Tierra Adentro
Still Breer, de Christiane Burkhard.

En los últimos dos años, la documentalista e investigadora alemana Christiane Burkhard ha desarrollado un proyecto de documental expandido que tiende un puente entre el cine y la literatura y explora una perspectiva del viaje desde la mirada de un excavador. En camino. Taan U Xiimbal. Una videoexcavación es un proyecto que se despliega como instalación cuyo itinerario puede seguirse en línea, del mismo modo en que alguien podría seguirle los pasos a un arqueólogo (www.taanuximbal.com).

Después de varias funciones en Tijuana, Cuernavaca y Mérida, la obra interactiva de Burkhard se estrenó en el marco del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (DocsDF) en la Universidad del Claustro de Sor Juana, como una experiencia viva con lectura y videoproyección, así como con una instalación en una de las celdas del mismo Claustro. También se espera que En camino… se proyecte durante enero de 2014 en foros de la Ciudad de México. 

¿Qué pauta conecta el códice a la piedra,

la pirámide a la estrella y todo ello a una cineasta?

Christiane Burkhard nació un 22 de junio de 1967 en Alemania bajo “una media noche de luna llena entre los signos géminis y cáncer”. La cineasta, en cambio, hace su primera aparición en los videos caseros realizados por su madre; Christiane, de seis años, coloca sus manos en forma de lente sobre su ojo izquierdo y enfoca; gesto especular de la pequeña directora filmando mientras es filmada. Imagen simbólica de una vocación futura que habrá de concretarse en su primer documental, donde se incluye este video. Los padres de Christiane murieron en un accidente de avión en 1979, veinte años después ella organizará su recuerdo y evocará su presencia en Vuela, Angelito (2001). Junto a su hermana Susanne acude al reencuentro con los lugares de la infancia, donde el testimonio de la familia se suma al descubrimiento de una memoria soterrada compuesta de película Super 8 y remembranzas. Con este trabajo dan inicio los ejercicios de excavación de la cineasta, aquí el celuloide doméstico, legado por su madre, se convierte en el vestigio audiovisual que eterniza la amorosa compañía de los padres ausentes.

Christiane llegó a México hace más de dos décadas, las relaciones México-Alemania, que podrían evocarnos su propia historia, están presentes en La emperatriz de México: retrato de una cosmopolita (2006), codirigido con Anne Huffschmid. Este documental constituye un homenaje a la vida y obra de la escritora alemana, de origen judío sefardí, Marianne Frenk-Westheim, quien emigró con su familia a México en los años treinta ante los embates del nazismo; en esta biografía Marianne relata su experiencia íntima e intelectual en el país, reflejada en sus grandes contribuciones a la crítica de arte, la literatura y la traducción. Me gusta pensar que la historia de Marianne y su aportación a la cultura mexicana podría ser una proyección del mismo destino intelectual y artístico de Christiane, como si su presencia en México formara parte de una centenaria y fructífera historia de relaciones que la anteceden. Ambas unidas por el bilingüismo, por la experiencia de un origen geográfico común y por la adopción de la misma patria donde se gestó su quehacer.

El trayecto de alguien en permanente búsqueda, que evoca el pasado y horada los archivos, los recortes periodísticos, las fotografías intentando hacer justicia a una pérdida es el eje de Trazando Aleida (2007). Aleida y su hermano Lucio Antonio fueron separados y adoptados por familias distintas luego del arresto y desaparición de sus padres durante la guerra sucia mexicana de 1975. Aleida descubre su verdadero origen y emprende la búsqueda de su hermano, su periplo la lleva a encontrarlo en Washington. “Aquí nadie pierde”, dice “Juan Manuel”, que ha ganado una hermana y con ello la evidencia de lo irrecuperable: unos padres biológicos que nunca conocerá y el arrebato de las certezas que poseía. Trazando Aleida muestra el arduo proceso de reconfiguración de la identidad a partir de un hallazgo documental.

Es innegable la singularidad de cada uno de estos trabajos cuyo vínculo principal está anclado en el nombre que los ampara: Christiane Burkhard, la cineasta que nace y se reconstruye en su propia obra. Hay, además, cierta actitud arqueológica que los hermana, Christiane se comporta aquí, como lo pide Walter Benjamin, como una mujer que excava, su guión es su mapa y su cámara la azada.

La propuesta de Christiane sobre el proceso de excavación como “metáfora de la búsqueda interior” cobrará cuerpo explícitamente en En camino. Taan U Xiimbal. Una videoexcavación (2012), proyecto que tiene lugar en el territorio maya de Campeche y Yucatán: espacio de seducción arqueológica, de polémica esotérica, de riqueza natural y olvido social.

 

Taan  U Xiimbal o la pauta que conecta

En camino es un video-diario que inicia en diciembre de 2010 y concluye dos años después, se presenta a modo de instalación interactiva donde video y texto se yuxtaponen. El recurso del diario literario, renovado en el empleo del video registro, permite observar la cotidiana construcción de un método de trabajo que intenta conducir a la obra artística, al tiempo en que reivindica el papel de la subjetividad como principio organizador de la búsqueda.

La manifestación material de este diario me sugiere la idea de un códice contemporáneo donde grafía e imagen van desplegando un universo a descifrar. A estos documentos alude la primera video anotación, que tiene lugar en agosto de 2010 en la Biblioteca del Estado de Dresden, en Alemania, donde se encuentra el códice maya; el manuscrito americano más antiguo conocido hasta ahora, acéticamente protegido en una vitrina y sobre el que mexicanos y guatemaltecos, a decir de la bibliotecaria, derraman lágrimas al contemplar. Algo me hace pensar que esta escena teje dos historias: no sólo la de esa escritura precolombina y su azaroso destino en un museo alemán, sino el propio intercambio de Christiane. Esa remota grafía albergada en Dresden es el simbólico testimonio de la comunión y seducción de dos culturas, que haría eco mucho tiempo después en las labores del epigrafista alemán Nikolai Gruber,  cuyo proyecto de excavación arqueológica en Uxul, la ciudad maya perdida “en fin del mundo”, sería también otro de los motivos de inspiración de este trabajo.

En camino es un muestrario de las interrelaciones geográficas y culturales que rodean el redescubrimiento y apropiación de la ciudad maya; documenta el tránsito íntimo y cotidiano que envuelve un proyecto arqueológico y cinematográfico. Es un álbum de múltiples encuentros y experiencias: la convivencia en el campamento de Uxul con el quipo de Nikolai Gruber, las visitas al sacerdote maya Don Bartolomé y su jardín botánico, el recuento de objetos perdidos y viejas cintas en Super 8, el paseo por las ruinas de Xkalumkin donde vigila una Xnuk de piedra, el paseo por el rancho Komchen de los Pájaros, la charla con el astrónomo Arcadio Poveda sobre el cráter de Chicxulub, el cementerio Marbles de Nueva York , el cementerio de Pomuch y la costumbre vigente de limpiar los huesos de los muertos, los relatos de jóvenes lingüistas mayas, la visita a la ceramoteca de Mérida, la filmación del equinoccio de primavera en Dzibilchaltún, Chichen Itzá y Tulum, el buceo y reflexiones del arqueólogo Guillermo de Anda en el cenote San Eduardo, el museo geológico de Heidelberg, la caminata en la playa de mar Progreso…

Desde que Christiane emprende el proyecto, todos los elementos parecen articularse en un sentido que legitima su quehacer como destino, como si se tratase de una especie de profecía estelar: En febrero de 2011 organiza su primera residencia de cuatro meses en Yucatán. El cuarto en el que se aloja, en el centro cultural ULE, era casualmente una antigua garita de vigilancia del siglo xvii a mitad del Camino Real que conducía de Campeche a Mérida, situación que le reitera su propia posición como observadora. Otros motivos abonan en esta comunión: su parentesco lejano con la bibliotecaria que alberga el códice Dresden o las similitudes fonéticas que descubre entre el maya y el alemán. Como lectores, nos convertimos en los epigrafistas de este microcosmos, al tiempo en que nos asimilamos a la misma experiencia de la autora, quien al mirar el material descubre que se “construyen nuevas constelaciones y asociaciones”. Tal posibilidad se potencia gracias a la maleabilidad del espacio hipermedia en que se asienta esta bitácora, cuya lectura ordenada o azarosa multiplica la comprensión de cada pieza, que permite ser entendida por sí misma, o bajo las diversas relaciones que abre el conjunto. La pantalla es un mapa virtual donde el lector-espectador tiene la libertad de elegir cronológicamente o al azar alrededor de 110 entradas escritas, que despliegan su fecha en numeración arábiga y maya, y entre las que se intercalan veintisiete videos, nutridos también por la reflexión diarística que los explica. La página interactiva, semejante a un trabajo de curaduría en una instalación de museo, modifica nuestras maneras de ver y de leer, transforma nuestra idea del orden, y en cada reacomodo sugiere un sentido nuevo e infinito para cada fragmento.

Sólo quien conoce el oficio de llevar un diario bajo verdadera disciplina, traducida en una gran cantidad de cuadernillos, puede hacer del suyo una verdadera obra. El diario de Christiane pertenece a esta estirpe, la prueba de sus registros adolescentes aparece fugazmente en Vuela Angelito, cuando relee las anotaciones de un diario que llevaba a los doce años, en la fecha de la muerte de sus padres. La pasión por esta escritura será reiterada en En camino:

 

¿Orígenes?…quizás aquellos álbumes de poesía que solíamos llevar de niñas, con recortes florales, dibujos, algún pensamiento filosófico o una cita del repertorio popular. Más tarde irrumpe la muerte y el silencio, y el diario se vuelve oráculo y confesionario existencial. A partir de este momento, la que escribe ya no es niña y se traduce la vida a la vida.

 

En el diario, el ejercicio escriturario se transforma en un acto de definición y comprensión de la vida. El diario es para Christiane un estadio “anterior” a la poesía, pero pleno de ella, de anotaciones triviales tanto como de auténticas máximas que definen su estética: “el arte como gesto cotidiano, como abrazo y paréntesis”, o su entendida reflexión expresada en breves metáforas: “Cuando escarbas en la profundidad el agua se vuelve turbia”. El diario de Christiane revela su propia evolución, que se desplaza de la mera exposición autobiográfica hasta reconocerse como un modo de aproximación a la obra artística: “un método transparente que muestra su propio método y proceso como parte del discurso”.

El diario anuncia una obra, un deseo. En diciembre de 2010 se piensa en una película formalmente capitulada:

Idea / hallazgo: la película podría empezar con una invocación y los saludos a los cuatro rumbos: Norte, Sur, Poniente y Oriente, representados por los cuatro guardianes, los bakabes. Escribir la película en cuatro capítulos, y en el centro, el árbol de la vida, la Ceiba.

En camino se convertirá a lo largo de múltiples entradas en el esbozo y reflexión de la película imaginada que poco a poco se transforma, por la narración de su búsqueda, en un signo concreto; la constante enunciación del proyecto y la suma de los fragmentos visuales y narrativos que la conformarían hacen del diario la verdadera obra. Una  obra en estado de fragmentario y en perpetua oscilación, compuesta de “tepalcates” visuales y escritos que poseen la misma trascendencia del hallazgo arqueológico: vestigios de una resistencia que hacen posible la reconstrucción de un imperio y su memoria.

Taan U Xiimbal es un rizoma por excelencia, emite brotes y raíces a partir de múltiples referencias que buscan congregar el universo intelectual que anima el proyecto. Christiane nos da señales de su propia filiación cinematográfica, literaria y musical, desde la estética fragmentaria de los años sesenta que cobró cuerpo en un documental como Mediterranée (1963) de Jean Daniel Pollet hasta los trabajos de Darren Aronofsky, Patricio Guzmán, Agnes Varda o Tomas Heise; escuchamos la música de Jorge Reyes o los paisajes digitales y sonoros de Aphex Twin; la poesía de Seamus Heney y Roberto Juarroz o comentarios sobre la prosa de Juan Villoro y Peter Handke, entre muchas otras alusiones contextuales que poco a poco van entrando en la armonía de las uniones posibles a través de la mirada de su autora. Al conocer las fuentes de la obra, comprendemos la línea en que el trabajo se inscribe y gracias a ese repertorio virtual asistimos a un debate en el que se asoman reflexiones históricas, artísticas e incluso éticas y políticas.

En En camino la generosidad teórica es una brújula para el lector, constituye una enseñanza sobre el complejo método de composición de la obra, lo que deriva en la configuración de un espectador apto para comprenderla y establecer un diálogo verdadero.

El proyecto nos ofrece la posibilidad de desplazarnos por una experiencia tanto intelectual como estética, esta correlación puede ser constatada en los videos donde el maremágnum reflexivo va cobrando forma. Los videos siguen la misma directriz de la escritura: escenas compactas que ofrecen en su brevedad una penetración intensa; momentos en que el ejercicio fílmico tiene una actitud cercana a la del paseante que registra detalles sin imponer un orden a su experiencia, más que la determinada por el trayecto. El disperso escenario está allí para ser reconocido, en él la azarosa disposición crea armonía y en la intimidad de la mirada todo se revela pleno de sentido: como una Christiane-niña que devuelve la tierra a la tierra, nunca a modo de travesura, aunque lo parezca, ella sabe que lanza “polvito mágico”. Toda escena, en apariencia realista, nos descubre un secreto simbolismo, nos ayuda a reconocer el entorno, a apropiárnoslo con los sentidos renovados y atentos, a imaginar la historia latente de cada piedra, del ignorado sol al que otros sí saludan, de la memoria que duerme en el agua de las grutas, o en los huesos que nadie limpiará. La cámara no sólo visibiliza una realidad o una práctica, horada en nuestra comprensión de aquello que nos muestra. Las preguntas que generamos al observar se convierten en la formulación legítima de otro modo de respuesta: una sacudida a toda preconcepción, una respuesta sólo nuestra. Así nos sentimos llamados a excavar en el fondo de todas las significaciones de este diario, a revolverlo y volver una y otra vez sobre sus capas. Así cobra sentido la excavación de una ciudad perdida como Uxul,  que en unos años volverá a cubrirse de hierba y de olvido y, sin embargo, cada exploración y hallazgo reinterpreta la historia de un pasado que aún nos afecta.

Al aproximarse a este universo de símbolos Christiane no busca descifrarlos ni desentrañarlos por sí misma, los hace notables para que sean otros los que articulen en su contemplación su propio pensamiento. La aventura puede ser ardua, pues nuestra observación no se ejerce desde un momento orgánico, nos asimos a la cronología como al resquicio de una unidad remota, podemos también perdernos, navegar en círculos, pero a medida que desbrozamos el camino, reconocemos las marcas que nos ubican y nos sumamos con placer al viaje.

La obra anhelada de Christiane se disemina en la singularidad de cada fragmento visual, es una búsqueda constante que nos hace transitar por todos los estadios, desde el trazo originario de un plan hasta atisbar su consecución ideal, reflejada en la consumación de fragmentos plenos de poesía visual y sonora como “Despegue” y “El fin del mundo”. En estos videos, el trabajo de edición permite ver cristalizada la experiencia de la travesía, donde ya no sólo se convoca al entendimiento sino a los sentidos. Aquí la videoasta mira desde los intersticios y su actitud ya no es la del entrevistador, su discreta presencia es la de los gestos y las sombras, la de los asentimientos silenciosos, la que permite descubrir al otro en la profundidad de su habla.

En estos videos las ramas de la ceiba tocan por fin el cielo; la raíz, constancia del camino transitado, señala el anclaje a una tierra que sólo es pista de impulso hacia la plena libertad del vuelo: expresión nostálgica de danza de gaviotas bajo el crepúsculo como  promesa de extender el viaje al infinito.

Al hacer concordar una realidad con un ritmo, Christiane nos permite construir un nuevo puente de intimidad con lo mirado donde cada imagen se recubre discretamente con el sentimiento de su primigenia contemplación.

Christiane no necesita inventar, nos basta su pasión por lo que mira. Su creación radica en esa personalísima mirada que nos ayuda a descubrir y descubrirla. Ella graba con su pequeña cámara “a la altura del corazón”, con el cuerpo y el alma. Nos sabemos en sus recorridos por los ritmos de su pulso y su respiración. El movimiento de su mano sosteniendo la cámara nos lleva a reconocer no la fijeza de una mirada sino la totalidad de un cuerpo vivo, ese ligero temblor nos señala la transparencia de sus registros, nos recuerda que hay un ser detrás de la cámara, involucrando todos sus sentidos y acompañando nuestro propio camino.

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