Tierra Adentro
"Caja de condones", Writing on the mall, 2010. Imagen recuperada de Flickr. CC BY-SA 2.0
“Caja de condones”, Writing on the mall, 2010. Imagen recuperada de Flickr. CC BY-SA 2.0

Una bolsita llena de condones caducados hace tres años. 

Condones de sabor.

Dentro de su cajón.

Condones de sabor: uva, naranja y chocolate.

No sabía qué había sido peor: los condones o la llamada.

La llamada un sábado en la noche.

¿Qué? No, no, no puede ser… él no…

Ok.

¿Dónde?

Voy.

Pero sí, él sí. Desde el puente.

El puente peatonal que cruzaba cada día.

Años después él también se pararía a la mitad del puente, justo donde se ve el mar de coches cruzar las dos avenidas, y vería durante varios minutos el fondo: las montañas, el horizonte, un atardecer. Y, ahí parado, tal vez algo entendería, tal vez entendería porque Paco había pensado que volar, allí, valdría la pena.

Pero ahora, tenía que vaciar el cuarto, ya había vaciado la casa, pero faltaba ese cuarto.

A decir verdad, no quería tocar un solo objeto de ese espacio, podría dejarlo así para siempre.

Él, un hombre de esos serios, hombre que aprieta manos, boca, dolores; había dicho que no necesitaba ayuda. Que él podía hacerlo solo, entrar a ese cuarto, al cuarto de su hijo.

Abrió la puerta y se detuvo en el marco. ¿Cuándo se había asomado por última vez?
¿Hace un año? Más, menos: Ese día no encontraba el control de la tele, y había entrado una tarde —en las tardes Paco se iba a pasear con su amigo ese—, se había asomado y había buscado con la mirada el control. Listo, está en la cama, lo tomó y salió; de salida, su mirada se paseó un instante por las calcomanías pegadas en la puerta —caricaturas, letreros, nombres de bandas, bandera arcoíris— y recordaba haber pensado que eso sería un problema al mudarse, quitar las estampas esas.

Parado de nuevo en el marco de la puerta, sintió una debilidad y le temblaron las rodillas, ese era el espacio de Paco, su guarida. Pero él, un hombre de esos, un hombre hecho y derecho, no había compartido eso con su hijo: intimidad, ni hablar. Plantó firmes los pies y se dispuso a ejecutar el primer plan. 

Había diseñado dos estrategias: 

  1. Entrar con bolsas negras y meter todo, todos los pequeños objetos, sin mirarlos, solo arrojarlos en las bolsas, y al basurero, adiós y fin, cerrar el asunto. Luego los muebles, venderlos en internet, muebles de segunda mano.
  2. Si algo se lo impidiera, una emoción, por ejemplo, llamaría a alguien, a la amiga de Paco. Que ella se hiciera cargo.

Entró con decisión y se paró en medio, abajo de la lámpara que su hijo había cubierto con una pantalla morada, volteó al techo y se preguntó si también eso tendría que ir a la basura, y vio los pegostes de planetas y estrellas que brillaban en la oscuridad, regados en todo el techo. Ahora eso resultaba un problema: recordó cuando le había ayudado a poner Júpiter y la Luna, hace muchos años, había sido de lo último que hicieron juntos. Apretó la mandíbula y respiró profundo, quitaría eso al final.

Lo bueno es que Paco no tenía más que una cama, un buró y un escritorio. No había mucho más. Así que empezó a vaciar el escritorio y el buró en las bolsas negras, intentaba atenerse al plan y solo echar los objetos a la bolsa. Al inicio lo logró: se fueron copias escolares, cuadernos, plumas, muchos clínex, había muchos clínex, una pelota, cajas de chicles vacías, tickets, cables. Vació todo, y al final quedaron una cajita pequeña, un pequeño chango de peluche y unas hojas con apuntes a mano, cartas quizá. Sostuvo las cartas en su mano, sopesando si tirarlas o leerlas, al final simplemente las guardó en su bolsillo.

Cuando tomó el chango, se llevó la mano a la nuca y pasó saliva, era un peluche viejo y sucio, en realidad era feo, unos años antes le había dicho que no tenía sentido guardar juguetes, que ya no era un niño, pero ahora no había tiempo de pensar en eso, así que apretó el peluche y lo metió a la bolsa de su chamarra, no sin antes verlo un momento a los ojos, sí, a los ojos del peluche, y levantar levemente la cabeza como quien saluda a alguien de lejos.

Finalmente, abrió la cajita pequeña, y dentro encontró una bolsita llena de condones, condones de sabor, condones de sabor caducados. 

Sus rodillas lo vencieron, y se tuvo que sentar en la cama y sostener su cabeza con las manos.

No entendía por qué, de todos los pequeños objetos que había recogido y tirado, por qué habían sido los condones los que habían logrado doblar sus rodillas. Los vio una y otra vez, condones de sabor. Nada del otro mundo. 

Nunca había hablado con su hijo de sexo.

Porque no había nada que hablar de eso realmente.

Sabía que Paco se había informado y se había hecho cargo él solo de esa parte. Él lo había educado hasta donde había podido, pero el día que el chico empezó a jotear, decidió que Paco se hundiría solo en ese camino.

¿Quieres tener una vida difícil? Adelante, no cuentes conmigo.

Había pensado, pero no le había dicho nada.

Nada.

Ni una palabra.

Nunca.

Igual Paco lo había entendido, porque él tampoco había dicho nada nunca. Así empezó a crecer un silencio entre ellos.

Se acostó en la cama de su hijo, y trató de imaginar lo que este veía cada noche: planetas y un montón de estrellas brillando en la oscuridad.

Tal vez, ahora él era otra estrella. Brillando y joteando.

Perdóname, hijo.

Abrazó la almohada, fuerte fuerte, hundió su cabeza en la almohada y dejó escapar un grito. 


Autores
(Ciudad de México, 1993) Dramaturga, directora de escena y docente. Tiene la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro de la UNAM. Fue ganadora del Premio Bellas Artes de Obra de Teatro para Niños, Niñas y Jóvenes “Perla Szuchmacher” 2021, por su obra Oppa, y del Premio Nacional de Dramaturgia Jóven “Gerardo Mancebo del Castillo Trejo” 2023, por su obra Sobre el sonido de un derrumbe. Desde el 2014, con su compañía La voz de las cosas, ha dirigido y adaptado obras de teatro para público jóven y adulto; así mismo se ha especializado en el trabajo y diálogo con jóvenes audiencias, desde la docencia en nivel secundaria, hasta su participación en diversos eventos de difusión cultural entre niñas, niños y jóvenes.
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Fotografía de Victor Sounds, 2017. Recuperada de Flickr. CC BY-SA 2.0
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