Tierra Adentro
Ilustración de Damián Flores.

Costa Rica se erige como el gigante de CONCACAF en el mundial de Brasil 2014, por lo que este ensayo cobra una relevancia particular: México conquistó el futbol en América del Norte. Sin embargo, este dominio se desvanece cuando se analizan los resultados en competencias internacionales. Entonces, ¿por qué el futbol continúa siendo el deporte más popular en nuestro país?

 

La Fédération Internationale de Football Association (FIFA, por sus siglas en francés), que avala los principales torneos de futbol, divide los espacios geográficos en confederaciones para facilitar la competencia en eliminatorias y torneos de clubes. En América existen la Confederación Sudamericana de Futbol (CONMEBOL) y la Confederación de Futbol del Norte, Centroamérica y el Caribe (CONCACAF), donde juega México, aunque suele ser invitado en los torneos de la primera. La selección mexicana, por su infraestructura, solía dominar a todos los equipos de su confederación, por la que ganó el apodo de “El gigante de CONCACAF” (título que ahora compite, a regañadientes, con Estados Unidos).

México es un país futbolero: en un estudio realizado por la agencia Pluri Consultora sobre la temporada 2013-2014, se determinó que la liga mexicana es la cuarta con mayor asistencia a estadios, con un promedio de 24,245 aficionados por partido, sólo abajo de Alemania, Inglaterra y España, y arriba de Italia, Holanda, Francia, Argentina y Brasil. Entonces, ¿por qué no es una potencia a nivel internacional? Si desglosamos la estructura del futbol mexicano, se encuentran todas las deficiencias que lo exponen y expulsan del imaginario colectivo nacional. Estos son los récords de México en mundiales de futbol: más apariciones sin ser campeón, sin llegar a la final y sin pasar a semifinales, aunque quedando regularmente entre los mejores dieciséis. ¿Qué tan buenos somos realmente? ¿Por qué, pese a los resultados, el futbol continúa siendo el deporte más popular?

 

Los clubes

Un aficionado encuentra en su equipo una razón para creer. Hay quienes dedican su vida a él y pasan por todo tipo de emociones: amor, odio, decepción, felicidad, éxtasis y dolor infinito cuando ven a su equipo perder una final, en el descenso (el castigo que los obliga a dejar la liga en que compiten) o, incluso, desapareciendo. Hay clubes por todo el mundo con más de cien años de vida, trofeos, anécdotas y personajes que construyen su camino. En México existen pocos con tradición verdadera: América, Chivas, Pumas, Cruz Azul y, recientemente, Toluca, Pachuca, León… Sin embargo, el futbol mexicano está encarcelado, lo que ha vuelto difícil que la gente se identifique con equipos que aparecen y desaparecen por la venta de franquicias.

Antes de Santos Laguna, por ejemplo, existía el Laguna, un equipo que vivió sin pena ni gloria entre 1953 y 1978, año en que fue vendido y rebautizado como Coyotes Neza; una década después fue comprado por Tamaulipas para que Correcaminos de la uat se quedara en primera división. Puebla, por su parte, desapareció su franquicia antes de descender en 1999; el Puebla que juega hoy en primera división surge de Unión Curtidores (algo casi imperceptible, pues juegan con el mismo nombre, playera, estadio e infraestructura). El Puebla “original” se convirtió primero en Ángeles de Puebla, después en San Sebastián, para descender a la tercera división, donde desaparecieron. Con él se extinguió Unión Curtidores, un equipo creado en 1928.

Sucedió también con Colibríes de Cuernavaca, Indios de Ciudad Juárez, La Piedad, Toros Neza, San Luis, Jaguares de Chiapas, Gallos blancos de Querétaro, Veracruz e Irapuato, equipos que sufrieron el cambio de franquicia y saltos de primera a segunda división en cuestión de días. El descenso se convirtió en un mito, ya que gran parte de los equipos compran su permanencia en primera división al adquirir una franquicia. Tan sólo en el 2013 cuatro cambios evitaron que Querétaro se fuera a la Liga de Ascenso: Querétaro descendió, por lo que compró a Jaguares y le cambió el nombre a Gallos; Jaguares adquirió a San Luis para conservar la categoría; Veracruz, que estaba en segunda, compró a La Piedad, equipo que había ganado el ascenso, y ahora juega en primera. San Luis obtuvo Querétaro y ocupó el lugar vacío en segunda. Ascendió Veracruz en vez de La Piedad y descendió San Luis por Querétaro. ¿Cómo identificarse con algo que se vende a un precio tan bajo? Para el aficionado, la pasión no es negociable, pero lo es para el empresario, lo que abre grietas entre el público y los clubes.

 

Ilustración de Damián Flores.

Ilustración de Damián Flores.

La junta de los dueños

En México, las decisiones importantes las toman los dueños de los equipos con votos en las juntas. Aunque la FIFA prohíbe la multipropiedad, un par de este selecto grupo tiene más de un equipo, lo que se refleja en la cantidad de votos. Ellos deciden al seleccionador nacional y su equipo de trabajo. Sobra decir que casi todos son hombres de negocio sin mucho conocimiento deportivo.

 

El sistema de competencia

En las principales ligas del mundo se juega un torneo anual de primera división con veinte equipos, que se enfrentan dos veces entre ellos, como locales y visitantes, y gana el que suma más puntos (los peores descienden). En México, durante el mismo periodo, se juegan dos torneos: apertura y clausura. Todos juegan contra todos una vez y los mejores ocho entran a la liguilla, torneo de nocaut, hasta definir un campeón. Es difícil que el mejor se corone, pues puede dominar durante toda la competencia y descuidar un balón en defensa, perder el partido, apagar la luz e irse a casa. Desciende el equipo con peor promedio de puntos en las últimas seis temporadas.

Los torneos son tan cortos que permiten temporadas muy malas sin descender, razón por la que los clubes son proyectos a corto plazo. La competencia en México es relativa: cualquiera puede ser campeón incluso sin un torneo decente. León y Pachuca, por ejemplo, disputaron la final más reciente. El primero, eventual campeón, entró a la liguilla porque Chivas perdió un partido; el segundo porque remontó un 3-0 en contra. Hay que agregar que ambos equipos rinden cuentas al mismo patrón.

 

Los promotores y el draft

En el draft, cual tianguis semestral, se juntan los directivos de los clubes con agentes de jugadores para intercambiar futbolistas entre todos los clubes. Según estadísticas de Mxsports y El Economista, de cara al arranque del torneo de apertura 2013 se gastaron 70.7 millones de dólares en traspasos (nacionales e internacionales). Los números no alarman por la situación del país ni por razones extra-cancha, ya que es un negocio como cualquier otro. El escándalo es que el futbol mexicano no haya mejorado con tal inversión.

México cuenta con algunos puntos altos y un solo título internacional: el que Pachuca ganó en la Copa Sudamericana (2006). Pumas, Cruz Azul, Chivas y América han llegado, de manera aislada y repartidos en catorce años, a alguna final continental. Aquellos logros indican que el futbol mexicano podría trascender a nivel de clubes. Algo que en la realidad no sucede.

Ilustración de Damián Flores.

Ilustración de Damián Flores.

 

El tri

La selección mexicana no es la potencia mundial que dice estar cerca de ser; ni siquiera ha ganado una Copa América, una competencia que existe desde antes del mundial y que es el equivalente a la Eurocopa. Desde que México ha sido invitado a participar (pues es un torneo organizado por la CONMEBOL), ha tenido solamente dos participaciones en finales (1993 y 2001), pero ningún título.

México ganó fama con nombres como Hugo Sánchez, Jorge Campos, Manuel Negrete, Luis García y Javier Hernández, jugadores talentosos con la suficiente calidad para trascender internacionalmente. Nada que celebrar. Es el mismo caso de los jugadores históricos que han tenido Irlanda (George Best), Liberia (George Weah), Ghana (Abedi Pelé), Gales (Ryan Giggs), Bulgaria (Hristo Stoichkov) o Trinidad y Tobago (Dwight Yorke),sin mencionar los que llegó a tener la urss.

Otro detalle importante en el desarrollo que, dicen, llevará a México a grandes cosas, es que no juega la mayoría de sus partidos en terreno nacional, salvo (y casi exclusivamente) los de la eliminatoria mundialista, pero compite como local en Estados Unidos, ante rivales más débiles y con mayores resultados económicos por venta de boletos y transmisiones televisivas. Rara vez enfrenta a Portugal, Holanda, Brasil, Argentina o Inglaterra. Es difícil, cierto, hacer el viaje a Europa (aunque México ha tenido hasta ocho jugadores en el viejo continente, los cuales se trasladan a Estados Unidos para un amistoso). En eliminatorias, los rivales del tri son de menor nivel (aunque cada vez más competitivos) en una confederación que ofrece tres boletos y un repechaje a un grupo de seis equipos. México no se codea con las potencias.

 

¿Deporte nacional?

El deporte más querido del país está kilómetros atrás de lo que pretende. México carece, a nivel internacional y de clubes, de cultura futbolística sólida, historial y pedigree. No existe una liga seria ni un sistema de competencia para desarrollar proyectos que trasciendan porque, gracias al draft o al cambio de franquicias, desaparecen en cualquier momento.

En mundiales, México ha perdido tres veces con Brasil sin anotar gol; en 2006 y 2010 perdió contra Argentina. En ediciones recientes fue superado por Uruguay, Alemania y Portugal. Le hizo un buen partido a Holanda y sacó un punto en el último minuto. De sus últimos ocho juegos mundialistas, sólo derrotó a la peor Francia de los últimos años y a Irán, y logró un empate ante Angola y Sudáfrica. Desde 1994 México ha jugado veinte partidos: ganó seis (ante Irlanda, Corea del Sur, Croacia, Ecuador, Irán y Francia), empató seis y perdió ocho.*

Aun así, muchos venden a México como un país que está cerca de ser una potencia futbolística, cuando realmente no es nada que Irlanda y Turquía no hayan hecho mejor.

 

Ilustración de Damián Flores.

Ilustración de Damián Flores.

 

*[Nota del editor: este texto se escribió antes de la participación mundialista de la selección mexicana. A las estadísticas hay que sumarle el empate ante Brasil, las victorias contra Croacia y Camerún, y la derrota en el partido de Holanda]