El fantasma de la electricidad aullaba en los huesos de su rostro
Titulo: Tarántula
Autor: Bob Dylan
Editorial: Océano
Lugar y Año: 2013
Colección: Hotel de las letras
Para Bob Dylan, 1966 fue un año crucial. Editó Blonde on Blonde (su primer disco doble), sufrió un accidente de moto y dudó por única ocasión en su carrera: desistió de la publicación de Tarántula, su primera y esperadísima novela.
Dylan nunca titubeó. Trasbordó del folk al rock sin remordimientos, abandonó a Joan Baez, la súper estrella del folk, por la modelo Sara Lownds y resistió como una pequeña embarcación la imbatible tormenta compuesta por los embates de la crítica y la acusaciones de traición por parte de sus fans, que tendrían su cumbre en aquel histórico concierto donde le gritaron Judas. Pero más allá de su fama de rompecorazones, de rebelde, de genio precoz, de voz de una generación, lo que despertaba la fascinación por Dylan era su nuevo método de composición en lo que concierne a las letras de sus canciones. Cuya cúspide radica en el verso “el fantasma de la electricidad aullaba en los huesos de su rostro”. Esta prosodia furibunda con su profusión de imágenes y su carga mitológica tuvieron su esplendor en la trilogía de discos compuesta por Bringing It All Back Home (1965), Highway 61 Revisited (1965) y Blonde On Blonde (1966). Y qué mejor manera de culminar ese proceso creativo que con la publicación de una novela.
Existe una amplia fenomenología acerca del método de composición de Dylan. Una de las más populares apunta que colocaba infinitos recortes de revistas en el piso y trabajaba con base en asociación de imágenes y era así como obtenía sus metáforas. Sin embargo, abundante material fotográfico documenta que escribía sus canciones directamente sobre la máquina de escribir. Postura que arroja más la imagen de un escritor que la de un poeta. Antes de que la transformación de Dylan fuera absorbida, y su nuevo sonido equiparado con el de los Bealtes y los Rolling Stones, lo que molestaba a sus seguidores es que debajo del graznido de la guitarra eléctrica se encontraban revelaciones, descubrimientos, alturas poéticos a las que nadie antes había tenido acceso. El pecado de Dylan es que había decidido poner todo eso al servicio del rock. Pero su ambición no se detendría, su siguiente paso fue poner todo aquello al servicio de la novela.
Entonces, cuando todo estaba dispuesto para que Tarántula fuera el documento que acompañara la trilogía de discos, Dylan decidió retrasar su publicación un lustro. Las razones por las cuales lo decidió siempre quedarán en el terreno de la especulación. Sólo Dylan sabe el por qué.
La reedición de Tarántula por Hotel de las Letras coincide con el lanzamiento del álbum doble Another Self Portrait. Un bootleg: los descartes, demos y tomas alternas del disco Self Portrait (un álbum de covers) que Dylan sacó en 1970. La recepción de la obra se convirtió en uno de los reveses más duros que ha sufrido en su carrera. Grail Marcus dijo en Rolling Stone a propósito del disco: “What is this shit?” En el autorretrato, Dylan dio la espalda nuevamente a su estilo y regresó a la figura del trovador. Su reapropiación del folk (la grabación de lo que para él eran unos standars) se presentó con actitud punk. Comenzaba la década del 70 y él retomaba algo que ya a nadie le interesaba. A partir de esto surgió una pregunta que se ha convertido en una constante para los seguidores de la leyenda: qué esperar de un álbum de Bob Dylan.
La publicación en 1971 de Tarántula tuvo un recibimiento idéntico al de Self Portrait. No se trataba en lo absoluto de ningún The Catcher In The Rye. Tarántula es un artefacto sin trama, sin historia, sin cronología. Una colección de cartas firmadas por personajes estrafalarios. Pero si nadie sabía que esperar de un disco de Dylan tampoco se podía conocer con exactitud el tipo de novela que arrojaría. ¿Acaso la reticencia de Dylan a publicarla cinco años atrás se debió precisamente a que intuía la reacción de la crítica? ¿No estaba convencido de su calidad? Entonces nos preguntamos por qué quería Dylan escribir una novela. Con qué objetivo. Es evidente que no perseguía convertirse en una figura de las letras. Ese reconocimiento lo obtendría en el futuro con el premio Príncipe de Asturias. La única explicación posible para el impulso que originó Tarántula es que más que un trovador, un compositor, un contribuyente al american songbook, Dylan no es un poeta, es un narrador. Y su obra es la Gran Novela Americana. No Tarántula, su obra musical.
Como sucedió con la salida a la venta de Another Self Portrait, que cuarenta años después reconsideramos el valor de las grabaciones del Dylan de esa era y caemos en cuenta de lo estupendas que son esas canciones, Tarántula comienza a ser revalorada por lo que propone, la anti-novela como nunca la imaginó César Aira, y no como una vanguardia (ahora tardía, trasnochada) simplemente como la manera que tenía Dylan de desmarcarse de todo. Es la síntesis de una era, sí, aunque se encuentre más cercano al espíritu de Self Portrait que de Blonde on Blonde, y la ginsbergización de un Dylan de vertiente Beat. Tarántula es un documento visionario, bebe lo mismo de Kerouac que de Melville, que de Baudelaire: “píntate los zapatos Dalila – para andar por nieve tan blanca que una hemorragia nasal molestaría al universo… bajar por esos estrechos callejones búhos & guitarristas de flamenco, Jack para & otros sex symbols son tus premios – & mira en los lavabos donde vive el pájaro, pues cuando sale volando con un sable en el ala – un cantante country a su lado – dirigiendo una paloma mensajera… podrías cambiar tu modo de fornicar, tragar espadas – podrías cambiar eso de dormir sobre clavos – pintarte los zapatos del color de la mula fantasma – los dientes del tigre de papel están hechos de aluminio – aún tienes un buen trecho hasta Babilonia – píntate los zapatos, Dalila – píntalos con una esponja”.
Tarántula es, ante todo, ese objeto que consigues ver un segundo cuando la noche cerrada es alumbrada por un relámpago.