Tierra Adentro
"Celso Piña y su ronda de Bogotá", 2019. Montecruz Foto. C BY-SA 4.0.
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La cumbia tiene sus orígenes en el Caribe, más específicamente en Colombia. Es un ritmo producto de una clara mezcla entre raíces indígenas, africanas y europeas. Al igual que la salsa, al inicio tuvo una presencia fuerte de los tambores africanos, y los instrumentos más comunes de los que se componía eran las maracas, el guache y los pitos. A pesar de tener siglos de historia en el territorio que lo originó, a partir de 1940, este ritmo empezó a comercializarse hacia el resto de Hispanoamérica. En cada país se particularizó, añadiendo ritmos o sonidos característicos del territorio, dando como resultado una diferenciación entre los distintos tipos de cumbia. A partir de 1960, intérpretes como Lisandro Meza, Policarpo Calle o Andrés Landero añadieron el acordeón a los instrumentos habituales en el género, y fue a partir de entonces que el sonido como lo conocemos se popularizó. En México, en esos años, se sumaron a esta innovación grupos como La Perla Colombiana de Félix Olvera, Súper Grupo Colombia y los Guacharacos de Colombia.

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El álbum Barrio bravo de Celso Piña salió a la venta el 15 de mayo de 2001. A manera de sonido de baile popular, “Cumbia sobre el río”, el primero de los doce temas que conforman la producción, inicia con algunas palabras del propio intérprete: Y en el nuevo milenio sigue cabalgando el rebelde del acordeón, Celso Piña y su Ronda Bogotá. De inmediato entra el sonido del acordeón, que fue característico de su obra musical. Vale decir que fue músico autodidacta, que nunca asistió a alguna escuela, y que su experimentación fue completamente empírica, aunque no salida de la nada. Hay que tener en mente que nació y creció en Monterrey, en la zona del Cerro de la Campana, donde inició el movimiento urbano de la cumbia callera. Fue en ese mismo contexto que se creó y popularizó la cumbia rebajada como signo de identidad. Imagino que ahí inició la rebeldía, en la observación de una cultura que tomaba influencias de otros lugares y las hacía propias: temas ralentizados de Lisandro y Christian Meza, Andrés Landero, Aniceto Molina y otros exponentes que cohesionaban una comunidad que existía en circunstancias materiales específicas.

En 1995 empezó a observarse lo que ahora conocemos como Avanzada Regia, una ola de grupos musicales oriundos de Monterrey que ofrecían propuestas con una estética completamente alejada de la música tradicional. Bandas como Control Machete y El Gran Silencio surgieron en esa época. Quizá fue su formación musical más temprana, escuchando lo mismo a The Rolling Stones que a Los Alegres de Terán, lo que le dio a Celso Piña la capacidad de nutrirse de ritmos que parecían no tener nada que ver. Para muestra, basta un botón: Barrio bravo fue producido por Toy Selectah, de Control Machete, y contó con la colaboración de Rubén Albarrán de Café Tacuba, Blanquito Man de King Changó, Gabriel Brosman de Resorte, Poncho Figueroa de Santa Sabina, Lupe Esparza de Bronco y El Gran Silencio. Con este trabajo, se dejó en claro el nivel de fusión que el acordeonista ejecutaría el resto de su vida, sin excluir jamás los sonidos e instrumentos característicos de la cumbia colombiana original, siendo el acordeón el más importante.

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En una entrevista, Celso resume su camino: las serenatas que daba en los setenta; la negativa de su madre ante su inquietud de abandonar un trabajo estable para encaminarse en el lado de la música; la invitación de Julián Villarreal de El Gran Silencio para grabar el disco que produjo Toy Selectah; la negación de la calidad en su trabajo una vez que definió el estilo que mantendría hasta el final. Quizá el fragmento que más me gusta es cuando cuenta que en el radio, siendo él un adolescente, sonaba una canción de cumbia con la predominancia del sonido del acordeón. Así como lo escuchó, sin saber que el instrumento tenía nombre, tomó el aparato y se lo acercó a su padre. Le dijo: oiga, pa, este soy yo. Y así se definió en un sonido y para siempre. Convencido de que, en efecto, era él, defendió la idea de hacerse carrera. Y me resuena tanto y de muchas formas —más allá de las anécdotas, del contexto, de todo lo digno de ser incluido en la historia oficial— esa necesidad de encontrarse, no en otros ni en una trayectoria, sino en algo tan efímero como un sonido. Porque, a cinco años de su muerte, de esa manera trascendió: en un universo musical, nutrido de tantos orígenes, con tantas raíces amalgamadas, que se ha vuelto inconfundible. Y tan contundente, además, que, sin haber nacido en Colombia, Celso Piña se mantiene y se mantendrá como el mayor representante de la cumbia colombiana hecha en México.


Autores
Xóchitl Olivera Lagunes (Ciudad de México, 1985) estudió la carrera de ingeniería agrícola en la UNAM. Ha tomado diferentes talleres de creación literaria. Estudió el diplomado en escritura literaria en Literaria-Centro Mexicano de Escritores. Ha publicado en la revista digital Cronopio y en El Universal. Su primera novela corta, Ojos de gato, se publicó en 2016. Es cofundadora de la revista digital Semillas de Sauce, donde escribe y edita. En 2020 ganó el premio nacional de novela joven José Revueltas.