Tierra Adentro
Teatro Inverso

Hay proyectos colectivos que arrancan su historia en espacios inusitados. Casa Inverso comenzó cuando sus integrantes se conocieron en un diplomado de actuación en 2004. Tres años después harían su primera presentación pública. Con un trabajo cifrado en la adaptación de obras de teatro y narrativa de creadores mexicanos y extranjeros en diversos contextos y espacios, también han hecho representaciones públicas con contenidos propios. Nada ha escapado a sus preocupaciones: desde la crítica social y cultural del país a los temas más íntimos del espacio doméstico; de las expresiones líricas a los asuntos de bicicleta; del formato clásico a la experimentación mediante el trabajo colectivo y autogestivo desde Guadalajara, y de Guadalajara a otros puntos del país y del extranjero, llevando algo nuevo que contar, como un colectivo siempre en movimiento. El siguiente es un repaso a la semblanza de este colectivo jalisciense de amantes del teatro que, trabajando en coordinación con otros colectivos e instancias, a casi una década de su fundación, ha hecho del arte de actuar parte de la vida.

Fue el circo. Las carpas gastadas, deslavadas por el sol, por la tierra de los pueblos en los que se estacionan desde hace décadas en este polvoriento país. Fue el trapecista que ascendió de su mundano oficio de taquillero a volar bajo esa desgastada lona como si fuera un súper héroe. El elefante con su ajada piel de riscos, los caballos cansados. Realidad y ficción bajo un mismo techo. “Eran muchas emociones. El circo cumple una función importantísima en el país: lleva la ficción, la representación y también la realidad con los animales. Es un mundo decadente que te ayuda a generar poética”, recuerda de su infancia Manuel Parra, actor y director de contenidos de Casa Inverso, proyecto afincado en Guadalajara que desde hace años apuesta por una nueva forma de hacer teatro en la ciudad: de contenidos propios, autogestiva, un puente entre la realidad del país y los espectadores. “Aprendí mucho de esa parte del circo, quieres entender el mundo a través de la representación. Empiezas a vincular tu trabajo a la vida, y cuando lo haces te quitas de muchos problemas como estar aspirando a llegar a un lugar. Hay que vivir, todo es experiencia.”

Casa Inverso nació a partir de un diplomado de actuación en 2004, donde un grupo de jóvenes de diversas universidades de la ciudad se conocieron y empezaron a trabajar en su idea de hacer teatro. Los primeros ensayos fueron en “el cuartito de uno de los integrantes” y se presentaron en cafés. Luego surgió la propuesta de abrir un espacio para ensayar y hacer presentaciones. Sus primeros montajes fueron adaptaciones de textos de dramaturgos nacionales y extranjeros. “Nos interesaba adaptar cuentos o montar textos de autores con los cuales nos identificáramos, que tuvieran contenido y nos dijeran algo como jóvenes.”

Como un organismo vivo, la estructura de Casa Inverso ha ido tomando vida propia a partir de las necesidades de los proyectos que han planteado. “Nuestra estructura se va moviendo de acuerdo a cada proyecto. Nunca está nada fijo”, enfatiza Parra sobre el equipo que integra Inverso. Existe, sin embargo, un núcleo central conformado por Sofía Olmos, actriz y promotora de CAIN (festival de teatro de pequeño formato); Mónica Camacho, actriz y fotógrafa; Erik Pérez, responsable de comunicación visual y contenidos; Violeta Parra, encargada de medios, e Isabel Rodríguez, asistente y jefe de foro de Casa Inverso. “Es un organismo evolutivo, y después de este proceso de trabajo evolucionará en otra cosa, lo importante es meternos a trabajar y estar aquí.”

Teatro Inverso

Teatro Inverso

Dakota, de Jordi Galcerán, fue el montaje inaugural en 2007 y llegó a los escenarios con apoyo de la Universidad de Guadalajara lo que, como apunta Parra, “les abrió las puertas al teatro profesional de la ciudad”. El segundo proyecto fue Matadero (2008), una creación colectiva para la que contaron con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), y a partir del tercer montaje, El diablito de Benjamín (2009) –adaptación colectiva del cuento de Rebeca Orozco Mora–, el ángulo giró hacia una nueva manera de abordar tanto los textos como la producción y se conformó un equipo ex profeso para la obra. “Creemos que al ser creadores de nuestros propios textos tenemos más libertad en las áreas de producción, dirección y distribución. Una voz que hable desde lo que somos, de nuestras preocupaciones, nuestras filias y fobias, desde Guadalajara.”

Casa Inverso tomó entonces otro rumbo y se embarcó en la generación de contenidos propios, particularmente en la conceptualización y producción de una trilogía que conectara el discurso de tres integrantes del grupo. El resultado fue Tónic, El pulgar levantado en señal de triunfo y Rebel Box. “Nos dimos cuenta de que se podía hacer teatro con muy poco dinero, ser autogestivos, encargarnos nosotros mismos de nuestra producción, invitar a la gente. Todo. Necesitábamos autogestión, no ir a buscar dinero.”

El giro de timón no estuvo exento de conflictos. La libertad creativa y de discurso pasa factura. “Creo que eso ha generado otro problema de Inverso con las instituciones de la ciudad, porque la institución dice que no reconocemos que la Universidad de Guadalajara apoyó a Inverso, pero no es así, nosotros agradecemos el apoyo pero Cultura UdeG también se vio beneficiada con el nuestro trabajo.” Este cambio ha significado además la ruptura de límites en cuanto a los temas y contenidos a tratar en los textos y proyectos de Inverso: desde hablar de las mafias culturales y políticas de la ciudad hasta la familia, las bicicletas, los Juegos Panamericanos, los artistas de la ciudad, “podemos hablar del PRI, de los problemas que realmente están pasando, hablar de todo eso porque es nuestro espacio, pagamos la renta. No tener apoyo institucional te hace más responsable. Tienes que trabajar, hacerte consciente de a qué espectador le estás hablando, en qué espacio estás trabajando. Te enfocas más.”

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Fachada Teatro Inverso

Otros de sus trabajos han sido Perros hinchados a la orilla de la carretera (2010) y De bestias, criaturas y perras (2011), de Legom; Un tutú muy apretado (2011), adaptación del cuento de Sherryl Clark, y actualmente están trabajando en talleres sabatinos –a los que asisten desde una señora de 50 años hasta un joven de 18– y en otros montajes que aspiran a presentar en foros del extranjero y que representen la realidad mexicana. “Ahora en Casa Inverso reflexionamos sobre cuál es la finalidad de nuestro arte, de nuestro oficio, y llegamos a la conclusión de que es pasar información sobre todo lo que estamos viviendo en nuestra ciudad, en nuestro país.”

En la historia de Inverso, las colaboraciones con otros grupos de teatro, universidades y festivales ha sido una constante. Entre las más destacadas se cuenta su trabajo permanente con Microscopía Teatro, de Barcelona; con la Universidad de Artes de California (CalArts), a través de Cultura UdeG; con el Laboratorio de Artes y Variedades (LARVA); Estudio 323, Laboratorio puntoD, y A la deriva teatro, estos últimos de Guadalajara. Manuel es también parte del grupo Lagartijas Tiradas al Sol, de la ciudad de México; ha participado en el Kunstenfestivaldesarts en Bruselas, Bélgica, y estará presente en el Festival de Otoño a Primavera de Madrid. Sus montajes se han presentado también en la Feria del Libro de Los Ángeles, La Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en el Festival Otras Latitudes que organiza el Instituto Nacional de Bellas Artes.

La dinámica para el actual proceso creativo detona de la pregunta: ¿tú qué tienes qué contar? A partir de eso se plantean proyectos en los que el resto del equipo se involucra en tareas tan diversas como el diseño de vestuario y la escenografía, la corrección de estilo, la iluminación, entre otros. “Cada integrante tiene su propio proyecto y así también generamos cartelera, contenido y todos los trabajos se contaminan y logras un estilo.”

De boca en boca. El público que asiste a las funciones de Casa Inverso va desde la familia de los integrantes y sus amigos, hasta universitarios, funcionarios y público diverso que llega a la enorme puerta de madera en la calle Santa Mónica, entre discos pirata, librerías y cálidas cafeterías. En Guadalajara, enfatiza Parra, sí hay público interesado en consumir otro tipo de contenidos. “El teatro es una cajita donde uno pone a jugar información, personas, y a partir de eso se construye un mundo de posibilidades. Casa Inverso se ha convertido en el espacio de creación y operación del grupo desde 2007, pero además ha sido depositario de nuestros proyectos hacia el espectador. Hoy trabajamos desde nuestra casa hacia el exterior, creyendo en lo que somos y confiando en que alguien pueda escucharnos y así entablar un diálogo. Creo que si cuentas algo honesto, que venga de una investigación seria, de una cosa más elaborada, el espectador te lo agradece. Puede que les guste o no el montaje, pero la gente ya dice gracias por la información, gracias por contar esta historia”.

Teatro Inverso

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