Tierra Adentro

 

En 1936, un aeroplano aterrizaba bajo el cielo tosco de América Central. Antonin Artaud, la plaga, cercado de ratas y culebras, portador de la peste, pisaba la tierra ruin con la mirada rota de los locos. Un objetivo: terminar con el juicio de Dios —esa filosofía supurante de lugares comunes— por tratamiento de raíz; el culto y el único antídoto contra el escorbuto, el sol. Las caries ya corroían los dientes de Occidente y las muelas del racionalismo excretaban sangre negra.

A finales de 2016, en la sierra rarámuri, una radio comunitaria transmite un poema delirante. Los mezquites escuchan; una roca sostenida como un pez en la tierra seca, entre árboles antiguos y perezosos. La figura de Artaud nos vigila en la sala de una exposición, ahogado en su propia porquería.

Un diario de febrero de 1936 anunciaba una serie de conferencias que el poeta dictaría en la Escuela Nacional Preparatoria; otro publicaba una serie de artículos en parcos títulos como «Lo que vine a hacer a México» y «Viaje al país de los tarahumaras»; Artaud arremete contra los americanos, se queja del semen muerto de los niños.

En 2018, una sala solitaria del Museo Tamayo expulsa a sus visitantes con el estertor de un buey que muere sacrificado por un chamán. Sólo algunos entienden el diálogo entre el buey y el viejo del asilo de Ivry-sur-Seine, donde pronunciaría sus últimas palabras: «… de seguir convirtiéndome en este hechizado eterno, etcétera, etcétera»

En Artaud 1936, el Museo Tamayo exhibe los puntos clave de la visita de Artaud a México y el mítico viaje a la sierra Tarahumara. Un montaje que conversa con cerca de treinta autores, representantes del legado del poeta en México, y con objetos disímiles: ceremonias necias, pactos con lo siniestro y lo solar que transitan entre el documento antropológico, la fotografía, la pieza arqueológica, el videoarte, la nota periodística y la pintura, en un intercambio de signos que presenta el pacto determinante entre Artaud y México: la huella que han de dejar uno sobre otro; un rastro de símbolos, referencias y sincronismos; magia fuera del lugar común. Basta con exponer las reacciones que Artaud ha desencadenado, —su injerencia en el movimiento hippie, la forma en que trastoca, cuestiona y escenifica en carne propia algunos papeles dislocados de la psiquiatría, la exposición de la realidad mística de los grupos indígenas del norte de México, el serio rompimiento con la filosofía del arte occidental y su influencia en el teatro contemporáneo— para que la exposición del Tamayo muestre que son vigentes los entrecruces del arte contemporáneo con realidades sociales, no así los facilismos de la abstracción. En contra del folclor, el ungüento: matar el sol para instalar el reino de la noche negra. Las bubas abiertas de pus se oponen al fuego. ¿Qué provoca un montaje como éste? Lo que la plaga negra. No somos los hijos del cetro místico del chamán ni la piel de plata de la poesía; somos esa enfermedad de manos sudorosas y arquetipos retrógrados, estamos listos para que la ceremonia negra nos sacuda el esqueleto. ¿Qué significa la palabra «matahierba»? ¿Adónde hemos ido a parar? A lo que se esconde detrás del desierto, en una pantalla de veinticinco pulgadas: ninguna otra cosa que una conversación rota con el pasado.

Detrás de nosotros, el poeta y su noche; al frente, la segunda noche.


Autores
(Cuernavaca, 1991) es escritor y gestor cultural egresado de la licenciatura en escritura creativa y literatura de la Universidad del Claustro de Sor Juana, así como codirector de El Ojo Ediciones. Ha publicado la plaquette de poesía Frente a la ficción (Lago, 2013) y el ebook Trilogía del ruido (El Ojo, 2016).