Juan José Morales, autor de “best seller”
Mérida, 27 de noviembre de 2013. Tengo frente a mí a un viejo lobo de mar: Juan José Morales. Presume que alguna vez se cambió de un barco a otro en altamar, aunque todavía no se explica cómo fue capaz de hacerlo: ¡las olas lo pudieron haber devorado en cuestión de segundos! Él se arriesgó, y aun ahora, con la mesura de la edad emprende aventuras peligrosas, como por ejemplo publicar Divinos negocios (Gaceta del pensamiento. Cuaderno 5. Chetumal, Quintana Roo) para denunciar, principalmente, el enriquecimiento desmedido y turbio de algunos miembros de la iglesia católica mexicana, empezando por los Legionarios de Cristo, un tema en el que se ha abundado profusamente pero más en el D.F., no tanto en la provincia. Juan José Morales, sin embargo, no es el único yucateco avezado en la materia. Como él, Hernán Menéndez Rodríguez, Iván Franco, Enrique Montalvo y Othón Baños han contribuido a que conozcamos ese perfil de la jerarquía eclesiástica en diferentes periodos históricos. Se lo comento a Juan José Morales y le gusta la idea de no ser el único nadando en estas aguas, y hay otros autores, claro, pero le menciono a los que recuerdo.
Al publicar Divinos negocios, Juan José Morales se propuso sorprender a sus lectores, y lo logró. Era justo y necesario para él lanzar esta crítica de manera concisa, y en 56 páginas documenta casos concretos que seguro devastarían a cualquier católico sensible, aunque solo Dios sabe si en verdad alguien es capaz de desertar de la feligresía por leerlo. Lo bueno –ante cualquier daño colateral– es que Juan José goza de un prestigio sólido porque ya obtuvo el Premio Latinoamericano a la Popularización de la Ciencia y la Tecnología y sus libros sobre temas científicos y medioambientales se venden como pan caliente: es uno de los autores consagrados de la colección Biblioteca Básica de Yucatán de la Secretaría de Educación del Estado. La península que surgió del mar se agotó en seguida la primera edición de 10 mil ejemplares; apareció muy pronto un sobre tiro de 5 mil, y está por gastarse (como dicen aquí). Además, es autor de muchos artículos publicados en aquella famosa revista Contenido; hoy es columnista de Por Esto! (doble edición: Campeche y Quintana Roo) y acaba de dar a conocer el libro Mundos paralelos y otros cuentos (El Instituto de Cultura de Yucatán lo tenía en el congelador. La edición es de 2011). A mí me llegó de sus manos, claro, para ir abrevando de él en lo que nos conocíamos personalmente. La verdad es que nos hemos ido haciendo amigos muy rápido. Los dos primeros cuentos que leí: Asesinato en el laboratorio y Mundos paralelos tienen moraleja. Son rigurosos y, por lo tanto, deberían ser dirigidos hacia el público infantil con bellas ilustraciones para hacerles ver a los niños lo invisible, por decirlo en pocas palabras y aludiendo a las fórmulas de laboratorio de las que nos cuenta detalles el autor.
Bueno, ya saben la clase de “bicho” que es este hombre porteño, de Progreso, Yucatán.
La cita para platicar es en mi casa y, curiosamente, un poquito después de él alguien más tocó la puerta.
Apenas abrí, un señor joven me extendió la mano con un catálogo de medallas/llaveros de San Judas Tadeo bendecidos por el cura de “San José de la Montaña”, una iglesia cercana a este barrio llamado La Ermita: “Ahora o nunca”, pensé. Me ofrecieron talismanes benditos para el amor, la salud, etcétera, etcétera, con un 50% de descuento (¡acababa de pasar el Buen Fin!). Escuché paciente. Juan José, mientras tanto, se enfurecía poco a poco. Entonces, cuando cierro la puerta sin haber comprado nada, sentencia: “Yo por eso puse en mi casa un letrerito que decía: En esta casa se practica el culto a Satanás. No se admite propaganda de sectas celestiales. El cartelito lo hice inspirado en el que dice: Este hogar es católico. No se admite propaganda de sectas protestantes: un toque de humor a mi negativa ante la intromisión y falta de respeto para hacerle cambiar de religión a la gente o para que adopte una si es que no tiene”.
Su reacción me trajo a la mente el librito que mencioné al principio de esta nota, pero en ese instante no recordé el título, por eso le pregunté: ¿Las transas de la Iglesia o cómo se llama?
Divinos negocios, y es importante señalar que no lo escribí porque sea ateo o enemigo de la iglesia católica. Soy enemigo de que la religión se use para hacer negocios, sacarle dinero a la gente y explotarla, especialmente una institución como la iglesia católica que pregona la pobreza y cuyos sacerdotes viven en la opulencia (bueno, no todos), pero el caso más notorio es el de los Legionarios de Cristo, una verdadera transnacional de la religión, con inversiones de todo tipo.
Si califico a Juan José Morales como un bicho raro es porque desde muy joven se dedicó a la ciencia, y en segundo lugar porque siempre ha mantenido una actitud ideológica y política fuente, también siendo funcionario público; en alguna etapa de su vida fue el director de la Casa de la Cultura de Cancún. Aparte, él acepta ser un bicho raro por ser ateo en una sociedad muy conservadora y religiosa, como la yucateca, a la que tacha de hipócrita.
¿Por qué lo dices?
Porque no practican lo que predican. Se ve. Es evidente. Hay una enorme cantidad de gente que dice, por ejemplo, que no hay que engañar o abusar del prójimo, y he sabido de casos concretos de gente que pertenece al Movimiento Familiar Cristiano que luchan contra el aborto, y sin embargo, han hecho abortar a mujeres de su familia. Es más, conozco un caso dramático de una chica a la que le hicieron cesárea para abortar. Son esas cosas que no puedes probar, y por eso no menciono nombres, pero sé quién fue.
¿Podrías aclarar por qué la hicieron abortar?
Para evitar un escándalo en la familia, y por eso, en otros casos, las hacen casarse con alguien que esté dispuesto a darle el apellido al hijo de otro. Ya sabes cómo se las gastan los personajes de la sociedad, alta, mediana o baja sociedad.
¿Cómo definirías tu misión en la vida?
Un intento por lograr que la gente sea racional y pensante para que pueda tomar sus propias decisiones, hacer sus propios juicios de valor y llegar a sus propias conclusiones. Yo no trato de imponerle a nadie determinada línea de pensamiento o conducta. Trato de aportarle a la gente toda la información posible para que la analice, la examine, la organice y llegue a sus propias conclusiones. Si alguien decide a partir de esta información irse de monje al Tíbet, es su decisión, pero sobre todo yo trato de combatir la ignorancia, la superchería, la superstición, la charlatanería, de lo cual estamos saturados. Yo incluso le agradezco mucho a los charlatanes que me proporcionen abundante materia prima para mis artículos. Son inagotables los temas sobre seudociencias, seudomedicinas, seudoterapias.
¿Cuál caso extremo de charlatanería te viene a la mente ahora?
No tanto como caso extremo, sino generalizado aunque sé que esta opinión me va a acarrear una catarata de ataques e insultos: la homeopatía. ¡No tiene el menor sustento científico! Nació a partir de ideas totalmente equivocadas en una época en la que fue aceptada por representar una especie de alivio a la medicina de esos tiempos que usaba sangrías, vomitivos, purgantes y otros tratamientos que se llamaban heroicos.
¿Qué época?
Principios del siglo XIX, cundo no se conocía la causa de las enfermedades. Todavía prevalecían las teorías de Galeno sobre los humores, y entonces se aplicaban una serie de métodos bárbaros. Surge un señor llamado (Samuel) Hahnnemann que ofrece curar todo con pildoritas de azúcar, bueno, no exactamente pildoritas de azúcar, pero en el fondo eso son sus remedios. Una cosa curiosa que mucha gente no sabe es que si tú lanzas un medicamento “X” al mercado tienes que someterlo a pruebas clínicas y de laboratorio para demostrar su eficacia, en cambio los remedios homeopáticos deben demostrar que contienen las sustancias que dice la fórmula, pero no están obligados a probar que efectivamente curan o alivian la enfermedad. Simplemente piensa en una cosa: en doscientos años que tiene la homeopatía no ha hecho una sola aportación a la medicina: todo lo que hay, cualquier medicamento, procedimiento o método curativo lo desarrolló la medicina científica, no la homeopatía.
¿Para ser homeópata se estudia?
Esa es otra historia, hay países donde la homeopatía no se considera medicina. A México llegó a fines del siglo XIX, obviamente hubo mucha resistencia por parte de los médicos, pero se abrió una escuela y después una escuela libre. La UNAM se negó a abrirla porque no tiene base científica, pero un Secretario de Educación los mandó al Politécnico, y así fue como se estableció la carrera de homeopatía.
¡Cuánta gente hay que se cura con homeopatía!
Si tú crees que te vas a curar, ¡te curas! ¿Pero la homeopatía desaparece un tumor cancerígeno? No. No controla la diabetes, y si eres hipertenso, no te bajan la presión arterial. Todo el apoyo a la homeopatía son testimonios, no pruebas clínicas. Por una infección, ¡ni de loco vas al homeópata! Esa es una de mis batallas, de mis metas en la vida: abrirle los ojos a la gente en cuanto a las llamadas medicinas alternativas o tradicionales como también se les llama; en algunos casos su mérito son miles de años, pero la gente no se pone a pensar que hace miles de años, cuando se usaban esas medicinas, el promedio de vida era de 25 años, y ahora es de 75, gracias a la medicina moderna. ¿Ves porqué soy bicho raro?
Juan José se asume marxista; desde esta filosofía disecciona el mundo en el que vivimos. No le da mucha importancia al tema dinero, pero sí le gusta hablar de que alguna vez ganó un premio de $10 mil pesos, y de hecho esta suma fue el detonante para lanzarse a la “ficción científica”, como él llama a la ciencia ficción, que últimamente le ha valido muchos elogios entre la comunidad cultural de su querido Cancún, donde hace unas semanas presentó Mundos paralelos.
Reconoce, entonces, que aparte de la satisfacción de ser leído, siempre viene bien un dinerito extra para darse ciertos lujos. Y hablando de lujos, me cuenta detalles de la larga estancia que acaba de pasar con sus hijos en Estados Unidos. Destaca la exquisitez de las cervezas que probó y la feria de armamento en la que te venden lo que quieras, sin identificación ni credenciales de ningún tipo.
Literalmente, Juan José se vanagloria de la amistad que tiene con sus lectores, a quienes yo no dudaría en llamar discípulos para exaltar su vocación de maestro, en cierta forma desaprovechada, dado que en las últimas conferencias que dio en Mérida hasta hubo gente que se quedó afuera por falta de espacio.
Juan José Morales tiene un gran corazón, por eso no estalló en lágrimas al ver que el comején arrasó con los libros que el Instituto de Cultura de Yucatán le dio como pago por sus Mundos paralelos. Desde su perspectiva, esa invasión de isópteros es uno de los problemas de vivir en el trópico, y punto, nada de lamentaciones, al contrario. La conversación vuelve a los linderos de la charlatanería, pero ahora para hablarnos de un invento suyo: la mastoterapia.
Suena a senos, le digo.
Exactamente, responde.
Pero ha de ser una “puerquesa” (así se refieren en algunos círculos de la cultura popular de Yucatán a todo aquello que hace alusión al acto sexual).
Yo no diría que es una puerquesa, para la paciente puede resultar muy agradable el tratamiento.
Dime brevemente en qué consiste.
En la manipulación de los senos femeninos para influir sobre las partes del cuerpo con las cuales están conectados vía terminales nerviosas.
¿Qué beneficio aporta tu terapia?
Igual que todas las demás falsas terapias no aporta ningún beneficio y tampoco causa ningún perjuicio, pero al menos resulta agradable, y además la ofrezco gratuitamente. Yo no lucro como los demás charlatanes.
¿Juan José Morales?, ¡no! Es un destacadísimo intelectual, domiciliado en Cancún, donde no pierde oportunidad de establecer pláticas informales, por llamarlas de algún modo a sus coqueteos, sobre uno de sus temas preferidos, como ya quedó claro: la salud sexual de las mujeres:
“Hubo una época, cuenta, en la que se hablaba de que las mujeres padecían de histeria, y que para aliviarlas había que manipularles el clítoris y provocarles el orgasmo, entonces había médicos que daban ese tratamiento, aunque algunos llegaron a cansarse de nada más meter la mano por allá y no poder meter otra cosa, y alguno de ellos inventó el vibrador, y fue tan demandado que empezó a venderse en los catálogos de Sears”.
¿En serio? La lógica indica que en muchos asuntos en lugar de avanzar, retrocedemos. Me mandó los anuncios que bajó de Internet (Wikipedia) para más señas.
Te lo juro. Estuvo de moda ese tratamiento. Es más, el vibrador se inventó antes que la licuadora y otros artefactos que le aliviaron la vida a las mujeres. Imagínate, pobre mujeres insatisfechas sexualmente que les decían que estaban así porque padecían histeria, y les dan un aparatito para tratarlas y no solamente las hace sentir mejor sino que les provoca placer, el placer que no recibían del marido.
Juan José hizo una pausa. Remataría con una frase concluyente: “qué bueno que ahora el vibrador no se usa en lugar de, sino además de”.
Por lo demás, la conversación resulta interminable… continuó con los exitosos sucesos que ha presenciado en el recién inaugurado Planetario Ka’yok’, donde cumple una labor admirable por ser “amigo” de este gran espacio cultural ícono de Cancún, la mega urbe con cara de playa, frente a la cual los intelectuales casi pasan desapercibidos aun siendo, si nos fijamos bien, el alma de la fiesta, como en cualquier otro pueblo donde se escriban cuentos que desaten la furia de los bichos. Ojo: Juan José Morales aún no está en Facebook. El contacto con él es directo a través de correo electrónico: kixpachoch@yahoo.com.mx Y esta es la última lección por el momento cita del diccionario personal de nuestro amigo: “Kixpachoch es el nombre en maya del puercoespín tropical, que es distinto al norteño (¡nótese el separatismo!). Se forma con kix, espina; pach, espalda y och, zorro, tlacuache o zarigüeya. En resumen: zorro de espalda espinosa.