríaca, perezosa, irresponsable, inútil, ignorante y falta de talento como ella sea capaz de mantener ni una sola semana”. El difícil temperamento de Nancy no le permitía adaptarse a las personas y las circunstancias. Con sus tres medias hermanas, Ackerley confiesa que se llevaba bastante bien, tal vez porque no convivió tanto con ellas, pero ¿cómo habría sido el trato con su hermano de no haber muerto en la guerra? En 1926, Nancy se casó con un estadounidense, tuvo un hijo, Paul, pero poco después se separó, él se llevó al hijo a vivir a Estados Unidos, finalmente se divorció, aunque siempre le exigió una pensión, y se ganó la animadversión de su propio hijo; la única familia que le quedaba era su hermano y su tía. Después, su mal carácter no será muy distinto con la perra, y con la tía es imposible que convivan pues son de “caracteres radicalmente opuestos”. No pocas veces Ackerley acaba compadeciéndose de ella, le carcome la conciencia y cede; le da lástima, confiesa. Tantas reiteraciones sobre el comportamiento de Nancy y sus acciones –incluidos episodios de intento de suicidio–, hacen páginas repetitivas, como en el caso de Queenie en Mi perra Tulip y en Vales tu peso en oro, y la lectura resulta cansina porque cuenta lo mismo una y otra vez (él que se quejaba amargamente de las repeticiones que veía en las clases obreras, en el caso de estos diarios, en Freddie, el soldado de Vales tu peso en oro).
En Mi padre y yo cuenta Ackerley que empezó a escribir un diario a mediados de los años treinta el cual encontró 15 años después y al releerlo lo destruyó. Es de suponer que después escribió otros. Esos diarios le ayudaron para poder escribir sus libros pues varias veces hace referencia a su mala memoria, heredada de su madre, y en no pocas ocasiones tiene que recurrir a ellos para recordar algo o transcribir un diálogo relevante. Como Gide, Julien Green, Mauriac, Isherwood o Pavese, Ackerley fue un prolífico escritor de diarios en los que cuenta sin pudor ni recato su íntima vida diaria. Después de su muerte, paradójicamente, su aborrecida hermana creó el “Premio Ackerley de Autobiografía” en el Reino Unido. Ackerley encontró en su pequeño universo familiar todas las experiencias vitales que no le sucedieron en su vida y que tanto necesitaba para contar algo en un libro. A diferencia de muchos escritores, no se inventó otro yo enigmático para presentarse ante los ojos de sus lectores, no se sublimó en su obra, simplemente se presentó como el hombre y el escritor que era en realidad.