Finales provisionales
Existe una sensación de fin de época que se vuelve más evidente en la medida en la que los números lo hacen tangible. Técnicamente cada día estamos más cerca de la muerte, pero el camino está lleno de finales provisionales, de ciclos que terminan y exigen miradas en retrospectiva. Conocí a alguien que cumplía años el 31 de diciembre y era capaz de voltear al año que terminaba para mirar también un año completo de vida. Siempre envidié esa perspectiva completa del año biológico a la par del calendario.
Los inicios marcan también los finales. Los años, como el final de un libro, se anuncian desde que empiezan. Un terror nos invade por la expectativa que generan los días que prosiguen, junto con la falta de rendimiento o la mediocridad del que se queda atrás. Las transiciones se complejizan porque son la bisagra entre la esperanza de lo que sucederá y los “resultados” de una esperanza previa, quizá muerta o no concretada para este punto.
Nuestras vidas y acciones son un cúmulo de posibilidades que se potencializan con los números, la llegada de finales, las metas y los deadlines. Vivimos para los desenlaces, para que las historias terminen de contarse. Nos quedamos en la sala para ver la palabra “fin” en la pantalla, para tener perspectivas completas. Sin embargo, hay finales alternativos, existe la posibilidad de pensar que eso que creíamos un final realmente no lo era y puede cambiar. Esta idea fue llevada al límite con Elige tu propia aventura, una serie de libros, publicados originalmente en inglés, pero traducidos al español a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Sus 90 títulos circularon por España y América Latina durante varios años.
Estas publicaciones, sin ser una novedad en el tema, plantearon la posibilidad de que una historia tuviera más de un final. A lo largo de las páginas el lector podía tomar una serie de decisiones que modificarían el rumbo del personaje. La lectura se convertía entonces en una serie de elecciones consecutivas y no un asunto lineal. Esta libertad, a pesar de estar limitada a cierto número de opciones, configuraba un juego subversivo pues otorgaba al niño lector un campo único de libertad. A pesar de que los finales existían, quien leía tenía la posibilidad de llegar a ellos más tarde o por otras vías. Las historias Elige tu propia aventura no tienen pretensiones en el sentido estilístico, pero sí propuesta de independencia para el lector, una independencia que pocas veces existe en el mundo infantil.
Por otro lado, las sagas, junto con los libros y la televisión en serie, proponen también ideas alternativas en torno a los finales. Estas narraciones de larga duración, con pausas largas y con certezas provisionales significan otra forma de consumir historias. Sugieren miradas largas y profundas sobre ciertos aspectos y fugaces sobre otros. Son formas de terminar y cerrar ciertas tramas sin que el verdadero final se manifieste. Tranquilizan las ansias del lector/espectador al tiempo que le prometen que hay un poco más. Mientras tanto, en nuestra vida pocas veces tenemos el control de los desenlaces propios. Cada vez que creemos que ha llegado un fin de época o que hay temas cerrados, algunas señales o eventos demuestran lo contrario. Sin embargo, el fin de un calendario y el paso de los meses nos dan la oportunidad de parar para mirar hacia atrás, hacer un inventario de experiencias y pensar en el futuro, uno peor o mejor. Quizá la vida se parezca más a Elige tu propia aventura que a las novelas tradicionales, pues se trata más de tomar de decisiones que de poner puntos finales o bajar telones.