La conciencia exiliar de una Esperanda. Entrevista con Angelina Muñiz-Huberman, Premio Nacional de Artes y Literatura 2018
Titulo: Los esperandos. Piratas judeoportugueses... y yo
Autor: Angelina Muñiz-Huberman
Editorial: Sefarad Editores
Lugar y Año: España, 2017
El Premio Nacional de Artes y Literatura 2018, el más importante reconocimiento que el gobierno mexicano “entrega a artistas y creadores que por sus producciones o trabajos docentes, de investigación o de divulgación, han contribuido a enriquecer el acervo cultural del país”, acaba de ser conferido, en el área de Lingüística y Literatura, a Angelina Muñiz-Huberman. Conforme el comunicado institucional, se distingue esta trayectoria que incluye alrededor de cincuenta libros publicados, “por sus investigaciones en literatura hispanohebrea medieval, novela neohistórica, estudios de la mística sefaradí en la literatura mexicana y por la creación del género de las seudomemorias”.
Nos unimos a la celebración por este reconocimiento y presentamos esta conversación donde se busca desentrañar las raíces profundas que dan origen a esta escritura y pensamiento, ya fundamentales en nuestras letras hispanomexicanas.
I.- El secreto Casar de Salamanca
Hubiera querido
antes de nacer que es antes de morir,
estar en Hyères.
El 29 de diciembre nací en Hyères
y cinco días después
empapaba de llanto el tren
que de nacer me llevaba al morir…[1]
Cinco días en Hyères, sur de Francia, la Provenza de los cátaros, los gnósticos y los cabalistas, el mejor lugar de llegada al mundo para una kabbaliste initieé, como la autora; Hyères, la custodiada por una hermética Torre de los Templarios; Hyères, población donde, embarazada de Angelina, había llegado su madre con su hijo de seis años tras estallar la Guerra Civil Española mientras que su esposo, padre de la autora, reconocido escritor y periodista que había entrevistado “a los grandes escritores de su época, desde Federico García Lorca, Pío Baroja, Valle-Inclán, Neruda…”,[2] permanecía en su país cubriendo la guerra.
Cinco días de nacida y, “eso debió ser a principios de enero de 1937”, dice la escritora, su madre toma, junto con sus hijos, el tren a París para reunirse con su esposo Alfredo Muñiz García, quien había sido enviado a esta ciudad como corresponsal de El Heraldo de Madrid en apoyo de la lucha por la República. Sin embargo, en París, la familia afrontaría la pérdida del hijo mayor quien, en 1938, muere atropellado por un camión a los ocho años de edad.
De ascendencia artística, pues era sobrino nieto del escritor del Romanticismo español Manuel Bretón de los Herreros, Alfredo Muñiz había recogido, día tras día, a manera de diario, del 16 de febrero al 15 de julio de 1936, una serie de crónicas donde anotó sus reflexiones sobre el convulso tiempo previo a la Guerra Civil Española y donde quedaron plasmadas las batallas de quienes se sacrificaron para gestar el sueño libertario, así como las circunstancias que desembocaron en el conflicto.
Sin embargo, la última hoja de este diario quedó en blanco pues el 18 de julio estalló la guerra y don Alfredo tuvo que interrumpir su escritura. Aún así, Días de horca y cuchillo, publicado en la actualidad por Editorial Renacimiento (2009), es un testimonio histórico de tal relevancia que Angelina Muñiz, muchos años después, lo citaría ampliamente en su novela El sefardí romántico,[3] y que además refleja la capacidad de análisis del autor sobre el contexto político de su tiempo, misma que le permitió darse cuenta de la pertinencia de huir de Europa dado el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Es así como padres e hija navegan de Francia a América en el barco inglés Oropesa, probablemente preguntándose por qué deberían continuar con el interminable éxodo de sus antepasados sefardíes, aunque también agradeciendo la fortuna de haber salido a tiempo pues la guerra se desencadenó meses después. En efecto, la suerte acompañó a esta familia en su trayecto, pues ése fue uno de los últimos viajes del tristemente célebre barco que en 1931, había llevado a Chile al futuro rey de Inglaterra, el príncipe Eduardo: en 1941, al norte de Irlanda, fue hundido por un submarino alemán, el U-96 que a su vez, acaso en un acto de justicia histórica, fue destruido por bombarderos estadounidenses en 1945.
Así transcurrieron tres años en Caimito del Guayabal, Cuba, desde 1939; más tarde, en 1942, el arribo a México, donde Carmen Sacristán Sacristán, madre de Angelina, ahonda intempestivamente en las respuestas a las posibles e insistentes preguntas de la hija sobre el inacabable exiliar, porque a la madre, según la práctica judaica, le es debido guardar y transmitir la tradición. Fue así como una Angelina de seis años se enteró de su raíz hebreo sefardí que principalmente le viene por línea materna aunque, la autora no tiene la certeza, también por medio de la abuela paterna quien acaso, por algunas costumbres y por ser de Villanueva de la Serena, Extremadura, lugar de intensa vida judía desde la época medieval, descendiera de judíos conversos.
Carmen continúa la confesión. Le explica que su apellido, aparentemente tan cristiano, es la traducción del término hebreo shamash, quien es el ayudante del rabino (sacerdote) en la sinagoga (templo), por lo que esta palabra es el equivalente del sacristán católico; luego, le confiere las señales secretas: “Le enseña a su hija un signo que la identificará como judía: con las manos extendidas, unirá los dedos por pares imitando la forma de la primera letra de Shadai, el nombre divino”.[4]
También, le cuenta que sus ancestros no salieron de España cuando en 1492 se emitió el Edicto de Expulsión, por lo que se convirtieron forzadamente al cristianismo aunque, criptojudíos indomables, mantuvieron la estirpe en silencio.
Probablemente, al enterarse de esta historia, se descorazonaron, aún más, los desheredamientos de Angelina: “Sentirás estar más sola, pero tu alma crecerá…”,[5] y surgiera la conciencia de intemperie y la necesidad de encontrar el arraigo por medio de algún instrumento que en su caso es el lenguaje. Como dice la autora en su libro de ensayos, El canto del peregrino. Hacia una poética del exilio: “Hallé la patria y la identidad en el cultivo de la lengua y en la creación artística. Donde no hay límites ni fronteras”.[6]
Entonces, en la palabra, el espíritu de la escritora halló su infinita dimensión, en nombre y en honor de Casar de Talamanca, provincia de Guadalajara, Castilla-La Mancha, lugar de donde proviene su ascendencia materna.
II. Triple exiliar, eterno retorno
Desheredamiento, exclusión, nacimiento en lugar de tránsito, Angelina Muñiz-Huberman, premios Sor Juana Inés de la Cruz (1993), Xavier Villaurrutia (1985), José Fuentes Mares (1997) y Universidad Nacional en Creación Artística y Extensión de la Cultura (2003), entre innumerables otros, pertenece, como dice Adolfo Castañón en el prólogo a Rompeolas, poesía reunida de la escritora, “tres veces a la cultura del destierro”.[7]
Para la autora, el exilio es el germen de su creación y el pozo místico y profundo del que abreva la evocación del andar sin retorno; asimismo, define sus atmósferas, sus presencias, sus geografías recientes y del pasado pero ante todo una voluntad de recuperación amorosa, fantástica y fantasiosa, jamás estática, de su heredad: Angelina Muñiz, quien pertenece a la segunda generación del exilio español en México, nos entrega la memoria viva de una ancestralidad que continúa sucediendo, transformándose y conmoviéndonos desde el espacio atemporal de la literatura.
Pero también el exilio es un centro sin orilla, un lugar provisional de llegada, recuperación y de éxodo, a la manera de lo que en la antigüedad significaba la ciudad de Samarcanda para los viajeros de la Ruta de la Seda; una tierra prometida a la que nunca se llega y que sólo será vislumbrada en cada obra, si concebimos la literatura como la única patria del escritor en tránsito. Por ello, la conciencia exiliar y creadora de Angelina navega por muy diversos y ancestrales mares por lo que su obra, en interminable transitar hacia un origen, se desarrolla en múltiples ángulos. Se trata de una escritura libertaria-libertina que va más allá de géneros, transgresora en sus temas y tipo de protagonistas y que explora múltiples significaciones en la palabra y en la arritmia, es decir, en el entrelineado y en la conciencia arrítmica, invisible del texto, como la cabal cabalista que es.
De esta manera se maneja en el ensayo, la poesía, la narrativa, la seudomemoria, la neohistoria y, por supuesto, en el género híbrido. En cuanto a sus preocupaciones, ahonda en el exilio español del siglo xx, sus implicaciones y consecuencias, y en la raíz profunda de su heredad sefardí: su mística, su historia y su escritura sagrada, todo ello avivado por la chispa mora y por el esplendor del Siglo de Oro Español, y ensangrentado por la Shoá de todos los tiempos; asimismo, busca reflejarse en el espejo de la cábala, de la alquimia, de las herejías y el hermetismo. También, cultiva una temporalidad simultánea al situar la acción no en el exterior progresivo, sino en los espacios internos y atemporales del sueño, la visión y el pensamiento, manifestados en el silencio y la no acción de unos personajes nada comunes, siempre exóticos y exiliares, rebeldes, transgresores, en una interminable búsqueda de un lenguaje en movimiento y una significación abierta que involucre la interpretación del lector.
Recientemente la escritora ha publicado su “novela” Los esperandos. Piratas judeoportugueses… y yo (Sefarad Editores, España, 2017). Los esperandos son los judíos de Sefarad que escaparon a la persecución inquisitorial de España y Portugal que, implacable, incluso se extendió hasta el Nuevo Mundo, por lo que debieron buscar asilo y fortuna en países protestantes en los que no fueran perseguidos apoyando, de paso, a estas naciones en su lucha contra los católicos. “Fue así que muchos de nosotros, expertos marinos y cartógrafos, y yo gran cocinero, nos convertimos en piratas (…), al lado de los ingleses, para atacar los barcos españoles”.[8]
Novela de aventuras ultramar, pero también, una especie de biografía oculta dicha en voz de este cocinero de piratas. Novela de interminables esperas, porque los esperandos aguardan aún al Mesías, la tierra que les fuese anunciada, el retorno definitivo a su origen pero también, como dice la esperanda Angelina, los esperandos son, al igual que la autora misma y sus extravagantes personajes, aquellos exiliados de todo orden que esperan, en el tiempo, para iluminarse definitivamente en las luces de su propia Jerusalén Celeste.
En Los esperandos… el protagonista deja un espacio, al referirse a unas “hojas en blanco” para que en éste, en un paralelismo atemporal, una escritora contemporánea, es decir, usted, trace una especie de biografía en la que se citan datos verídicos de su genealogía que incluye fotos personales. ¿Cuál es el aporte o los vacíos biográficos que llena respecto de sus tres volúmenes de seudomemorias?[9]
Hay que ver el título: Los esperandos. Piratas judeoportugueses… y yo. El yo es yo, es real cien por ciento. Lo autobiográfico es autobiográfico, mientras que en las seudomemorias prevalece la ficción. El juego consiste en interactuar ficción-historia-autobiografía. Todo lo que menciono en las “hojas en blanco” es verdad, los nombres de mi familia, los sucesos, los lugares, las fotos, etc. Y en esa mezcla radica lo novedoso del libro: no recuerdo que haya otro así. Por eso, creo que hay que leerlo con atención pues está lleno de claves.
¿Cuál es el sentido de este paralelismo?
El interés del cocinero se centra en la escritura y los viajes marinos se le convierten en literatura y el deseo de entender el proceso creativo. En su cuaderno deja hojas en blanco que aprovechará una escritora contemporánea para narrar su propia vida. Estas hojas simbolizan el deseo de hallar las fuentes de la creación. Por eso, la escritora del siglo xx y xxi recurre a su propia experiencia para comprender e identificarse con la del cocinero. Una experiencia al revés, en busca del personaje para hallarse a sí.
Este protagonista comparte muchas características de sus personajes: una relevancia que le permite, de forma natural, dialogar con grandes figuras literarias o de la historia; la creación y ocultamiento de un mundo interior, el trastocamiento de la realidad a partir de artes esotéricas, cierto sentido de justicia. Asimismo, es un cocinero de piratas. ¿Cuál es su singularidad?
Este cocinero no es cualquier cocinero, sino un cocinero kosher que prepara la comida ritual judía para los piratas. Es, además, un cocinero que cocina historias mientras se le quema la comida. Es también escritor y amigo de Cervantes, Shakespeare y Sor Juana Inés de la Cruz, a quienes da consejos literarios. Por otra parte, lleva el nombre del profeta Oseas y su misión es instaurar la piedad ante los hechos crueles de la humanidad, como la tortura y muerte que implanta el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Para ello ofrece vida por medio del alimento real y espiritual. Escribe para ordenar los hechos y permitir que el humor sea otro regidor de la vida humana frente al caos existente. Cábala y alquimia le permiten otro medio para traspasar la realidad y la injusticia. Es un personaje cercano a don Quijote por su ideal de “desfacer entuertos”. A pesar del mundo trastrocado que contempla nunca pierde el sentido del humor y lo aplica a las más serias tareas. Lo estrafalario no es lo extraño, sino la norma.
Como en toda su literatura: la extravagancia, la transgresión de órdenes y realidades. Asimismo, el escenario del libro es una especie de mar incierto. ¿Cuál es el sentido?
Amor, muerte, incongruencias, sorpresas, trasgresiones, contradicciones, absurdos corren por las páginas. Ocurren situaciones como las de un barco cabalista, una isla alquímica, un pirata contratenor, unas sirenas disfrazadas, un botín de obras de arte, un drogadicto melancólico, una prostituta deficiente mental, unos perros suicidas, ángeles y espíritus. En el fondo, es una amplia gama de “las impertinencias de este animal difícil que es el ser humano”, en palabras de Juan Luis Vives. Es un libro que escapa a ser clasificado, tomando al mar como guía de lo no trazado, de lo inesperado, de la amplitud de horizonte. Por eso, lo llamo libro y no lo incluyo en ningún género.
¿Qué implica el concepto de esperandos?
Podríamos decir que es una obra sobre la esperanza como regidora de la vida. Siempre estamos esperando algo: que el lunes sea martes, que el martes sea miércoles, esperando una hora, unos minutos. Esperando a terminar algo. Esperando que la vida corra, que llegue la muerte. Somos unos esperandos. En el caso de los piratas judeoportugueses que venían huyendo de la Inquisición, su esperanza era escapar a la persecución y establecer la justicia.
Un recurso de su escritura es un juego que realiza con palabras y conceptos. Los somete a paradojas, a juegos de contrarios o de relaciones lógicas con el fin de explorar significados posibles o inusitados. ¿Sería una manera de honrar a los cabalistas? ¿Cómo se desarrolla en cada género este recurso?
Utilizo las palabras como materia prima moldeable, así como un músico con los sonidos, un pintor con los colores y tratar de ir más allá del sentido convencional. No es sólo una ruptura con lo convencional, sino tratar de extender el mundo literario. En la narrativa, aspirar por ejemplo, a la simultaneidad, a la penetración del pensamiento interno, a la creación de una nueva temporalidad que borre el pasado, presente, futuro. Algo que sucede en Dulcinea encantada.[10] Equivaldría a fundir verticalidad y horizontalidad en una sola manifestación. Esta misma técnica puede aplicarse al resto de los géneros. Tal es el caso de Arritmias,[11] donde los géneros se tejen unos en otros y el resultado es una apertura a una mayor comprensión del mundo en torno. Son las preguntas básicas sobre el sentido de la vida las que trato de exponer en mis libros. Tengo también el deseo de unir las artes. Por eso, la pintura y la música corren entre líneas como en Hacia Malinalco, Areúsa en los conciertos,[12] Las confidentes.[13] Y la otra forma de ese ahondamiento es la nueva puntuación y los espacios en blanco con su infinita posibilidad interpretativa. Lo que se deriva de la teoría cabalista que no encierra la escritura en moldes.
En Morada… observamos una bifurcación entre los discursos de los personajes, ya que habla la voz de una Teresa de Ávila del siglo xvi y la de una exiliada española contemporánea. Y aunque domina la voz teresiana, ambas se asocian a partir del desarraigo. ¿Este diálogo atemporal anticiparía el tema del exilio español y la búsqueda de la raíz judaica?
Ambas comparten una situación similar en la que no puede exponerse de voz viva la verdadera identidad: en la España del siglo xvi ser cristiano nuevo era peligroso y para la española exiliada demostrar su identidad en el país de acogida podía ser negativo. Es un ocultamiento en ambas de los ríos profundos del ser, pero dándole prioridad a la voz teresiana mientras que la mujer del exilio es sólo un eco tardío que carece de guía y que no puede resolver su conflicto. Es el puente en construcción para unir dos orillas. Morada… es una primera novela que esboza lo que se desarrollará en las siguientes. Su título anuncia una imposibilidad, pero que queda plasmada en el acto de la escritura.
Su obra ocurre en la “no acción”. Acontece en los intersticios que deja una anécdota mínima o entre palabra y palabra donde entra la conciencia del texto mismo y la de los personajes. ¿Cuál es el planteamiento estético?
He creado mi propia arte poética que me permite la absoluta libertad frente a cánones establecidos. De ahí que sean las palabras las que adquieran vida propia y que ésa sea su acción y no confundirlas con su significado estricto. Es una división difícil de establecer pues propongo una manera de escribir y, por ende, de leer diferente a la habitual. De ahí que la tipografía sea primordial, los signos de puntuación trasgredidos, los espacios en blanco e interlineales. La descomposición de la palabra para que halle una nueva dimensión. Es un ejercicio de lectura para eliminar la pasividad. Por lo tanto es un contraste entre la palabra como concepto, reflexión, pensamiento y su dinamismo. Abstracción y concreción. Pura ilusión reflejo de la ilusión que es la vida. Pero en sí la palabra no es nada, a la manera maimonidiana: no existe. Es una apertura total. Un constante preguntar. Ese podría ser su movimiento.
En La burladora… y en su obra, hay un cuestionamiento sobre los órdenes y una celebración a los seres que están al margen: alquimistas, cabalistas, deformes, transexuales, libertarios. ¿Es su novela de la transgresión? ¿Por qué desarrollar el tema en su totalidad en esta obra?
Porque, en efecto, es una obra-compendio. El personaje de Elena-Eleno que, por cierto tiene bases históricas, como Benjamín de Tudela, Teresa de Ávila y hasta Dulcinea encantada, es un personaje totalizador: esclava, mulata, liberada por su dueña, hermafrodita, travestista, lesbiana. Se atrevió en su época a estudiar medicina, además de participar en la guerra de las Alpujarras y casarse primero con un hombre y luego con una mujer. En un solo personaje encontré todas las formas de la trasgresión. Es un canto a la libertad y un sacudimiento a las convenciones. Una ruptura de cadenas de todo tipo, como el discurso de don Quijote ante los galeotes y la insistencia de que todo hombre es libre.
Asimismo, como en gran parte de sus libros, la alquimia es la transgresión última. ¿Por qué darle este sentido?
La presencia de un personaje alquimista es el resultado de hacer intervenir el otro mundo de las trasmutaciones para corregir el mundo de las leyes elaboradas. Si el mundo se reconvierte su máxima trasgresión es llegar a otras orillas y nuevas visiones creativas.
Retomando el aspecto del intersticio, Dulcinea… es un gran ejemplo ya que transcurre en el flujo de conciencia de la protagonista, quien siempre guarda silencio. Se nos van descubriendo diversas Dulcineas: la pasajera del automóvil, hija del exilio y principal línea narrativa; la Dulcinea del Quijote; la enamorada de Amadís en la Edad Media; la compañera de la Marquesa Calderón de la Barca. ¿Cuál es el planteamiento?
En esta obra es donde se presenta con mayor claridad la división entre exterior e interior. Por eso empieza con una cita de Paul Klee que afirma que la frontera entre exterior e interior es mínima. De ahí que la clave esté en el silencio: Dulcinea no habla porque hablar sería un acto externo y, por lo tanto, intrascendente. En cambio, escribe novelas mentales que nunca pasan al papel: son perfectas al no ser definitivas y estar sujetas a un movimiento constante. De nuevo surge la idea de que la acción es la interna y no la externa. Sus novelas mentales le permiten saltarse épocas y tener varias identidades reflejándose en sus diferentes personalidades. Al mismo tiempo, todo sucede en un automóvil que transita por el Periférico. Es decir, la paradoja es que sí hay acción externa y, además, es imparable. La presencia de la lluvia es también determinante, como si se quisiera lavar todo lo establecido y depurar el ambiente. La muerte es otra presencia fundamental, ya que el final queda abierto y puede ser un choque automovilístico, el fin del Periférico y/o la entrada en el cielo o en un manicomio. De nuevo, el concepto de movimiento válido es el interno.
En El sefardí romántico… despliega una visión desesperanzada y cruda del exilio, que implica la imposibilidad de adaptación al país de llegada; incluso se entrevé una mirada crítica hacia el país de llegada. También habla del rechazo de la sociedad mexicana hacia los españoles. ¿Qué tanto se ha desarrollado este aspecto en la revisión del exilio?
En mis libros me enfrento a los temas de manera directa analizando los problemas según mi juicio, sin velos ni temores. Tampoco me mueve “quedar bien”. El exilio es un tema muy delicado porque lo primero que se le pide al exiliado es el agradecimiento y que hable bien del país receptor. Se espera de él que no emita críticas negativas y esto es un error. Considero que la crítica tiene un valor positivo, pues lo que se señala es con el afán de corregir y de mejorar. Lo que se corrige conduce al progreso. Desde el punto de vista del exiliado sabe que provoca en el receptor una extrañeza y un disgusto, pues es visto como el “otro”, el diferente en apariencia, costumbres, lengua, religión. Se vuelve objeto de discriminación y porta un estigma. Esto suele no mencionarse y, por eso, considero necesario hacerlo. Parecería un tema agotado y, sin embargo, siempre tendrá nuevas facetas. De hecho, en este particular momento histórico, los exilios a nivel mundial proliferan.
Uno de los aspectos del exilio desplegados en El sefardí… es una narración pormenorizada de la República: sus antecedentes, el triunfo, la Guerra Civil, la derrota y el exilio. Asimismo, por medio de los diarios de Fred, un personaje, narra hechos que amplían el escenario. ¿Qué papel juega esta novela en su revisión?
He sido uno de los pocos escritores hispanomexicanos que desarrollaron este tema obsesivamente. El hecho de pertenecer a la generación que llegamos de niños con el exilio, me dio una perspectiva más objetiva, lo que me permitió ser más crítica. Sigo en torno a las amplias facetas del significado del exilio que, como acabo de mencionar, continua siendo un fenómeno actual. No rindo homenajes, reflejo la realidad. Escribo del exilio español porque fue el que me tocó vivir. Los fragmentos del diario de Fred están tomados directamente de lo que escribió mi padre, durante la guerra. De hecho el personaje está seudobasado en él. En mi libro El canto del peregrino… ahondo más en este tema y su universalidad.
Pareciera que El sefardí… es un ajuste de cuentas o un testimonio en torno a los temas que tocaron a su generación: la República, el exilio español, la Shoá y la Segunda Guerra Mundial. Dentro de su raíz judaica, ¿también habría un desarrollo pendiente? ¿Esta novela podría ser la definitiva revisión de estos asuntos?
Son temas que, con frecuencia se soslayan, por eso quería ponerlos de relieve. O dicho de otra manera que la memoria siempre esté presente. De la Shoá, mejor nombre para el Holocausto ya que significa “catástrofe”, prevalece la memoria para que sucesos de ese tipo no se repitan. En la España actual aún siguen sin atreverse a llegar al fondo de la Guerra Civil y la llamada recuperación de la memoria histórica no se ha logrado. Todavía se siguen descubriendo fosas comunes de los fusilados y otras se desconocen o se oculta su ubicación, como en el caso de Federico García Lorca. Lo que de inmediato se asocia con los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa en México. También en la España actual se borra el significado del exilio republicano y su aporte a la cultura de los países receptores. Hay un solo ejemplo de rescate del exilio y es el Grupo de Estudios del Exilio Literario de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por Manuel Aznar Soler, cuya labor es meritoria. Así que hay mucho por hacer todavía y yo solamente aporto un grano de sal.
En su novelística se reflexiona sobre el devenir de la vida y su relación con la finitud y el misterio de existir. En ocasiones cavila sobre el sentido que la finitud confiere a los hechos, pero en general prevalece una visión del sin sentido de esta eterna danza en el destino humano. ¿Qué esencia ha querido expresar?
Es el anhelo de que siempre habrá una luz que aclare el destino último. Si no, sería muy difícil aceptar la vida. Al caos opongo la luz como el rayo generador de vida, naturaleza, creación. El ordenamiento al que obliga el caos parte de la potencialidad de la palabra. Sin palabra habría caos y, gracias a ella, el mundo existe. Para los cabalistas ésa es la magia de la palabra. La palabra se convierte en poesía y es la esencia de lo humano. La palabra es el proceso de la creación y la prueba de la existencia.
La palabra sufre exilio.
De todas las palabras
hay una con la que nos quedamos.
La palabra única.
Esa Palabra única
está en exilio.
Es exilio.
Letra por letra habrá que recomponerla.
(…)
¿Será posible hallar la Palabra Única?
Si hallara la Palabra Única
hallaría el Amor
y sería el fin del exilio[14]
[1] Muñiz-Huberman, Angelina, Rompeolas, poesía reunida, FCE, México, 2012, pp. 16-17.
[2] Alfredo Muñiz García, nota bibliográfica, Editorial Renacimiento, https://www.editorialrenacimiento.com/autores/585__muniz-garcia-alfredo Fecha de consulta, octubre de 2018.
[3] Muñiz-Huberman, Angelina, El sefardí romántico. La azarosa vida de Mateo Alemán II, Plaza y
Janés, México, 2014.
[4] ____, “La niña en el balcón”, conferencia, Enlace judío, https://www.enlacejudio.com/2017/06/07/la-nina-en-el-balcon-la-poeta-angelina-muniz-huberman-revela-como-descubrio-sus-raices-judias/ Fecha de consulta, octubre de 2018.
[5] ——, Op. cit., El libro de Míriam o los cien días (1990), FCE, México, 2012, p. 81.
[6] ——, El canto del peregrino. Hacia una poética del exilio, UNAM, Universidad Autónoma de Barcelona, México, 1999, Contraportada.
[7] ——, Op. cit., FCE, México, 2012, p. 9.
[8] ____, Los esperandos. Piratas judeoportugueses… y yo, Sefarad Editores, España, 2017, p. 14.
[9] ——, Hacia Malinalco, Ediciones sin nombre (Col. Los cuadernos de la oruga), México, 2014. Molinos sin viento, Aldus (Col. La torre inclinada), México, 2001. Castillos en la tierra. Seudomemorias, Ediciones del Equilibrista, Conaculta, México, 1995.
[10] ——, Dulcinea encantada, Tusquets Editores, México, 1ª edición 1992.
[11] ——, Arritmias, Bonilla Artigas Editores, México, 2016, p. 20.
[12] ——, Areúsa en los conciertos, Editorial Alfaguara, México, 2002.
[13] ——, Las confidentes, Tusquets Editores, México, 1ª edición, 1997.
[14] _____, Op. cit., La sal en el rostro (1998), FCE, México, 2012, p. 223.