En la playlist de nuestras vidas
I
Recibí mi primer beso a los dieciséis años. Sé que fue en la fila para subir al camión que iba de Indios Verdes a Castera, por el Eje 8, porque me acompañaban Yohana y Shantal. Cuando íbamos juntas esa era la ruta que debíamos tomar para que nos quedara a las tres. Pero tengo que esforzarme para recordar la mayoría de los detalles. ¿Qué ropa usaba? No sé. ¿Cuánta gente había en la fila, antes y después de nosotras? Ni idea. ¿Qué hora era? Por la tarde, pero solo eso sé. lo que sí recuerdo muy, muy bien, es que desde algún lado ―quizá uno de los puestos donde vendían chicharrones y plátanos fritos, o refrescos y chucherías― sonaba el fragmento de una canción:
El que busca encuentra
y yo te he encontrado hoy.
Una aguja en un pajar,
una lágrima en el mar,
una noche sin dormir,
un grito de guerra.
Veintiún años después, cuando pienso en aquel momento, no recuerdo la fecha o el sabor del beso, pero no puedo olvidar la canción. Aunque no quiera, evocar aquel momento es tararear la melodía acompañada de la voz pegajosa de Reily Barba antes de que dejara de cantar con Elefante.
II
En 1981 se publicó por primera vez Las batallas en el desierto, novela iniciática escrita por José Emilio Pacheco. En ella se cuenta la historia de Carlos, un niño de ocho años que se enamora de Mariana, de veintiocho, madre de su amigo Jim. Varias veces, durante el desarrollo de la historia, se lee el siguiente fragmento:
Por alto que esté el cielo en el mundo,
por hondo que sea el mar profundo,
no habrá una barrera en el mundo
que mi amor profundo no rompa por ti.
Si bien este fragmento comúnmente lo asociamos al libro, pertenece a un bolero escrito por el compositor puertorriqueño Pedro Flores en 1935. Ha sido interpretado por varios cantantes a lo largo de los años, pero sin duda la primera referencia que podríamos tener a este párrafo específico, corresponde a otro tema: Las batallas, canción compuesta e interpretada por la banda mexicana Café Tacvba. Curioso es el hecho de que la canción nació como una reinterpretación de la novela de José Emilio Pacheco, y a estas alturas es muy seguro que algunas generaciones no ubiquen el fragmento ni por el libro ni por la versión original, sino por la versión de Café Tacvba que, dicho sea de paso, resume un poco la historia al tiempo que dialoga con el protagonista.
Podemos pensar, entonces, en la música como elemento coadyuvante del tiempo y de las formas de expresión artística, con todo lo que ello implica.
III
En 1826, Beethoven escribió El cuarteto de cuerdas no. 16 en Fa mayor Opus 135, titulado Der schwer gefaβte Entschluβ. Esta frase, en español se traduce como Una decisión de peso. En La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera, en la parte que corresponde a “La levedad y el peso”, Tomás, el protagonista, piensa con insistencia en los acordes introductorios que, lentos y sombríos, rezan: Muss es sein? Es muss sein! Es muss sein! A la par que Teresa ha venido atribuyendo a una serie de precisas e irrepetibles casualidades la maravilla de haber conocido a Tomás, él reflexiona y otorga el crédito de su llegada a los brazos de Teresa al destino. Muss es sein? Es muss sein! Es muss sein! / ¿Tiene que ser? ¡Tiene que ser! ¡Tiene que ser! Más allá del tejido que se hace entre pasado, presente y futuro, de la disertación acerca del peso y la levedad y de la idea del destino como una fuerza intrínseca y todopoderosa, Kundera decide asociar los eventos que determinan las vidas de estos personajes a una composición musical.
Me parece una regla nunca acordada de manera explícita, pero al final acatada como tal, que cuando una historia incluye una pieza, obedeciendo quizá a la curiosidad más básica, quien se entera de la historia corre a escuchar la música. Como elemento añadido, a veces suma como parte de una banda sonora no indispensable, pero disfrutable; otras veces, claro, estorba, porque si leemos un libro no es para encontrar canciones en él. Y sin embargo, la música es discurso.
Me pregunto: ¿qué sería de Tomás, de La insoportable, de Teresa, de Karenin, de la historia que comparten, sin el sentido que añade el cuestionamiento que se responde a sí mismo? Muss es sein? Es muss sein! Es muss sein!
IV
He tenido oportunidad de presentar mi novela Aprovéchate de mí en más espacios de los que imaginaba. Parezco disco rayado repitiendo los mismos detalles: de qué trata la historia, por qué esta tiene sentido político, cuál es mi intención al mantener cierto discurso, por qué en este momento es importante leer libros como este. He contado también algunas veces la forma cómo surgió la idea: una entrevista en la que Rubén Albarrán explicó de qué trata El baile y el salón. La chipa primigenia de una historia que nacía se encendió en cuanto yo escuché su explicación ―que si bien no fue algo que yo no supiera de antes, escucharlo verbalizado fuera de mí significó algo diferente y más grande que mi propia reflexión―.
Cuando conté esta historia por primera vez comprendí lo que era el diálogo entre música y literatura, no como algo que pudiera explicar, sino como algo que había experimentado y me tomaría un poco de tiempo poner en palabras para compartir. Luego vinieron los espacios para hablar al respecto.
Me sorprendió ―y me sigue sorprendiendo― que noto dos caminos desde los cuales las personas se acercan a la novela: gente que quiere destrozarme por los errores que pude haber cometido al contar la historia; gente que quiere leer algo cercano ―mayormente de la comunidad lgbtttqia+―, algo con lo que pueda sentirse identificada; gente que llega a ella porque alguien la recomendó, porque leyó una reseña, porque le interesó lo que dije en una entrevista o en una presentación; gente que lleva toda la vida siendo fan de Café Tacuba y quiere enterarse el tipo de historia que se cuenta con doce canciones de diferentes momentos creativos de la banda.
De todos estos grupos, el que más me sorprende es el último. Primero, porque las y los fans de Café Tacvba son personas dentro de un enorme rango de edad: cincuenta, cuarenta, treinta, veinte años… En una presentación con estudiantes de la prepa nueve, cuando pregunté quién conocía esta música, sesenta de ochenta personas levantaron la mano.
Segundo, porque, una vez que leen la novela, hay quien se toma el tiempo de buscarme y establecer contacto conmigo para contarme sus impresiones. Es cuando escucho el discurso empático que busco: las canciones que delinean el viaje de autoconocimiento del protagonista de la novela han atravesado igual a un montón de personas más. La música trasciende todo y se queda en la banda sonora de nuestras vidas, sin importar quiénes seamos, las decisiones que tomemos o los caminos que elijamos.
V
Una canción se queda asociada a un momento importante: un primer beso, un libro doloroso, una expareja que se fue, una ausencia, un viaje, un baile, una despedida, algo que le da sentido a un fragmento específico de la vida. Mamá Coco, paulatinamente, olvida cada cosa que hizo parte de su existencia. Lo único que nunca se va de su memoria es Recuérdame, la canción que su padre le escribió antes de irse para siempre de su vida.
VI
Tengo una lista de reproducción para cuando me siento triste. Otra para cuando estoy feliz. Otra más para cuando necesito sentirme alegre. Otra para cuando me voy a los lugares oscuros dentro de mi cabeza. Otra para cuando no quiero pensar. Mi vida entera he tenido la música presente: Britney, los Backstreet Boy, el catálogo entero de Radio Variedades, Ray Coniff con su orquesta y coros, Raúl Diblassio, Nina Simonne, Shakira, Fey, OV7, Kabbah, Indochine, Café Tacvba, Caifanes-Jaguares, Jarabe de Palo, Miguel Bosé, Ximena Sariñana, Natalia Lafourcade, Gilberto Santa Rosa, Vico C, Maelo Ruiz, Vitas, Dimash, Piet Arion, Masta Quba, Las Ainez, Karol G, Klaus Nomi, Eugenia León, Liliana Felipe… Me gusta creer que la música echa raíces muy profundas en la memoria. Me gusta creer que, en tanto las canciones tengan sentido, los recuerdos estarán vivos porque necesitamos volver a ellos. Quiero creer que de alguna forma la música es un medio para protegernos del olvido. Que quien ha asociado una melodía, una composición, a la idea de mí, podrá traerme desde el recuerdo siempre que escuche eso que le recuerdo. Quiero creer que yo podré hacer lo mismo siempre, con personas, con lugares, con momentos, con sensaciones, con aprendizajes. Con todo lo que llena mi memoria. Quizá la consciencia de la música será eso que nos salve del olvido.