Ivi May: Un acercamiento al quehacer escénico en Mérida
La dramaturgia y el hecho escénico querámoslo o no, dependen en mucho del lugar donde se lleven a cabo, el centralismo es una triste verdad, pero el empuje de muchos creadores en el interior de la República provoca movimientos y fenómenos artísticos interesantísimos. Es esta ocasión, damos un vistazo al acontecer en Mérida, de la mano de Ivi May, dramaturgo, director escénico y periodista cultural, nacido en 1980 quien nos da su visión de lo que ocurre en esa parte del país.
Itzel Lara: Podrías hablarnos un poco sobre la situación del teatro en tu ciudad.
Ivi May: Creo que hay dos puntos que habría que comentar sobre esto, el primero es el teatro institucional y el segundo el teatro independiente, porque ambos van de la mano.
Una de las desventajas que puede llegar a tener el creador, es que el público (en su mayoría) no está acostumbrado a pagar por ver teatro, salvo que esté garantizado el entretenimiento. El Estado ha creado este aire paternalista en el que le compra la obra al creador para que se presente de manera gratuita en alguno de sus recintos, de ahí que muchos asiduos a los espectáculos vean de todo, desde cosas que no entienden, hasta obras sencillas que les causa una gran emoción u “obras” interpretadas por personas que bien podrían pasar como el grupo de teatro de cualquier escuela secundaria pero que se presentan como si fuera una obra profesional.
Pasa también que la institución está más preocupada por entregar informes cuantitativos y no cualitativos, que no vemos una licitación con lineamientos claros de lo que se considera profesional o no, esto reduce la calidad de los espectáculos y entonces los grupos además de buscar los apoyos del Estado se ven en la necesidad de una autogestión, cosa que me parece de lo más sano, pero entonces vemos cómo una parte del dinero del mismo gobierno se va en apoyar a cualquier persona que un día se despertó con la idea de que podía formar un grupo teatral, y cobrar un sueldo cuando no tiene la capacidad para hacerlo.
Cuando éramos jóvenes recuerdo que trabajamos de a gratis, sólo por aprender, reconociendo que no éramos profesionales.
Ese aval del Estado en donde te compran tres o cuatro funciones, lo que casi siempre asegura un recinto lleno gracias a la gratuidad de la función, impide que cuando ese mismo espectáculo tiene una breve temporada en la que la compañía se mantiene por los ingresos de la taquilla, muchas veces no sobreviva.
Lo fallido de la intervención del Estado en cuanto a la regulación de a quién le pagan por presentar una obra y su misma apatía para ofrecer espectáculos de calidad nos lleva al segundo punto: En Mérida hay grupos teatrales y creadores con una calidad incuestionable, muchos de ellos toman riesgos y han formado a las nuevas generaciones con las que ahora trabajan: Raquel Araujo, José Ramón Enriquez, Conchi León, Francisco Solís, Óscar López, Paco Marín, Tomás Ceballos, Juan de Dios Rath, Nelson Cepeda, Bryant Caballero, entre otros. Algunos más, y otros menos, apoyados por instituciones municipales, estatales, federales o privadas.
Muchos de estos creadores son partícipes constantes o representantes de un foro de teatro de pequeño formato, que a pesar de contar con el apoyo de una institución deciden la línea estética de su cartelera. Espacios alternativos como “El teatrito”, “El Foro Rubén Chacón”, “Tapanco”, “La Rendija”, “Teatro Casa Tanicho”, “El Amaro” se han convertido en el refugio creativo del artista y del espectador yucateco. Y gracias a estos creadores nos hemos acercado a la dramaturgia contemporánea y al teatro postdramático, obras de Noé Morales, Édgar Chías, Alejandro Ricaño, Luis Santillán, David Olguín y Jaime Chabaud han sido llevadas a escena por algunos de los creadores que he mencionado, pero no se ha visto en los jóvenes (en los alumnos de estos maestros de la escena yucateca) interés en llevar a escena obras de autores como LEGOM, Luis Mario Moncada, Hugo Alfredo Hinojosa, Alberto Villareal, Antonio Zuñiga, Enrique Olmos de Ita, Martín López Brie y muchísimos autores más de la escena mexicana.
El teatro en Mérida, Yucatán se ha profesionalizado en muchos aspectos gracias a que existe una licenciatura en actuación o teatro que no tiene siquiera una década de haberse creado, de ahí han egresado actores jóvenes con una formación curricular que no se podía tener con anterioridad salvo que el actor se fuera a estudiar al centro del país o a otros Estados como Veracruz. Sin embargo creo que existen limitantes en estos jóvenes en cuanto a la elaboración de proyectos fuera de la escuela, insisto, pocas veces vemos propuestas en el que se acerquen a una dramaturgia mexicana joven, como lo son ellos, creo que ahí radica una de las asignaturas que le debe el Estado como facilitador de la educación a los alumnos teatristas ¿qué hacer después de la licenciatura y cómo?
IL: ¿Cómo ha sido tu experiencia con las escuelas de formación escénica y actoral? ¿Cuáles son las fallas o virtudes?
IV: Creo que una de las fallas está en no poder lograr que el actor esté con el cuerpo y la mente puestas en el proceso creativo, la tecnología ha hecho que muchos estén preocupados más de lo que sucede en las ficciones de las redes sociales que en la obra que se está ensayando o escribiendo. Claro que esto no es una generalidad pero sí una constante. Lo que decía Goethe, si no me equivoco, sobre la idea de que el actor tendría que ser como un trapecista que al cruzar la cuerda floja si no lo hace bien, y con el entrenamiento adecuado, muere en el intento es tomado a broma. Nadie quiere morir y vemos trabajos en donde la cuerda está tensada a medio metro de la duela, así se pasea por el escenario sin temor a caer. A pesar de que existen escuelas hay muchos jóvenes que prefieren omitir un proceso formativo y brincar directamente a las tablas, profanar el teatro y entregar un trabajo de mala calidad al espectador quien ya no regresa a los recintos teatrales y en ese valemadrisimo no tienen ni la más mínima idea del daño que le están haciendo al hecho escénico.
Lo mismo sucede en el plano dramatúrgico, hay personas que no leen lo suficiente, ni les interesa, pero ya están esperando con ansias que se estrene su obra, si te piden una opinión sobre su texto y esta es negativa, ya que expones las deficiencias de sus ocurrencias escénicas, entonces esto les suena a un boicoteo de su obra y su respuesta más que una autocrítica es estrenarla en un recinto de la ciudad y a partir de las felicitaciones a través del Facebook se sienten validados,
Parece que no hay un interés en el hacer (o el ser) sino en el estar. No importa cómo pero creo que los actores, escritores y directores jóvenes solo pretenden figurar por figurar sin preguntarse cuál es la perspectiva ontológica que nos plantea este siglo XXI y la realidad de nuestro país.
Una de las virtudes, ya que son varias, que veo en el teatro que se enseña en la escuela es el acercamiento a esta historia del teatro en todos los planos.
La falla más grande que he visto en la escuela yucateca es el menosprecio a la dramaturgia o al menos la omisión de ésta como un área fundamental en el proceso creativo del intérprete. Al menos eso es lo que vi al trabajar con algunos egresados de esta licenciatura en actuación. Existen escuelas de carácter técnico o a manera de diplomado que tienen la asignatura de dramaturgia como La escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes y la Escuela de Escritores “Leopoldo Peniche Vallado” de la SEDECULTA y pensando en esa añeja idea sobre si la dramaturgia es literatura o teatro a veces no entiendo cómo es que la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY) parece cuestionárselo, mientras que a los escritores parece que les queda bien claro que la literatura dramática además de hecho escénico es poesía, cuento, novela, ensayo y nada de eso al mismo tiempo.
IL: Desde tu labor como docente, cómo ves a los nuevos escritores en formación. ¿Cuáles son sus intereses?
IV: Como docente de dramaturgia en La escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes y la Escuela de Escritores “Leopoldo Peniche Vallado” he notado una cosa en particular: Los alumnos llegan con lecturas básicas, todas ellas, o casi todas, son poesía y narrativa. Los clásicos les dan hueva. Entonces la edad lectora de los alumnos en dramaturgia casi te obliga a empezar desde cero. Ahí es cuando entonces piensas qué es lo más importante para el curso y siempre he pensado que es la lectura más que la escritura porque una lleva a la otra.
Los intereses de los alumnos a veces están más enfocados en lo que de a oídas creen que es el teatro, y aquí es cuando aclaro que no trabajo sólo con actores o con estudiantes de teatro, sino que los talleres que he impartido han sido en las escuelas ya mencionadas y con otros públicos como en el Centro de Readaptación Social de Mérida (CERESO) o en municipios donde los alumnos no están a veces ni siquiera familiarizados con la lectura de ningún género. Pero es gratificante que después de seducir al alumno con lecturas clásicas y sus derivaciones contemporáneas, se siga una línea de lectura en el que se intenta dar a conocer algunos modelos dramatúrgicos que le sirven. Una de las cosas que he notado es que los alumnos se interesan más por ir al teatro, por leer los textos antes de ir a su puesta en escena. Creo que la experiencia de la docencia me ha enseñado cómo alguien puede conocer la magia de la escena y no prescindir de ella, si no como escritor al menos como espectador.
IL: ¿Y como divulgador del teatro, en tu labor como periodista, qué observas del panorama?
Me parece que lo importante es la promoción de la lectura, hay textos que llevados a escena se ven horripilantes y parece una generalidad entre los no lectores de teatro la idea de que el texto está hecho para ser visto y no leído. Pero si partimos de esa pobre premisa, el hecho de vivir en el extremo del centro del país te va a impedir tener acceso a gran parte del teatro.
Creo que la falta de lectura de la dramaturgia es por prejuicio y muchas otras veces por pereza. Ante todo me considero un promotor de lectura y creo que portales como dramaturgiamexicana.com, www.celcit.org.ar, www.goethe.de, entre otras, ha permitido dar a conocer a los estudiantes y a los profesionales que a veces la lectura es gratuita. Hay editoriales que han dado un impulso importante y gigantesco en la dramaturgia como La capilla, el Milagro, Paso de Gato, Libros del Godot, Drama ediciones, Teatro sin Fronteras entre otras, que han puesto sobre la mesa grandes propuestas del teatro nacional e internacional por lo que no hay pretexto para no leer teatro. Es más que alentador que además de lectores y creadores, las clases también lleven a convocar a nuevos espectadores de teatro.
IL: Por último, cómo ha sido tu travesía como escritor dentro del teatro mexicano.
IV: Esta pregunta me da un poco de risa y de vergüenza, porque mis inicios en la dramaturgia fueron igual de inconscientes e irreverentes como lo que ahora critico en los jóvenes creadores. A grandes rasgos, el primer acercamiento sincero con la escritura dramática fue una fortuita beca FONCA en el 2004 en dramaturgia en la que me topé con un grupo de jóvenes creadores que ya eran profesionales de la escena mientras que yo era un amateur, pero conseguí escribir una primera obra, la cual leo y me parece ni siquiera un guiño a lo que ahora pretendo. Después de esa experiencia realmente pensé en alejarme del teatro, por dignidad, pero me puse a escribir textos que carecían de técnica, pura intuición a partir de lo que leía.
Creo que debo casi toda mi travesía en la escritura dramática al Premio Gerardo Mancebo del Castillo, ya que ser seleccionado como finalista en el 2006 me llevó a formar parte del alumnado del II Diplomado Nacional de Estudios de la Dramaturgia, ahí pude tomar clases con dramaturgos a los cuales admiraba, había leído de ellos que eran los íconos del teatro mexicano y otros que ni tenía idea de que existían. La forma en que teóricamente planteaban sus procesos creativos, y el de otros, me dio una idea consciente de la técnica que necesita un escritor. A partir de ahí tuve la oportunidad de ser seleccionado otras dos veces en el mismo premio nacional de dramaturgia joven, asistir a otros encuentros y festivales en donde siempre aprendí cosas nuevas.También pude conocer a otros autores de mi edad.. Me siento maravillado por la casualidad del encuentro, por el convivio con el hecho teatral, pero sobre todo por la generosidad de muchas personas a las que a veces no les he agradecido el llevarme de la mano, a veces sin que ellos o ellas quieran, por esta travesía que día a día se convierte en una forma de vida incapaz de poderle dar la espalda.