Horst Matthai Quelle: pensar y ser
Encontrar algún libro del filósofo Horst Matthai Quelle es casi imposible. Mis aventuras persiguiendo ejemplares en bibliotecas de los Estados Unidos son dignas de una novela policial. Y, como buena novela policial, lo que estas aventuras también me han revelado es otro monstruo: el funcionamiento del aparato burocrático de los préstamos interbibliotecarios.
Me interesé en la obra de Matthai Quelle porque hubo una época en la que me obsesioné con la idea antifilosófica de que en español la ontología debe concebirse de forma diferente a cómo se concibe en otras lenguas porque existe una diferenciación entre el verbo “ser” y verbo “estar”. En mi propuesta, pensaba cómo el “estar” implica una praxis filosófica y no es solamente una teoría contemplativa, fría y estática (como implica el “ser” de la ontología filosófica). El “estar” entraña también una postura política, una forma de habitar el mundo y el tiempo, a diferencia de la identidad poco flexible del “ser”. En medio de estas meditaciones, en una búsqueda bibliográfica amplia, de esas que me lleva de un tema relacionado a otro y que me obliga a abrir decenas de pestañas en el navegador, me encontré con la obra de Horst Matthai Quelle. El ser y una cierta praxis del estar parecían formar parte de las inquietudes presentes en la obra de este extraño filósofo mexicano de origen alemán. Me interesó inmediatamente leer todo lo que pudiera encontrar de él. Pero no encontré casi nada más que menciones secundarias y referencias bibliográficas. Entre ellas, la lista de su serie de libros, Pensar y ser (que van del I al IV) y que, paradójicamente, parecen no haber sido publicados en orden.1 Los volúmenes fueron publicados por la Universidad Autónoma de Baja California en la década de los años noventa, con un tiraje muy corto. Por ello, los ejemplares que se conservan y se incluyeron en los acervos bibliotecarios se cuentan con una mano. Y por eso, son casi imposibles de conseguir.
Recurrí a mi táctica habitual en cuanto encontré los títulos de la serie acerca del pensar y del ser: buscar en WorldCat para después pedir el primer volumen a través de un préstamo interbibliotecario. Pero a los pocos días, recibí un decepcionante mensaje de la asistente de la biblioteca Tomás Rivera de la Universidad de California en Riverside, donde trabajaba entonces: es imposible que nos presten un ejemplar del libro. Lo tienen a unos kilómetros al sur de la frontera, en la biblioteca de la Universidad de Baja California de Ensenada, pero el libro no se da en préstamo. Le expliqué a la asistente, en una cita personal, la importancia del libro para mi investigación y le pedí que contactara a la biblioteca para averiguar si era posible escanear el libro. Intenté endulzar la cita y su ceño fruncido ofreciéndole un chocolate que guardaba en mi mochila. Después de varios meses de espera y de trámites bibliotecarios, me hicieron firmar un documento para asegurarse de que no compartiría el archivo en la red y finalmente la asistente me envió la versión digitalizada de Pensar y ser I: ensayo de una fenomenología metafísica.
Rápidamente leí el libro, pero en ese entonces no lo encontré relevante para lo que estaba pensando en mi proyecto. Sin embargo, en el libro encontré una forma de escritura filosófica que me extrañó y me atrajo inmediatamente: comentarios irónicos y contraintuitivos, lecturas detalladísimas en cuatro lenguas sobre la etimología y uso de ciertas palabras de la filosofía griega, comentarios políticos sobre la praxis filosófica. Matthai es un filósofo que se ocupa como un literato de las palabras, que filosofa con los diferentes significados de una palabra para ofrecer una interpretación, un sentido que ilumina no algo nuevo, sino algo que siempre estuvo ahí y se perdió. Un investigador de las capas y sedimentos de lenguas y traducciones equívocas.
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Tengo la impresión de que escribir aquí algunos esbozos de la vida de Horst Matthai Quelle acabará por conformar una serie de anécdotas prestadas de otras anécdotas que tuve que cazar en internet. El único ensayo biográfico (o ensayo anecdótico) sobre su vida lo escribió su estudiante, el escritor y crítico Heriberto Yépez, después de insistirle a su maestro que le contara su vida.2 Según Yépez, “Matthai no aceptaba contar su vida sino cuando servía de guion para una demostración de una idea metafísica. Pero como siempre hablaba de metafísica, conocemos algunas anécdotas biográficas”.3 Y, como dice Matthai mismo, en otro contexto, es “difícil separar hechos de leyendas”, de modo que “achacar los antiguos relatos a distorsiones populares sería tan aventurado como darles crédito indiscriminadamente”.4 Por eso, Matthai sigue siendo una suerte de “leyenda más que una obra auténtica”.5
Horst Matthai Quelle nació en Hannover, Alemania, el 31 de enero de 1912 y murió el 27 de diciembre de 1999 en Tijuana. Yépez cuenta que Matthai emigró a México en la década de los treinta ante el ascenso del fascismo en Europa y por la crisis económica. En una entrevista, Matthai narra que acabó estudiando filosofía por “accidente”, porque originalmente quería estudiar “religiones” (hasta que se dio cuenta de que “no existían instituciones en el mundo que enseñaran religiones, sino esta o aquella religión”).6 Después, se decidió a estudiar psicología, pero al inscribirse en la UNAM, “debido al error de un empleado”, lo enviaron con el asesor de filosofía, el doctor Eli de Gortari. Una vez allí, le impresionaron las exposiciones de Gortari acerca de la filosofía y decidió quedarse en la carrera. Tras graduarse, se dedicó a diversos negocios que le permitieron acumular cierto dinero para asegurar el bienestar económico de su familia y que eventualmente dejó que quebraran, pero, mientras tanto, le permitieron dedicarse de lleno a la escritura filosófica.
No he encontrado ningún dato preciso, pero al parecer hizo una maestría en la Brigham Young University en Utah. Y dice Matthai que cursó “algunas materias del doctorado”, pero decidió no terminarlo porque llegó a la conclusión de que “el título es un estorbo para la filosofía y no una ventaja”.7 Explica que, si alguien tiene un título y se considera “doctor en una ciencia”, ello se empieza a apoderar de su personalidad “aunque sea a nivel inconsciente”. Se trata de la convicción de que “ya soy algo”, mientras que, si no se llega a doctor, uno se encuentra ante sí mismo “como una persona menesterosa, insuficiente”, lo que mantiene abierta la creatividad de la mente.8 Esta idea perfila ya su actividad docente, que será fundamental para su forma de infectar “a los demás organismos que entran en su mundo” para que logren el camino hacia la filosofía no “momificada y formalizada” sino “quizás ingenua pero viva”.9
A mediados de los años ochenta, Horst Matthai se mudó a Tijuana y en 1986 empezó a dar clases en la entonces reciente Escuela de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California. Al poco tiempo de haber llegado, lo nombraron coordinador de la licenciatura en filosofía, cargo que detentaría por muchos años.10 En Tijuana es en donde se asentó y desarrolló gran parte de su obra filosófica, que fue publicando poco a poco, como ya dije, en tirajes cortos, sobre todo en ediciones de la propia UABC. Yépez nos dice que todavía recorren los pasillos muchas anécdotas acerca de su controversial presencia en la universidad, a causa de su filiación a la filosofía alemana (Kant, el joven Hegel, Stirner, Nietzsche, Husserl y Heidegger), pero también a su intento de fundamentar una filosofía del individualismo, eminentemente anarquista y metafísica.11
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Hace unos días finalmente logré conseguir el segundo tomo de la serie Pensar y ser de Horst Matthai. Luego de dejar la academia y poner entre paréntesis una serie de proyectos para dedicarme a mi propio tipo de praxis, estoy ahora en otro continente, de nuevo en la academia. Pedí a la biblioteca lo que pudieran encontrar de la obra de Matthai y me salieron, como ya me había sucedido previamente en otros lugares, con la siguiente cantaleta: sus libros no se encuentran en ningún lado, las bibliotecas no prestan los libros. Luego de una cadena de correos electrónicos medio incendiarios, accedieron a buscar sus libros para que mi investigación “progrese”, luego de que recalqué que eran fundamentales para mí (cosa que puede o no ser verdadera: desconozco realmente si los libros formarán parte de alguno de mis proyectos, porque no los he leído todos y porque nunca sé de antemano si algo cuadra o no; los libros van componiendo una red, en vez de ajustarse a algún esquema que yo ya haya establecido de antemano). Después de tres meses, me avisaron que había llegado un libro, pero que debía ir a consultarlo a la sala de colecciones especiales de la biblioteca de la universidad. En un día lluvioso, como cualquier otro aquí, fui hasta la biblioteca de ciencias de la Universidad de Utrecht, a las afueras de la ciudad, y ahí me esperaba el ejemplar de Pensar y ser II: la escuela de Mileto. Pero, me advirtieron, no te lo puedes llevar y debes de consultarlo en la sala de lectura especial. No puedes tomar fotografías y debes usar guantes. No puedes entrar con tu mochila y debes dejar todo fuera de la sala. Se permite solamente entrar con lápiz y papel. La tinta de una pluma podría comprometer el material. Una vez acepté estas restricciones, me prestaron el ejemplar y pasé toda la tarde en el cuarto aséptico transcribiendo citas de Matthai. El libro, según pude comprobar, venía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Y estaba encuadernado de tal forma que apenas se podía abrir y leer los márgenes internos del libro.
Pese a eso, encontré en este segundo ejemplar una serie de pensamientos encadenados sumamente lúcidos. Es un libro con una exégesis minuciosa y microscópica de vocablos griegos como “voluntad” o “el recto examen”, para lo que cita como fuentes obras literarias como La Iliada, La Odisea, tragedias y comedias, y también obras filosóficas como la obra de Platón, pero también los comentarios de Hegel, Nietzsche, Heidegger, junto con las notas de sus exégetas y traductores al inglés, alemán, español e incluso al francés. Pone en acción lo que Barbara Cassin llamaría la práctica de la “intraducibilidad”, del “descuido sistemático”. Con la salvedad de que Matthai busca en estas palabras clave “la sabiduría antigua” pues “basta que sepamos el sentido original de uno solo de esos vocablos claves para recuperar la filosofía más poderosa”.12 Por eso, Matthai tiene una predilección por las lenguas muertas, palabras arcaicas, el sánscrito, el avéstico, el griego antiguo, ante los cuales es un arqueólogo que estudia las capas de voces de las lenguas muertas.13
Encontré también un mundo de pequeños destellos que me ayudarán a embonar lo que hasta ahora percibía como algo sin relación. Me ayudó a trazar redes lingüísticas y de pensamiento entre lo político, la manía, la voluntad, la praxis filosófica, la “teoría de los infinitos mundos” y la literatura.
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Como una pequeña muestra de mis notas recabadas esa tarde del libro de Matthai, que continuará más allá de estas páginas y posiblemente con el mismo tipo de burocracia interbibliotecaria, transcribo a continuación el inicio del epílogo de Pensar y ser II: la escuela de Mileto que copié a mano, con guantes, con la reverencia que no le cuadra a un filósofo tan irreverente:
Consideramos que muchos de los humanos no hemos percibido el acelerado ritmo del proceso cósmico, observable en la dimensión humana de modo especial en las ciencias y en la tecnología, proceso que, sin embargo, deja a la zaga a la gran mayoría, empeñada en seguir pautas anacrónicas o, cuando menos, desgastadas. Nuestra mente constituye un recurso de gran flexibilidad, pero de singular importancia en situaciones que exigen soluciones no solo nuevas sino, aún más importante, atinadas ante el reto constante de la existencia. En efecto, es función normal de la mente humana, junto con la aplicación de normas o reglas adoptadas por su aparente viabilidad, de plantearse siempre de nuevo la cuestión de los principios que han de servir de fundamento para tales normas o reglas.
Si la mente es flexible, las soluciones que podamos proponer pueden serlo también. Es una lanza hacia el futuro y un ancla en el pasado, los principios, la metafísica… y, siempre, en el lenguaje. Entre el pensar y el ser.
PD. Si alguno de los lectores de este texto tiene Pensar y ser III o IV, ¡les ruego contactarme para que pueda evitarme más problemas interbibliotecarios!
- Pensar y ser I: ensayo de una fenomenología metafísica (1996), Pensar y ser II: la escuela de Mileto (1995), Pensar y ser III: Heráclito, el obscuro (1997), Pensar y ser IV: la teoría parmenídea del pensar (1990).
- Heriberto Yépez, “Vida y obra de Horst Matthai Quelle” en La virgen no llama tres veces y otros textos, Mexicali, UABC, 1998, p. 167-189.
- Heriberto Yépez, “Introducción” en Horst Matthai Quelle, Textos filosóficos (1989-1999), Mexicali, UABC, 2000, p. 9.
- Horst Matthai Quelle, Pensar y ser II: la escuela de Mileto, Mexicali, UABC, 1994, p. 7.
- Heriberto Yépez “Introducción”, p. 12.
- María Esther Rodríguez Ruvalcaba, “Filosofar es darse al mundo (Entrevista con Horst Matthai)”, Yubai 29, 2000, p. 22.
- Ibid., p. 24-25.
- Ibid., p. 25.
- Felipe Lee, “Diez sesiones con Matthai”, Yubai 29, 2000, p. 19.
- Heriberto Yépez, “Introducción”, p. 11.
- Ibid., p. 11.
- Heriberto Yépez, “Introducción”, p. 17.
- Eliézer Navarro, “Matthai y el lenguaje”, Yubai 29, 2000, p. 36.