Tierra Adentro


La crítica cinematográfica es, ante todo, un lugar donde convergen el cineasta, el crítico y el espectador. En este texto, Arantxa Luna explica el papel del crítico como difusor e intérprete, así como su importancia para motivar discusiones que aporten y retroalimenten al campo.  También ahonda en sus vicios, como la cercanía con la farándula de la industria que le ha hecho perder de vista su función principal: la de establecer vínculos   entre el espectador y el producto fílmico.

El cine se inventó para que se viera

discutiera y nadie estuviera de

acuerdo.

Efraín Huerta

 

La crítica es un trabajo humano que nace desde la sencillez y la humildad que exige ser el traductor de un lenguaje. Preguntarse cuál es esta crítica que se supone hacemos o a la que debemos aspirar exige un acercamiento a los componentes de esta profesión y a los factores que destacan para ejercerla, aquello que la hacen lo que es.

LAS PUBLICACIONES

No es secreto que en México los espacios impresos para publicar son reducidos, contados y, cuando es el caso, penosamente pagados. Vivir así es insostenible. La cerrazón de las grandes publicaciones abrió lugares de corte independiente alojados en internet. El crítico peruano Gustavo Buntinx menciona que «la palabra clave para nuestra época crepuscular no es revolución sino mutación». Si nuestro lugar ya no está en los medios impresos y lo virtual a veces es un terreno pantanoso, ¿cómo acercarnos a esta avalancha de escrituras?

En los intentos por formar una crítica radicada dentro del circuito cinematográfico se ha perfeccionado una serie de propuestas que hacen una revisión teórica y práctica de esta actividad. ¿Qué hace falta para, por ejemplo, crear un plan de estudios en donde la crítica cinematográfica se reconozca como una profesión? ¿Es suficiente alojarla en cursos, seminarios, foros y diplomados? No lo es; sin embargo, esto ha permitido que las personas que se asumen como críticos cinematográficos experimenten la autocrítica y la reflexión en torno a lo que hacen. La preocupación es lograr distintas y novedosas lecturas a veinticuatro cuadros por segundo para poner sobre la mesa que el desconocimiento de la crítica no puede hacer más que condenarla.

Además, es claro que esta carencia no sólo obedece a una lógica editorial y de mercado que excluye este tipo de ejercicios, pues sin duda el problema más grave también viene de nosotros, los autores. Ya lo dijo Jorge Ayala Blanco: «[la crítica] es una creación del lenguaje, es algo que no existe, pero que tiene que sostenerse por sí mismo. Lo difícil es, precisamente, la vida de la crítica en sí misma».

EL ESPECTADOR

La percepción de la crítica cinematográfica en México es extraña y ambigua. Detrás de algunos nombres reconocidos que se inscribieron casi en su totalidad en el periodismo, queda una agridulce sensación en donde críticos, espectadores y cineastas alimentan numerosos prejuicios en una relación de amor-odio.

Por un lado, gran parte del público cree que los textos sobre cine son densos y herméticos o, en su defecto, que escribir es algo que cualquiera podría hacer si sólo cuenta de qué va la película y lo adereza con adjetivos como «bueno», «bonito» o «arriesgado». En ese sentido, es complicado diferenciar a un verdadero crítico cinematográfico. Escribir sobre cine se rige por el respeto. ¿Cómo escribir si no se reconoce la otredad?

El cine es un fenómeno social que necesita de una lectura obligada donde mirada e imagen se complementen; sin esto, es una creación muerta. El esquema básico es claro: filme, espectador y un intermediario. Críticos y espectadores tienen que saber que esta mirada siempre debe provenir de un sujeto activo que dé sentido a la existencia de la imagen, uno que no se ve ajeno al mundo, de su tiempo histórico, y que entiende a la perfección que el filme es producto de un momento. Tanto espectador como crítico deberían ser así y desechar lo que el argentino Roger Koza ha llamado «una autonomía equívoca» para poder adentrarse al fenómeno fílmico. Nadie puede estar apartado de su contexto.

Rosa María Palencia, catedrática de la Universitat Autònoma de Barcelona, señala que «en el proceso comunicativo que el texto fílmico constituye y, al mismo tiempo pone en marcha, están presentes no sólo los términos de una narración (story), sino una serie de principios, puntos de vista, un discurso, en fin, dirigido específicamente a una audiencia, tejido con unos materiales (y no otros) que, sin embargo, al satisfacer la pulsión voyerista del espectador, provocan en él la ilusión de su intromisión en un mundo aparentemente ajeno y distanciado de su propio entorno».

EL CINEASTA

Para muchos cineastas, la figura del crítico cinematográfico es la de un ente chocante e innecesario, una idea errónea. El crítico, al escribir, también hace cine: organiza el pensamiento, genera dudas y estimula al espectador/lector. Cuando esto no se reconoce, lo que se produce es un vicio que alimenta el desdén y excluye la autocrítica.

La tradición de la crítica viene desde los años sesenta en Francia con la Nueva Ola y sus Cahiers du cinema, un espacio en donde algunos críticos devinieron en cineastas (Chabrol, Rohmer y Godard, por ejemplo). La historia fue testigo de que el cine que construyeron fue más intuitivo y abierto. Es arriesgado afirmar que ese tipo de cine fue posible gracias a su paso por la escritura, pero es imposible negar que ver cine —y escribir sobre él— es la mejor forma de conocer y comprender el mundo fílmico.

Aunque la crítica se construye como una actividad «externa» a la producción cinematográfica, es necesaria para abrir o cerrar el círculo de lectura que requiere cualquier filme. No es posible crear desde el desconocimiento. Cualquier actividad creativa debe explorar y reconocer al otro; no al revés. El cine siempre será un lenguaje abierto, polisémico, que debe ser leído y discutido. Cineastas y críticos tienen la obligación de generar debate y reflexión.

DE EGO SE MUERE: EL QUEHACER

¿Qué no hacen los críticos que deberían hacer? Hace algunos años, el cineasta italiano Franco Zeffirelli declaró que «deberíamos eliminar a los críticos. Son superficiales, egoístas, atrasados e inútiles, y la mayor parte de las veces hablan de películas que ni siquiera han visto». Quizá tenga razón. Pienso en lo que una amiga llama «prensa canapé», aquella que asiste a las presentaciones fílmicas por el café y los souvenirs, un buen ejemplo de por qué Zeffirelli piensa así. Habría que ver si este tipo de colegas trabajan bajo el título de «críticos».

Pensar que hay ingenuidad alrededor de esta actividad es el peor y más frecuente de los errores. Hay confusión entre la espectacularidad que acompaña a la industria cinematográfica y lo que significa ser un mediador: facilitar la aproximación al cine gracias al pensamiento. La labor de un crítico es lograr una comunicación vinculante. El crítico observa desde la contextualización, la relación y la causalidad.

LA ESCRITURA

¿Por qué alejar los textos de crítica cinematográfica de las cualidades que puede tener cualquier escrito de otras disciplinas? Alguna vez escuché a algunos compañeros decir que lo que ellos hacían no era periodismo, como si la crítica fuera una actividad superior.

A veces olvidamos que un filme puede ser al mismo tiempo un objeto de estudio y de placer. Cuando esto no se logra, se nota en textos ambiguos, frágiles, en donde reluce la falta de investigación y una imaginación árida que desconoce el ritmo, la claridad, la construcción de oraciones cortas y directas. De nada sirve llenar a la crítica de metáforas, referencias herméticas y vicios de lenguaje.

La otra mirada que se construye después de ver un filme sólo se logra con rigor, constancia y disciplina. No hay que olvidar que la crítica de cine también puede ser una postura ante el mundo pues, al ser imposible deshacerse de la subjetividad, se enuncia desde un contexto y la escritura es, irremediablemente, parte de eso.

LA LABOR

Pareciera que la capacidad de análisis se mide ahora por número de seguidores, favs o por las mejores frases jocosas. La clave para la profesionalización debe comenzar por encontrar un punto medio: librarnos de los escritos que sólo recurren a los lugares comunes y de aquellos bañados de solemnidad autonombrados «crítica culta». Hay que hacerlo porque olvidamos que la crítica también puede ser una expresión suave, transparente, exenta de respuestas insoslayables. El cine se caracteriza por esa capacidad de trazar más dudas que certezas, dudas seductoras y fascinantes. El ego y el dogma son grandes amigos.

Cuando se escribe no se busca reproducir lo ya visto en pantalla, porque el objetivo último es interrogar cómo se constituyó ese producto audiovisual. Al crear reflexiones en torno a esta actividad habría que preguntarse qué se necesita para hacer crítica cinematográfica. Quizá la respuesta esté en cambiar el prejuicio por el juicio en justo valor por los larguísimos procesos mentales esenciales para la reinterpretación del filme.

La mejor manera de enfrentarse a una película es desde la ingenuidad. Pero ésta es vista por muchos con desdén y confundida con ignorancia y pereza. Lo que hace falta en esta nueva generación de críticos es el deseo de ofrecer textos novedosos, directos, sin olvidar que algunas ideas pueden ser cárceles de larga duración en las que sólo nosotros decidimos cuánto tiempo permanecemos.

Sin duda, falta ver a la crítica no sólo desde la escritura, sino como creadora y cómplice de procesos como la formación de públicos, instituciones e, incluso, el propio cine. Aunque se trabaje en solitario, la crítica no puede ser una actividad aislada porque la búsqueda debe terminar cuando se establezcan otros tipos de relaciones en donde el lector también sea generador de su conocimiento.

Los críticos se construyen constantemente; el trabajo no es sencillo. Percibir forma y contenido, deambular entre la denotación y la connotación, llegar al aspecto estético y hacer evidente lo que el espectador experimenta cuando está frente a un filme no es algo que se haga en una sentada. Aunque todavía falta mucho camino por recorrer, la crítica cinematográfica siempre acompaña al cine en sus transformaciones. Al final, es bueno recordar que «el amor por una película está en la escritura».