Informe de uno mismo. Una lectura de En camino, de Christiane Burkhard
Estoy en el centro de Oaxaca sintiendo un calor espectacular a las nueve de la noche. En verano la ciudad duerme más tarde, se enciende junto a los cuerpos celestes. Dicen que todo se relaciona, pero no sabemos explicarlo. Si nos detenemos a vincular los acontecimientos más simples corremos el riesgo de encontrarnos de frente con la nada. Para ese entendimiento, es mejor una ficción. En camino. Taan u xiimbal, Christiane Burkhard indaga en las diferentes capas que componen un discurso artístico, incluida la realidad y sus tintes imaginarios. Se trata del diario de viaje de una videodocumentalista mientras recorre zonas arqueológicas y cenotes en Yucatán junto a su pequeña hija. En estas anotaciones se mezclan recuerdos de su infancia con aspectos culturales de los mayas prehispánicos y actuales.
Christiane Burkhard hizo algo nuevo con este libro. Hace un par de años apareció en formato videoblog, ahora la editorial oaxaqueña Surplus lo edita como libro bajo el trabajo curatorial y de edición de Mónica Nepote. A eso se refiere el título, al camino trazado con recuerdos que dispuestos en cierto orden narran otro territorio. Las entradas del diario remiten a videos grabados por Christiane durante su viaje, y pueden encontrarse en www.videoexcavación.com. El texto es un juego, una trayectoria donde la autora pretende encontrarse, y al mismo tiempo, hacernos cómplices del hallazgo.
Cuando uno nace con la cabeza en el aire y las ideas revueltas, es preciso dar constancia de los hechos para no perderse. La autora brasileña Clarice Lispector pedía al lector, en voz de uno de sus personajes emblemáticos, que no soltara su mano, iría con placer y horror al encuentro de sí misma en su escritura. Eso que se escapaba era ella y como era volátil e imprecisa, sólo la presencia constante del lector podía hacer de su escritura un árbol de raíces firmes bajo la tierra. Lo que finalmente la ataba al mundo era el otro que la leía. Así también se sostiene Christiane en En camino, y lo convierte en algo más complejo aún: no sólo de palabras está hecha la trayectoria del ser, también de imágenes, voces, música, testimonios de otros tiempos atravesados por imaginación, deseo y esperanza.
Durante la presentación del libro, escribo lo siguiente en mi celular: La investigación como ficción. Leer una película, observar un texto. La excavación como metáfora. El proceso como obra. Obra abierta e inconclusa, lacerada por múltiples discursos. La obra como viaje. Traslado, siempre un intermedio. No es el destino lo importante sino el traslado. El espacio entre mundos. La no-obra sin autor, sin obra, queda el proceso desnudo, la duda de ser. Las anotaciones que suelo hacer cuando leo o acudo a algún evento tienen aquí un valor agregado, son apéndices de la obra misma. Christiane permite esa interacción, señala los puntos donde el libro se quiebra, las grietas donde el significado es posible. Nos corresponde a los espectadores unir las piezas, los tepalcates.
En La Jícara, un restaurante, librería de editoriales independientes y espacio cultural del centro de esta ciudad, Christiane lee partes de su diario mientras detrás de ella aparecen fragmentos de los videos que grabó durante su viaje. Une así la imagen con el texto y ejemplifica los procesos semióticos que operan en su libro. La excavación de la obra se realiza por medio de estas imágenes pero también en otros sentidos: excavación como conocimiento del ser y del otro, como forma de acercarse a la realidad, como construcción de la historia, como ficción del camino y como proyecto social dadas las circunstancias violentas en este país de cielos sumergidos, voces disminuidas y silencios.
Últimamente nos interesan los procesos. El autor ha pasado a ser el intermediario de un discurso colectivo y testimonio de experiencias complejas que involucran muchos aspectos de la realidad, sobre todo del reconocimiento del «otro» sobre quien se escribe, el mismo que lee para completar la obra con interpretación y nos angustia porque no solemos percibirlo como continuidad en lo cotidiano. La relevancia del proceso semiótico, como sucede en En camino, da constancia de esta preocupación y plantea la posibilidad del encuentro. Sin embargo, este diálogo se da fuera del texto; parecido a los códices, las imágenes se leen imaginando caminos, creándolos mientras se observa.
El encuentro con uno mismo invade las artes como tópico desde hace tiempo. En las religiones, la búsqueda del ser termina en lo divino, el hombre mismo es divino y por eso debe seguir ciertas normas que lo acercan a su centro. En las culturas precolombinas no existía una separación entre lo sagrado y lo profano, ambos aspectos conformaban una explicación de la realidad, eran la realidad. Nada de eso tenemos ahora. Y no lo digo desde alguna nostalgia de certezas sino desde lo difícil que resulta encontrarse sin guías ni maestros. Esto implica libertad, pero también sufrimiento. En La pasión según G. H., Clarice Lispector sintetiza en este párrafo el viaje metafórico de la protagonista: «Pero como adulto, ¿tendré el coraje infantil de perderme?, ¿perderme significa ir encontrando y no saber siquiera qué hacer con lo que se encuentra? Las dos piernas andan, sin la tercera que sujeta. No sé qué hacer con la aterradora libertad que me puede destruir».
El calor aumenta por la conglomeración de cuerpos que observamos leer a Christiane. Casi al final de la presentación escribo lo siguiente: Informe de uno mismo. Excavación, una trayectoria inconclusa. Palabras para dejar constancia de la propia existencia, o para preguntarse por ella, dudar sobre los pasos andados. Juntar pequeñas piezas del rompecabezas. Las palabras como camino. El visor como corazón. La cámara como corazón. No puedo dejar de filmar porque quizás me pierda. Mi propio informe.
La palabra corazón aparece en numerosas ocasiones en el libro. Christiane menciona que suele filmar con la cámara apoyada en el corazón. En los videos se percibe el movimiento de su respiración, un ascensor. Filmar como forma de querer asir el mundo, retrato divergente de uno mismo. Todo arte apela a esa necesidad. En camino habla del proceso, de la búsqueda del sistema que nos permita dibujar constelaciones en sincronía con los otros y el mundo.