Tierra Adentro

Existe un hashtag utilizado en Twitter para referirse a las mesas de diálogo, presentaciones de libros, conferencias o cualquier otra aparición pública, ya sea de miembros del Estado o de comunidades académicas y artísticas, donde sólo los hombres tienen derecho a la palabra: #ClubdeTobi. Es una falta de equidad institucionalizada, inserta en la memoria y las prácticas sociales de forma tan quirúrgica, que nadie parece darse cuenta de su presencia ni de las repercusiones que conlleva su normalización.

El silencio, lo invisible, lo que se pasa por alto, también son formas de violentar al otro o de violentarse a uno mismo. En México, sabemos bien del silencio de los cuerpos, las desapariciones; bajo ese contexto, ¿qué significa tener derecho a la palabra?, ¿es la palabra un derecho o un privilegio?, ¿qué cuerpos se develan cuando hablamos? La palabra es una práctica social que permite repensar el entorno y replantear, quizás, las condiciones de vida, el estado de las cosas imperantes. Las palabras pueden desenterrar cuepos.

La etiqueta #ClubdeTobi nombra algunos cuerpos que faltan y evidencia la médula de una sociedad profundamente machista. Este hashtag proviene de un blog homónimo donde se colocan fotografías de los numerosos encuentros exclusivos para/de hombres acompañadas de la frase «Felicidades, has formado un club de Tobi». A su vez, la referencia proviene de la caricatura animada de los setentas La pequeña Lulú, donde Tobi Tapia tiene un club cuyo lema es: «No se aceptan mujeres». La ironía funciona para señalar aquello que forma parte de la vida cotidiana en sus múltiples manifestaciones.

Recientemente se presentó en esta ciudad la Antología del cuento oaxaqueño, publicada por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y donde los 20 seleccionados son sólo escritores. Para el compilador, del siglo XX a la fecha ninguna escritora ha trabajado un texto digno de considerarse e integrarse en esta colección, dirigida además a estudiantes de la UABJO. La presentación del libro estuvo a cargo del editor, del compilador y del hijo de uno de los antologados, dueño de la galería donde se dio este encuentro. El problema principal de esta publicación radica en que a nadie se le hicieron cuestionables los criterios utilizados, nadie vio la omisión.

¿Es que en más de un siglo no ha habido escritoras en Oaxaca? Si los cuentos seleccionados giran en torno a temáticas oaxaqueñas, describen la ciudad y sus alrededores o provienen de la oralidad de su contexto, como supongo fue el criterio del compilador, también habría que preguntarnos qué estamos considerando lo oaxaqueño, y más importante aún, ¿quiénes dictan lo oaxaqueño? Lo oaxaqueño es ante todo aquello que se gesta en la ciudad y es producto de las dinámicas de consumo, apropiación e identidad que caracterizan el día a día en este territorio, en parte por influencia del discurso oficial pero igualmente porque las ciudades son producto de la migración y la multiculturalidad.

Las palabras pertenecen al tiempo en que son emitidas, ni siquiera al escribir puede decirse que le pertenezcan a alguien, reflejan el mundo y pueden incluso inventarlo. En algunas comunidades de Oaxaca donde se hablan lenguas originarias todavía son consideradas sagradas, forman parte de rituales que se transmiten de generación en generación y anteceden ritos, fiestas, bendiciones ancestrales a la tierra. El lenguaje es político en la medida en que aceptamos esa autonomía y su relación con el tiempo.

¿Qué sucede si sólo escritores pueden nombrar el mundo en una antología como esta? Me parece que se trata de un proceder hegemónico que además hace evidente la falta de contacto de las instituciones y quienes las conforman con la vida cultural que sale de su círculo inmediato. Una antología no es una selección de lo que se conoce, a menos que se trate de una antología personal, sino producto de una investigación exhaustiva sobre escritores, temas y textos dependiendo de cómo decidan ordenarse o integrarse hacia una misma dirección, de ahí se parte para hacer la selección y no de un simple gusto.

Por todas partes vemos cómo los espacios públicos siguen vedados para ciertos cuerpos, no sólo para que se expresen sino incluso para que transiten libremente. La desaparición se aplica como mecanismo silenciador en muchos niveles y formatos. Caminar sola es motivo de agresiones verbales y físicas en esta ciudad, frecuentemente esa violencia se transforma en abuso sexual y en feminicidios. #ElClubdeTobi es sólo una manifestación de la problemática que conlleva pensar los géneros como normas de comportamiento y no como una amalgama cultural donde existe la posibilidad de elegir quién se quiere ser.

¿Qué cuerpos se visibilizan y cuáles no? Aquí estamos dominados por el discurso oficial que nos define sobre todo a partir de lo oaxaqueño;  aunque este término sí agrupa prácticas y experiencias que compartimos quienes vivimos cerca unos de otros y tenemos historias en contacto, no existe una sólo aproximación hacia la cultura, al igual que el género, lo oaxaqueño es una ficción. Sería interesante publicar una antología del cuento que diversifique los modos de ver en torno a lo regional. Si se parte de ese cuestionamiento también se rompe con la hegemonía de los cuerpos han tenido la palabra desde siempre.


Autores
Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, por la UNAM. Junto al artista plástico Pavel Acevedo, dirige Espacio Centro, un lugar independiente de exhibición y producción artística ubicado en la periferia de Oaxaca. Trabaja lentamente en su ficción y en un pequeño huerto.