Tierra Adentro

En agosto de 1986 Eleanor Douglas se subió al camión escolar. Era el primer día de clases en la escuela de una ciudad nueva y pensó que nadie se sentaría a su lado, hasta que Park Sheridan lo hizo. Durante el camino él leyó un cómic; ella también, pero de reojo, disimuladamente, para que él no lo notara. Muchos días después tuvieron que separarse. La historia es todo lo que pasa en medio, un relato que bien podría contarse con canciones grabadas en los dos lados de un casete. Eleanor & Park de Rainbow Rowell se cuenta con palabras, pero también con música. La historia de dos vidas que se unen a través de unos audífonos.

Todas las novelas pueden tener un soundtrack propio. Esto puede tener varias acepciones, pero para este propósito me interesan dos: la primera se refiere a la música que el lector escucha mientras lee. Depende de sus prácticas de lectura y de sus circunstancias. La segunda, que quizá debería ser la primera, se refiere a la música que acompaña a la historia. Es la que está integrada en la narrativa o lo que escuchan los personajes. A esta segunda acepción corresponde un grupo de novelas a las que he decidido llamar “novelas musicales”. Éstas son obras que, además de leerse, pueden escucharse. Llevan referencias tan específicas que articulan un relato en paralelo, un recurso empleado en algunos libros para adultos que se da con mucha más frecuencia en la literatura juvenil.

La aclamada novela de Rowell se sirve de este elemento para articular un relato “musicalizado”. Éste es un recurso exitoso para los lectores jóvenes, un gancho directo a un público que atraviesa por una etapa en la que la música define la personalidad y la forma en la que nos presentamos ante el mundo. Así también Eleanor y Park se definen el uno al otro cada vez que graban un casete­: a Park le gusta el punk, Eleanor prefiere a los Beatles.  Durante el proceso de grabación, un personaje se pone en el lugar del contrario con el objetivo de complacerlo mediante la música o de mostrarle una parte de sí mismo. Es un suceso que requiere empatía, un intento por brindar experiencias estéticas a otros: pensar en cómo se puede escuchar cada canción en los oídos de alguien más. Así se comunican un par de adolescentes de Omaha, Nebraska y con el tiempo se enamoran. Un walkman los deja escapar de sus vidas por algunos momentos, aunque sus problemas no terminan, por lo menos la música les pone una pausa.

Cada vez es más común mirar por la calle a adolescentes que esconden detrás de sus audífonos, que desean no ser vistos pero que sienten que la música les da un lugar en el mundo. Esto explica también lo rápido que un joven entre los quince y los diecisiete puede ser fanático de una banda de rock o de cualquier género. La música se convierte en la vocera de todo aquello que ellos no pueden o no saben cómo decir. Eleanor & Park es, en ese sentido, un relato atemporal, pues poco importa si se trata de música digital, listas de reproducción de Spotify, casetes grabados de un vinilo o discos compactos, la música encuentra la forma de colarse, de contar sus propias historias con un lenguaje propio que responde más a lo emocional que a lo narrativo.

A cuatro años de su publicación, esta novela sigue marcando la pauta en la carrera de Rainbow Rowell. Su primera obra juvenil se ha convertido en un referente en los relatos realistas de la época, al tiempo que es una ventana a los años ochenta en un pequeño pueblo donde dos adolescentes que no encuentran su lugar se encuentran entre ellos. Se miran y al mirarse en otros ojos se convierten en alguien.