Tierra Adentro

Titulo: Grados de miopía

Autor: Andrea Chapela

Editorial: Tierra Adentro

Lugar y Año: 2019

 

Lo uno en lo otro

El pensamiento dicotómico, que separa el mundo en categorías opuestas e irreconciliables, nos dice que el saber y la imaginación deben permanecer alejados. Al primer descuido, solemos incurrir en la simplificadora, consoladora práctica de dividir la realidad en dualidades y levantar murallas entre un lado y el otro. Por ello, suele parecer que los libros en los que se entrecruzan el saber científico y la escritura creativa no abundan. Ahora bien, si esto fuera cierto, si no existieran entre estos discursos posibilidades de intercambio, diálogo o entrecruzamiento, una parte de nuestra tradición no existiría. Una zona de escritura que suele ofrecer libros exquisitos, extraños y sorprendentes, en la que conviven, para empezar, la obra del neurólogo norteamericano Oliver Sacks y la del patólogo mexicano Francisco González Crussí, de quienes basta citar alguno de sus títulos (El hombre que confundió a su mujer con un sombrero y La enfermedad del amor, respectivamente) para hacernos una idea de los viajes de misterio y descubrimiento que representan. Dando un salto hacia el presente de las novedades y las obras nacientes, podríamos citar a Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) quien en sus dos poemarios, Principia y El reino de lo no lineal, amalgama el discurso de la ciencia con el de los dramas humanos, acompasándolos con los tonos de lo confesional y contrastándolos con teorías y metáforas de la astronomía y la biología, entre otras ramas del conocimiento.

Benjamín Labatut (Rotterdam, Países Bajos, 1980), quien en su libro Un verdor terrible (2020) —mezcla de ensayo, relato y crónica—, narra las colindancias del genio y la locura, y rastrea las sombras, los delirios detrás de los avances científicos, al contar la historia de las armas de destrucción masiva de los nazis y las teorías fundacionales de la mecánica cuántica. Por el costado de la ciencia ficción, tenemos la obra de quien se ha vuelto un autor de referencia, quien lleva los postulados del así llamado subgénero a nuevos niveles de genialidad, en los que las teorías aterrizan en realidades posibles y sorprendentes: Ted Chiang (Nueva York, 1967), y sus dos colecciones de cuentos La historia de tu vida (2002) y Exhalación (2019), que reúnen más de treinta años de decantada escritura.

Es en este panorama donde la obra de Andrea Chapela (Ciudad de México, 1990) se afinca, con una propuesta novedosa y contundente. Se trata de dos libros en los que la ciencia y la literatura se amalgaman de manera cautivantes, para ofrecer narrativas donde el saber científico y la tecnología se convierten en espejos que revelan las profundidades del alma humana.

 

Ojos de otro mirar

El primero tiene como título Grados de miopía (2019), un ensayo sobre la vista y la percepción, también es un testimonio autobiográfico que sucede desde el enfoque de la relación que la autora ha tenido con la ciencia durante su vida. Hija de un matemático y una física, la convivencia constante con el estudio de las tramas ocultas de la materia, sus fuerzas y sus formas, signa su relación con el conocimiento, y la provee de esa curiosidad y ese amor por la búsqueda que será el hilo conductor de sus oficios. A raíz de una discusión con amigos sobre la confiabilidad de la ciencia, muy pronto en el ensayo se pregunta: “Por primera vez siento que, al elegir la escritura, me estoy alejando de la ciencia y de ese mundo que me ha rodeado desde niña.” El tema de este ensayo es, sobre todo, las transformaciones que ocultas nos rodean. Habla del vidrio (es decir, lo que permite ver), los espejos (es decir, lo que permite vernos) y la luz (que es el vehículo para la mirada y la metáfora de la verdad, entendida como iluminación del saber). Su método es cambiar la duda lírica por la experimentación personal, dejar que el conocimiento se vuelva metáfora y que la experiencia cotidiana marque el rumbo de la curiosidad. “Escribir es mi forma de reflejar”, dice la autora, y revela así una poética, la de esta escritura que une los fragmentos de la realidad percibida y, mediante la sintaxis y el método, nos entrega para describir al mundo y dejarnos entrever una versión de su propia identidad. (Aquí me viene a la cabeza una idea que George Steiner ofrece en Presencias reales (1986): “El arte se desarrolla por medio de la reflexión sobre el arte precedente —‘reflexión’ significa aquí tanto un ‘reflejo’ por drástica que sea la dislocación perceptiva, como un ‘volver a pensar’—.” Que se conecta con la escritura de Chapela al concebir la escritura como una respuesta a lo que existe desde antes —la teoría, el conocimiento—, y que entraña a la vez un repensar detenidamente las cosas.) ¿Quién escribe? Alguien que anuncia: “Quiero volver a acercarme a la ciencia, mirarla con nuevos ojos. Por eso comienzo con esta confesión: a mí la ciencia me parece bella y, al escribir, quiero explorar esa belleza.” ¿Qué mundo habita? Uno donde la sensibilidad medita y la razón busca el asombro de lo que no conoce. En el primer ensayo, “El acto de ver a través. Objeto de estudio: ventana”, la ensayista cuenta cómo fue crecer en una casa con el techo de vidrio, reflexiona si el vidrio es un sólido o un líquido, y se fascina con el concepto de fluir, la fluidez de ciertas materias, que es una interrogación, pero también es movilidad, adaptabilidad. “El acto de verse. Objeto de estudio: espejo” trata, sobre todo, del proceso de la propia percepción, y gira alrededor de la búsqueda de una identidad afincada en la superficie del rostro, la piel, la imagen. En “La historia de ver. Objeto de estudio: luz”, la pregunta central ¿qué es la luz?, que lleva a considerar los límites de aquello que de la realidad podemos conocer, ya que recibe múltiples respuestas, todas avaladas por una ciencia o una teoría distinta. La experiencia de la ensayista, sus viajes, su tiempo viviendo en Madrid, la memoria de su infancia y su vida familiar, el cuestionamiento de su identidad y sus certezas: estos elementos biográficos atraviesan el libro, dotándolo de una trama personal que nos permite ver a ese personaje que es protagonista siempre, junto a su material, del ensayo: quien escribe.

 

El nuevo imperio de los sentidos

El segundo libro es la colección de cuentos Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio (2020). Un conjunto bien tramado de historias que usan la tecnología como un pretexto para extrapolar situaciones cotidianas y narrar los desencuentros de los personajes en su intento por conectarse con otros. En ellas se agitan las sustancias de las emociones: celos, apegos, deseo de posesión, amor filial, búsqueda de individualidad, la duda, el amor, el odio, el resentimiento, la pasión, así como las indeterminadas combinaciones de todas ellas que se viven en las relaciones humanas. Cada cuento cimenta su realidad ficcional en un artefacto, uso o tecnología que modifica la manera de relacionarse en sociedad (lectura automática de pensamiento, filtros de realidad, conexiones a través de la relatividad del espacio tiempo, resurrecciones en cuerpos artificiales, visores con una red social que posibilita el conocimiento total del otro), y en cada uno de ellos se construye una metáfora que evidencia la verdad radical y los conflictos que animan dichas relaciones. En el cuento “90% real”, el luto de un noviazgo terminado hace tiempo ata a la protagonista al pasado, y condiciona la percepción de la ciudad que compartió con su entonces pareja; este enrarecimiento aumenta de forma sensible debido a un fallo en el filtro de realidad (especie de telón virtual que permite a las personas relacionarse con su entorno), que en el caso de la protagonista la lleva a experimentar alucinaciones, además de confrontarla con su tristeza y angustia por lo perdido. “En el pensamiento” narra una confrontación de pareja: mientras uno desea la posesión total de su novia, a la otra le repugna la idea de compartirlo todo y no tener un espacio propio, secretos; esto, ante la promesa de una especie de antena que los unirá para siempre si llegan a instalarla en sus cabezas, en una exageración de los celos y la invasión de la vida privada, que pretende disfrazarse de amor total. En el cuento “La persona que busca no está disponible”, se relata el shock que experimenta una mujer anciana ante las novedades tecnológicas y la brecha generacional que la distancia de su hija, quien está harta de explicárselas; poco a poco descubrimos que los que verdaderamente las aleja son sus maneras tan distintas de ver el mundo y la muerte. “El colapso de estados superpuestos” narra la separación de dos amigos que eligen vidas distintas a partir de la relatividad del tiempo en un planeta y en el viaje espacial: el que se queda le sirve de ancla al otro que vivirá una serie de descompensaciones y extrañamientos temporales; tal y como sucede en la realidad, las personas no son solamente objetos amados, sino conexiones con una realidad social, que estabiliza la de cada individuo. Visiones inteligentes, construcciones complejas que iluminan una experiencia humana y la vuelven interesante al ponerla bajo una luz nueva. En su ensayo “Mi definición de ciencia ficción” (1981), Philip K. Dick, decano de los delirios y las sombras del progreso, afirmaba que, más que la posibilidad de un invento descabellado, es la existencia de una idea inédita la que provoca la dislocación conceptual de la que nace una sociedad que no existía antes, semejante a la que conocemos, pero distinta en una condición, una que provoque eventos que de otra forma no ocurrirían (un ejemplo de esta idea es: qué pasaría si las potencias del Eje hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial, idea inédita de la que surge El hombre en el castillo). En los cuentos de Andrea Chapela, los elementos de la ciencia ficción están utilizados con tino y mesura, pues su funcionamiento siempre está supeditado a los conflictos humanos en los que se centran las historias y a esa idea inédita que detona una realidad nueva y a la vez familiar. La autora propone cuentos divertidos, hábiles en el desarrollo de sus temas, que se abren a la reflexión, y ofrecen paisajes literarios que no habíamos visto antes en la literatura mexicana.

 

Días del futuro pasado

Los mundos a los que la autora lleva a sus lectores saben un poco a futuro, pero también nos recuerdan el pasado. Tienen el aura de melancolía y novedad de las historias que flotan sin hundirse en el océano del tiempo.