Tierra Adentro

 

Esa mañana Google adornó su navegador con una ilustración de Elvia Carrillo Puerto —la más conocida sufragista mexicana— dibujada por Hilda Palafox, artista y también mexicana. El doodle recibió el aplauso de los usuarios de las redes sociales, que retuitearon la imagen hasta que se copió cientos, no, miles de veces. Una coincidencia quiso que ese mismo día, algunas horas más tarde, Vértigo Galería inaugurara Estereotipas. Romper para construir nuevas miradas, una muestra del trabajo de más de una treintena de ilustradoras. Me pareció entonces que ese día, peculiar como pocos, había planeado —de antemano y en secreto— dedicarse a la aportación de las mujeres.

A las aportaciones, debería escribir, por la variedad de técnicas, estilos y temas reunidos esa misma noche en Estereotipas. “No encontraremos homogeneidad”, se lee en el comentario de María José Ramírez que acompaña, junto con los textos de otras escritoras, las piezas. Pero no resisto el intento de hacer una lectura de sus semejanzas, como tampoco lo hicieron las curadoras Abril Castillo y Clarisa Moura.

Si algo tienen en común —la mayoría de ellas, al menos— es una apuesta por la figura femenina que rechaza el male gaze y, a cambio, ofrece otras versiones del cuerpo de las mujeres, dibujadas a partir de una autonomía indiscutible. Las hay rebeldes —como aquel de Pamela Medina en que una mujer abandona la concha que vestía hace apenas unos segundos para huir de la extraña (pero, ay, tan familiar) sociedad de personas-caparazón. Las hay también inquietantes y perversas: es el caso de la mujer a la que le crece una cola de gato de las nalgas, el de las mujeres hipnotizadas e hipnóticas de Elisa Malo. Aun las más sugerentes se apartan del deseo masculino para ser —mejor— desnudos marciales, empoderados. Del mismo modo, los antirretratos de Liz Melville son un sano repudio a la selfie. Sí, por su desafío, Estereotipas es un buen título para la muestra.

Pero cómo evitar que la lectura del recorrido se limite a una que —sin querer— oscurezca otras —un riesgo de las exposiciones que reúnen obras diversas bajo la justificación de que fueron hechas por mujeres. Y por qué hacer el combo de mexicanas y argentinas. Pese a ello, la coincidencia de ilustradoras, escritoras, curadoras, galeristas —la feliz declinación de las profesiones al género femenino— consiguió que ese día la igualdad no se sintiera distante, sino concreta. Un alivio porque, como se sabe, no es algo que ocurra todos los días.