Tierra Adentro
Ilustración de Liz Mevill (Morelos, 1985).

 

¿La obra y el genio de David Foster Wallace lo eximen de su historial de abusos contra la escritora Mary Karr? La onda expansiva del movimiento #MeToo, iniciado en Hollywood, sigue sacudiendo todas las áreas de la cultura. El autor de Infinite Jest se sienta en el banquillo de los acusados.

 

«Yo no soy el pez viejo y sabio»[1], dijo David Foster Wallace (DFW) ante un auditorio de graduandos del Kenyon College. No creo que este autor fuera el hombre noble por el que se hace pasar en ese discurso titulado «This is Water». Estoy casi segura de que fue un tipo que hubiera encajado a la perfección en la portada de Brief Interviews with Hideous Men. Era abusivo (hasta con su propia culpa, la cual aparece incesantemente en su narrativa o en las entrevistas que le hicieron). Esa persona pública, que parece salida de un famoso lienzo del romanticismo alemán, era un ser oscurísimo.

Las acusaciones en contra de Junot Díaz por acoso y abuso sexual reavivaron la imputación a DFW. La escritora Mary Karr expresó en Twitter estar muy triste por las denuncias contra Díaz y que «la violencia que #DavidFosterWallace me infligió como madre soltera fue ignorada por su biógrafo, y The New Yorker lo estimó como “supuesto” a pesar de que yo le di las cartas. Pero DFW era blanco»[2].

En esas misivas, DFW le pedía perdón por pensar en matarla, por seguir a su pequeño hijo, por llamarla sin parar, por pensar también en asesinar a su marido. Sin embargo, su biógrafo las considera pruebas irrefutables de una narrativa digna de genio posmoderno. En la carta donde se disculpa por pensar en comprar un arma para matar al esposo de Karr existe una «artesanía tan notable que se puede leer como si fuera un ensayo». Ahora resulta que esas páginas no son prueba de una capacidad para hacer el mal sino que reflejan un talento supremo.

#MeToo nos ha forzado a confrontar las acciones de personas cuya obra admiramos. El problema con DFW no es solamente que, con su color de tez y ascendencia (hijo de académicos ricos), desencaja de la narrativa plagada de estereotipos de hombres of color como predadores y mujeres blancas como sus presas.

Mientras vemos a DFW como un genio y leemos sus obras (los reto a encontrar un personaje femenino empático o que no encarne una belleza irreal), Mary Karr nos llama a boicotear el legado de su abusador. No es necesario hacerlo pero hay que quitarnos la venda de los ojos. La también poeta compartió en su cuenta de Twitter: «Me pateó. Trepó por el balcón de mi casa una noche. Siguió a mi hijo de cinco años de casa al colegio. Tuve que cambiar mi número de teléfono dos veces y, aún así, él lo conseguía. Durante meses, continuó llamándome».

Ilustración de Liz Mevill (Morelos, 1985).

Ilustración de Liz Mevill (Morelos, 1985).


 
 

Todo esto aparece en la biografía de DFW, Every Love Story is a Ghost Story: A Life of David Foster Wallace, de D.T. Max. En este mamotreto hay dos líneas inequívocas: «Una noche, Wallace trató de empujar a Karr desde un coche en marcha. Poco después se enfadó tanto con ella que le tiró la mesa de centro a la cabeza».

D.T. Max, en un artículo de The Guardian, enaltece a DFW como alguien «que no es famoso por ser famoso sino por ser moral». Es el héroe de los que están librando «sus propias luchas, ya sea la depresión o la adicción, o simplemente la sensación de que el mundo está cada vez más locamente alejado de lo soportable». Definido como «la encarnación de la ansiedad de una generación», su biógrafo afirma que «lo extrañamos como un ser en este planeta». ¿Y el monstruo que era? A ése no lo extrañamos. DFW fue un hombre triste que hasta nos parece dulce, pero también fue un acosador que pudo haber matado a alguien.

¿Que haya actuado de esta manera fue una elección «personal e intencionada», «una decisión consciente»? La respuesta aparece en «This is Water»: «resulta extremadamente difícil permanecer alerta y atento en lugar de dejarse hipnotizar por el monólogo constante que suena dentro de la cabeza de uno».

No debemos perdonar al white guy que parecía sufrir precisamente por ser blanco y privilegiado, como si eso fuera una verdadera tortura. Podemos apreciar su obra y ponerlo en su lugar: DFW tuvo mucho de horrendamente humano en él y abusó de su poder.

El escritor que «no escuchaba variaciones sutiles en un no» y que «solamente conocía una manera de seducir: abrumar» se aparecía en casa de la familia de Mary Karr para retirar la nieve o llegaba sin avisar al centro de rehabilitación para visitarla. Una relación enfermiza que los mantenía vivos, como ella afirmó. Es culpa del amor romántico. No hay que romantizar al genio; hay que matarlo en nuestras cabezas.

«Todos en Estados Unidos me deben un dólar por leer La broma infinita», dijo Mary Karr en una entrevista. Lo siguiente revela un fenómeno al que nos enfrentamos las mujeres que escribimos: «A veces la gente habla y habla sobre David Foster Wallace como si mi contribución a la literatura fuera que tuve sexo con él».

Hace unos meses, en medio del escándalo de Harvey Weinstein, hoy desaparecido para «recibir terapia» y «curarse de sus males», encontré en Medium una entrada cuyo título presumía ser un texto sobre lo que DFW podía enseñarnos acerca de este depredador en «This is Water»: «El sentido inmediato de la historia de los peces no es más que el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuestan ver y las que más cuestan explicar». Y sí, es cierto. No lo supongamos: esto es (también) David Foster Wallace.


Notas

[1] Todas las traducciones en este artículo pertenecen a la autora, a menos que se indique lo contrario. [N. de los eds.]

[2] Traducción de los editores.


Autores
(Tlaxcala, 1985) participo en 2015 en el Programa Internacional de Escritura de la University of Iowa. Ha obtenido becas y residencias de Open Society Foundations, The Ragdale Foundation y del Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Ilustrador
Liz Mevill
(Morelos, 1985) es artista plástica e ilustradora. Participo en el proyecto de ciudad-mural ≪Central de Muros≫ en la Central de Abastos (2018), ilustradora del álbum ilustrado ≪La Hoguera de Bronce: Historias de Bosques y Selvas≫ (Secretaria de Cultura, 2018).