Tierra Adentro

Titulo: La tumba

Autor: José Agustín

Editorial: Debolsillo

Lugar y Año: México, 2007

En el primer semestre del CCH, la maestra de Taller de Lectura y Redacción (no entiendo por qué le llaman pomposamente así y no simple y llanamente “literatura”) nos dejó leer dos noveletas: Aura (1962), de Carlos Fuentes (Panamá, 1928), y La tumba (1964), de José Agustín (Acapulco, Guerrero, 1944). Así fue como empecé a leer a José Agustín, pero aunque era un encargo escolar eso no fue impedimento para disfrutar realmente esas dos novelitas, y digo “novelitas” no en sentido despectivo sino porque realmente son muy cortas. El ejemplar de la novela de José Agustín lo saqué de la biblioteca del CCH y a Aura mis compañeros y yo le sacamos fotocopias, que todavía debo tener por ahí entre mis torres de papeles. De manera que al mismo tiempo que leía Aura, con su ambiente fantasmagórico y su dualidad de personajes, la lectura de La tumba se complementaba por su relajo y, sobre todo, porque me sentía identificado con Gabriel, el narrador, un joven, como yo, y aspirante a escritor, un poco también como aquel que era yo. Hace unos años, Debolsillo lanzó de un tirón varios libros de José Agustín y fue así como me hice de casi todos, al grado de que tengo tantos libros suyos como de J. M. Coetzee, otro de mis escritores predilectos.

Hay una coincidencia que llama poderosamente mi atención entre Fuentes y José Agustín. En noviembre próximo, se cumplirán 60 años de la primera edición del libro de cuentos de Fuentes, Los días enmascarados (1954), publicado en la colección “Los presentes” que editaba Juan José Arreola. Por su parte, José Agustín le dedica La tumba a Arreola quien también la publicó en la misma colección que dirigía. En enero pasado, mientras platicaba con José Joaquín Blanco y tomábamos nuestro obligado té (aunque él preferiría unos whiskys pero yo casi siempre lo obligo al té de las 5), me dijo algo que me pareció curioso: que su primer libro, Otra vez la playa (1970), lo había tallereado con Arreola y que por lo tanto era una colección de prosas muy arreolianas. Con esos tres libros se puede notar claramente la influencia que tuvo Arreola en varias generaciones de escritores. Es probable que en próximo años volvamos a varios de ellos ya sea para leer o para homenajear a los libros de todos esos alumnos que tuvo Arreola y cuya influencia, ya se ve, estará presente todavía unos años más. Después de tantos años vuelvo a leer La tumba y noto en algunas palabras, en la sintaxis de algunas frases, la influencia determinante de Arreola en el joven escritor que era José Agustín cuando la escribió (tres años antes de publicarla).

Ya desde esa primera novela está presente la música, y en particular el rock, que tendrá un lugar medular en prácticamente todas sus novelas y crónicas (El rock de la cárcel, La contracultura en México, etcétera). Junto con sus compañeros de generación “La Onda”, Parménides García Saldaña y Gustavo Sainz, José Agustín nos enseñó que la música y la literatura no tienen que estar distanciadas, que la alta cultura muy bien puede acoger a la música de las masas y que, incluso, en tanto escritor uno hace mejor su tarea con buena música acompañándolo. Además, José Agustín ha escrito lo mismo sobre Janis Joplin, Jimi Hendrix, Elvis Presley, Patti Smith que de El Tri, Rockdrigo González, Jaime López, Cecilia Toussaint o The White Stripes y Nortec (o, incluso, ¡oh sorpresa!, a mi gusto el muy elemental Philip Glass), en artículos después reunidos en dos libros: El hotel de los corazones solitarios (1999) y La casa del sol naciente (2006). En una entrevista reciente que le hizo Arturo J. Flores para la revista Playboy, José Agustín le contestó que en cuestiones musicales se mantiene al día gracias a sus hijos, quienes fungen como sus dílers de nuevos grupos, bandas de rock, cantantes, géneros…

Todo lo anterior viene a cuento porque este 19 de agosto, José Agustín cumple 70 años de vida y este año La tumba, 50 años de que Arreola la publicó en “Los presentes”. Ambos, tanto novela y escritor, siguen tan joviales y alocados como entonces.

 

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