Tierra Adentro
Fotografía: Montserrat Calderón.

Un antiguo submarino petrolero abandonado en la Isleta Pérez, en Tampico, es rescatado del óxido y el olvido por tres entusiastas teatreros. Convertir esta nave en un espacio escénico que refleje los mitos y las historias alrededor del mar es la fuerza que impulsa estas Ficciones submarinas.

 

Después de la visita del ciclón Hilda en 1955, la vieja zona industrial de Tampico quedó inundada, parcialmente destruida y sin opciones viables de reconstrucción. Sus fábricas, talleres y bodegas de almacenaje son testimonio de la fuerza de la catástrofe y de los relatos de la ruina. La llamada Isleta Pérez es hoy un contenedor de arquitecturas espectrales donde se reconoce la fuga involuntaria de la industria mercantil; sin embargo, pese a la desaparición de la manufactura en la zona, se abre una posibilidad para la llegada de la industria teatral emergente: los intereses originales de la plaza roja de la corrosión se revierten a favor de una mecánica de la intervención escénica para hacer proliferar la alternativa de los espacios.

En una búsqueda en el inventario del desastre, apareció ante nuestros ojos una vieja nave de salvamento que alguna vez perteneció a una planta de Petróleos Mexicanos. La vislumbramos como un laboratorio para hacer ficciones. Comenzamos con la primera traslación de la mirada y afirmamos en ella más que una sola nave de salvamento. Así fue que decidimos adueñarnos de la nave y la concebimos como un submarino para itinerar entre ficciones híbridas: con Ficciones submarinas proyectamos convertir la nave en un observatorio, en un almacén de testimonios de los eventos verídicos que se silencian en determinadas cartografías sociales.

Comenzamos a trabajar en su acondicionamiento con la colaboración del artista visual Iván Puig para transformar “el submarino” en un escenario poético, documental, interdisciplinario y en una residencia artística en la que se piensa la incorporación del paisaje inmediato por el que surje, como mirador perceptible e interactivo de lo que las jerarquías de poder invisibilizan. Ficciones Submarinas está en vías de constituirse como una fundación sin fines de lucro que lejos de contextualizarse de forma exclusiva en un paisaje marino, propone explorar cualquier espacio en el que esté involucrada la idea de sobrevivencia. Para la nave visualizamos un traslado constante; una itinerancia terrestre en un trayecto configurado por zonas de conflicto. Estos espacios podrán ser referidos a barrios periféricos y marginales, puntos de anclaje en comunidades y microsociedades en las que se registre algún tópico de exclusión social relacionado con la violación de los derechos humanos, así como territorios que padecen la afectación de una catástrofe social o natural.

Principalmente, la ocupación de la nave está pensada para creadores escénicos. Con esto buscamos se consolide como una residencia; permanencia que se rige por una reglamentación que busca apoyar y conducir el proceso y el resultado de un trabajo artístico según las ideas que genere el residente y su equipo de trabajo. El proyecto pretende dar a conocer su convocatoria y características esenciales a la comunidad escénica internacional con el objeto de promover un movimiento incluyente que depare en diversas latitudes interpretativas de la sobrevivencia en el panorama mundial contemporáneo.

La primera prueba-instalación de trabajo en la nave será presentada este mes de agosto en el Festival de Teatro para el Fin del Mundo, organizado por el centro de experimentación escénica La Guarda, Teatro de las Sombras, que dirige Ángel Hernández en Tampico, y apoyado por el programa Iberescena. Un festival pensado para la ocupación de casas, ferias, cementerios de autobuses, oficinas, sótanos, hospitales y hoteles golpeados por la violencia en esa entidad, y en el que el “cuerpo manufacturado para remover la inmensidad” (nuestra nave-ficción submarina) será un recinto de estrategas para dibujar topografías de la devastación y constituirse como una posible máquina de huída.

Fotografías: Montserrat Calderón.

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