Tierra Adentro
Ilustración realizada por Mariana Martínez

Dentro de un cuarto solitario hay un banco de madera, ensombrecido por la silueta de un lento ventilador de techo. A pasos lentos, se acerca Alberto Laiseca (1941-2016, Argentina) un hombre gigantesco con bigote ancho y amarillo. Una vez instalado en el asiento, enciende un cigarro mientras anuncia el título del cuento que narrará con voz cavernosa, el epítome de su presencia tan inquietante como un cura junto a la silla eléctrica.

La atmósfera adquiere un aire expresionista con la interpretación de Laiseca, el guardián del relato que mira a cámara con demencia, melancolía o cólera, según lo exija la historia que construye en el programa de televisión “Cuentos de terror”, emitido del 2002 al 2005 por el canal de cable I-Sat.

En el espacio televisivo, Laiseca rescata el relato oral. Una tradición que aprendió durante su infancia, a la vuelta de su casa en Camilo Aldo (Córdoba, Argentina); donde unas ancianas se reunían por las noches y contaban historias espantosas: gente enterrada viva, sirvientas enloquecidas que metían al niño de la familia en el horno, y demás “historias verídicas”, según las viejas, que recuerda el escritor en el prólogo de Cuentos de terror (2013, Interzona).

El joven Laiseca comienza a interesarse en la literatura tras estas narraciones, y años después crearía obras aclamadas en algunos círculos literarios, pero desconocidas durante décadas por el público. Un enorme universo en el cual se filtra la locura que el autor descubrió en los relatos de aquellas ancianas.

El realismo delirante, la frontera del humor y la hipérbole  

Los cuentos y novelas laisequeanas no solo se inspiraron en episodios biográficos del autor, sino que representaban para él una suerte filtro con la que comprendía la disputa de la crueldad y el amor en el mundo; el Ser contra el Antiser, según definió el autor esta dialéctica en su consagrada novela de mil 400 páginas, Los Sorias (1998, Simurg).

La cosmovisión dual como la que planteaba Laiseca, surgió de la constante migración en varios momentos de su vida. Nacido el 11 de febrero de 1941 en Rosario, Argentina, y pasó su infancia en Camilo Aldo (Córdoba, Argentina). Después del fallecimiento de su madre, el escritor creció bajo el yugo de su padre, a quien describía como alguien “bastante loco” por haberle impuesto una vida destinada a la destrucción, en palabras del autor.

En cuanto Laiseca terminó la secundaria inició sus estudios ingeniería química, carrera que abandonó a los 23 años. Consiguió un empleo en el campo, luego trabajó en conserjería hasta que su tía, quien laboraba en Teléfonos del Estado, lo ayudó a convertirse en empleado telefónico. Su vocación por la lectura lo llevó al diario La Razón, de Buenos Aires, donde fue corrector de pruebas. Después, desempeñó el cargo de asesor de la editorial Letra Buena.

Laiseca escribió más de 20 libros de ficción, poesía y ensayo desde 1976 al 2014. Obsesionado con la imaginación, desarrolló un mundo excéntrico, en el que convergían la ciencia, astrología, historia universal y la demencia de la guerra. Las ficciones guiaron al escritor hacia “un espacio de poder” ante una vida de dificultades materiales y vagabundeo.

Una existencia al filo que la navaja que se impregna en los personajes de sus cuentos, incluso en los basados en hechos reales: “Las gordas también viajan en internet”, del libro En sueños he llorado (2001), se basó en una nota publicada en El Clarín, que informa el asesinato de una mujer gracias a sus mensajes en los que buscaba ser torturada sexualmente.

“La cabeza de mi padre”, del tomo Cuentos completos (2001), fue escrito a partir del parricidio cometido en España. Laiseca se enfocó en el perfil psicológico del joven asesino que fue recluido en un sanatorio. La demencia y el sexo en ambas narraciones solo funcionaban de forma introductoria para abordar la vida en los márgenes de las sociedades modernas.

En Matando enanos a garrotazos (1989), el primer libro de cuentos que Laiseca publicó, se perfilaba el potencial de su universo. Con egiptólogos asesinados por la momia viviente de Motzart, hasta la conversación metadiegética entre Mayoresmio y Crk Iseka, los narradores de algunos cuentos sobre máquinas para viajar dentro de un tornado y conspiraciones alrededor del Monitor1, se establecen las bases del “realismo delirante”: la hipérbole, locura y parodia.

El alma del subgénero que Laiseca creó es la locura, originada de una circunstancia trivial y amplifica para abarcar desde los detalles microscópicos hasta la totalidad. Dentro de este calidoscopio, hay un sinfín de temas que en Gracias Chanchúbelo (2000), el autor se atrevió a explorar.

Algunos relatos respecto a las dictaduras aparecieron en este libro. “El tanque”, es la historia de una ciudad-tanque, cuya estructura se describe de forma realista por el autor. El pueblo dentro del monstruo metálico encuentra refugio con El Monitor, quien se congratula de la distopía que preside, pues solo en su gobierno podría existir una comunidad encorazada en un tanque.

El autor brinda un panorama general de las civilizaciones que inventó, coloca su lupa hiperbólica sobre los tiranos en su imaginario, y el combate con su imaginación desbordada, que en términos de su propia narrativa, es un atributo del Ser, al igual que el humor.

El alma del subgénero que Laiseca creó es la locura, originada de una circunstancia trivial y amplifica para abarcar desde los detalles microscópicos hasta la totalidad. Dentro de este calidoscopio, hay un sinfín de temas que en Gracias Chanchúbelo (2000), el autor se atrevió a explorar.

En Gracias Chanchúbelo, el autor también se permitió replicar con parodias a la crítica de Borges, sobre el libro Matando enanos a garrotazos. Según la anécdota, Borges afirmó que jamás leería un libro que tuviera un gerundio en su título. La respuesta de Laiseca fue “Indudablemente, horriblemente ferozmente”, cuento escrito en gerundio, adverbios, frases germanizadas y comas antes del verbo.

Aunque en la nota antes del relato, el escritor asegura que el detonante del cuento fue el rechazo hacia uno de los libros de su amigo, que inicia en gerundio: “¿Qué se puede esperar de un tipo que empieza en gerundio el título de su obra?”2

Sin embargo, la parodia a Borges vuelve en Gracias Chanchúbelo, con “Jack el Olvidador”, que narra las desventuras de un escritor cuyo crimen era tergiversar y olvidar pasajes de obras ilustres, en especial Ulises (1920).

Cometía sus fechorías ante mujeres solitarias, y enviaba notas a la comisaría de York-shire en las que detallaba los pormenores de sus crímenes, al estilo de la infame carta Desde el infierno, escrita por Jack el Destripador. Desde luego, el carácter distraído de Jack es una burla a “Funes, el memorioso”, personaje de Borges, condenado a recordar cualquier memoria.

Laiseca mantenía una actitud combativa con su realismo delirante, el arma con la que se enfrentaba a la alta cultura argentina, al entorno militarizado y al mito de ser un plebeyo ascendido a escritor de culto. El resultado de los constantes conflictos en ámbitos distintos de su vida, se reflejaron en sus ficciones, atravesadas por la guerra.

 

Los Sorias

Así cierro yo también mi cruz

y mi mortaja de palabras

bajo las que esperaré mi resurrección,

como Lázaro, cuando oiga tu voz clara

y poderosa, lector.

Mircea Cărtărescu, Nostalgia

 

En Sinfonía para un Monstruo: Aproximaciones a la obra de Alberto Laiseca (2021), Agustín Conde De Boeck examina el mito del origen de Los Sorias. Jorge Dorio, editor de Babel y Martín Caparrós, recuerda a Laiseca en las pizzerías de Corrientes, él pedía el papel sobre el que sirven la pizza porque lo ocupaba para escribir. El primer manuscrito de Los Sorias era un fardo gigante de papeles distintos atados con hilo.

Una vez algunos colegas de los bares en Buenos Aires comentaron que se deberían eliminar algunos capítulos para que alguna editorial acepte publicarla. De inmediato, Laiseca se pone de pie y gritaba: ¡mercenarios, son mercenarios igual que todos!

Laiseca paseaba por la ciudad con los kilos del manuscrito que escribo en 10 años y tardó casi 20 para publicarlo. La obra cumbre ensaya respecto al poder absoluto y las posibilidades de humanizarlo, una noción utópica en cualquier contexto. El surgimiento de la novela no solo se debe a los elogios que recibió de sus colegas escritores como Piglia, sino a los vivencias antes de convertirse en escritor.

La primera escena de Los sorias, la primera novela que escribió Alberto Laiseca (…), ficcionaliza un episodio biográfico que su autor ha contado en numerosas entrevistas: el momento en que decidió abandonar su trabajo de peón de limpieza en algún momento de los años sesenta, y con él la vida proletaria que llevaba por convicción, y entró a trabajar a la compañía telefónica del Estado. Laiseca escenifica allí el origen de su escritura alrededor de esta pregunta: ¿cómo construir una obra en el mundo del trabajo?3

La apertura de la novela presenta a Personaje Iseka, el protagonista que al igual que Liaseca es un escritor en búsqueda de su alma creativa. Despierta en la habitación que comparte con los hermanos Juan Carlos y Luis Soria, empleados de un lavadero de coches al que quisieran arrastrar a Iseka, peón de limpieza.

El personaje principal siente hartazgo de la ciudad Soria donde vive, así que se dispone a volver a la Tecnocracia, aunque fue expulsado años atrás. Sortea el fuego cruzado entre Soria y la Tecnocracia en la frontera, la única forma de entra en el país de forma clandestina. De vuelta en casa, contempla el enfrentamiento de las tres potencias: La unión soviética, Soria y Tecnocracia.

El enfrentamiento bélico es solo la punta del iceberg de los campos de guerra, e Iseka lo descubre al atestiguar batallas a nivel cósmico, animales fantásticos usados como armas, bombas temporales con capacidad destructiva de mil 200 horas que borran generaciones enteras, y máquinas del tiempo para viajar a nivel astral.

Los Sorias perfecciona el sistema de magia que Laiseca esboza en las civilizaciones de otras obras. En la novela Su turno para morir (1976) se acerca la fundación de la Tecnocracia; en Aventuras de un novelista atonal (1982), historia de trabajo y consagración de un autor, irrumpe una visión radical de la guerra. El jardín de las máquinas parlantes (1993), aparecen elementos fundacionales en Los sorias:

El funcionamiento de la magia en el mundo laisequeano, los bandos que se distribuyen entre las fuerzas del Ser y el Anti-Ser, el bestiario de criaturas sobrenaturales que la guerra utiliza como armamento fundamental, las formas de concebir el arte y su función en un régimen que, como remisión a la figura siniestra del Hitler, sintetiza dictador y artista en una misma figura4.

 

El aspecto que resalta es la guerra a nivel cósmico de Los Sorias, pues representa la lucha entre el amor y el odio: el Ser y el Antiser. La primera facción preserva la vida, la felicidad y la humanidad en el mundo; por otro lado siniestro, el Antiser es el enemigo de la especie humana, la causa de la crueldad de las personas.

La batalla es disputada en las sociedades de Sorias y la Tecnocracia, sin que la gente sea consciente de su participación en el enfrentamiento, y solo los magos son capaces de percibirlo con sus saberes astrales al servicio de El Monitor, amo de la Tecnocracia, o El Soriator, líder de Soria.

La violencia contra el amor y la vida ante la muerte, conforman el diálogo dialéctico que Laiseca busca en su ópera prima, protagonizada por dos civilizaciones contrarias con formas opuestas de concebir el mundo y la influencia del estado en la vida de las personas.

El giro final de la epopeya la hace memorable. El narrador hace evidente que los acontecimientos leídos son un documental que se quema. Los capítulos sirven de testimonio, imágenes de una cultura alguna vez viva, filmada en una película que está apunto de arder por la sobreexposición del proyector.

La conclusión de Los Sorias no se queda en ficción, ejecuta un salto metaficticio, porque la obra ya había sido consagrada entre escritores antes de que lograra ver la luz. La publicación llega en 1998; la reedición, en 2014, pero Laiseca termina de escribirla desde 1982.

Quien lee la épica siente que ha descubierto los restos de una cultura perdida, vestigios que aguardan su resurgimiento al escuchar la voz tempestuosa de un lector, y así los viajes en el tiempo de la novela se cumplirán de alguna forma. Con cada nueva lectura, la historia cobrará vida una vez más hacia su consumación en llamas.

 

El Ser de Alberto Laiseca

Cuando el guardián del relato termina de narrar el cuento de terror en el programa televisivo de I-Sat, el corte siguiente es la semblanza del autor original. En una capsula, Laiseca tiene la oportunidad de contar un fragmento de Los Sorias. Al finalizar, la audiencia lee una semblanza suya, igual de modesta que la publicada en la noticia de su fallecimiento, el 22 de diciembre de 2016.

Un año antes, publica el cuento ilustrado, La partida / La madre y la muerte (2015, FCE), con Alberto Chimal. La obra se basa en una leyenda alemana en la que una madre supera varios obstáculos para recuperar a su hijo secuestrado por la muerte.

Uno de sus últimos libros, lanzado en 2012 se titula iluSORIAS. El tomo reúne el trabajo de 168 artistas visuales, entre ellos su hija, Julieta Laiseca. La antología está inspirada en el universo de Los Sorias, y algunos apuntes del escritor durante el año que terminó la novela.

Tiempo antes de su muerte, Laiseca reflexiona sobre el Ser y el Antiser, a través de su mitología trata de explicarse las motivaciones del escritor, las metas que debía perseguir. Aunque en entrevistas expresa su preocupación por traducir sus obras a otras lenguas, y de esa forma acceder a más públicos, formula una última lección para sus lectores.

Leer o no leer, ese es el problema (…) sin imaginación yo no hubiese sobrevivido a mi infancia terrible y tampoco a los años que vinieron después. Esto que me salvó sin duda salvará a otros5.

La creatividad en tiempos difíciles también son pulsiones del Ser, de acuerdo a la mitología laisequeana, impulsos que usa en la creación de Los cuentos de la negra Tomasa (2003), una colección de cinco relatos en los que la empleada del hogar, Tomasa, narra historias aterradoras a Virgilio, el niño cruel de la casa que pasaba la noche en vela por el miedo.

A lo largo de los cuentos, Virgilio aprende a ser gentil con la mujer, no por lástima o debido a la educación que recibe de sus padres; lo hace porque las historias de Tomasa humanizan al pequeño. Un efecto que Laiseca consigue con sus historias, abren puertas en el alma de quien las lee.

 

Fuentes y referencias:

Conde De Boeck, José Agustín. Los Sorias y la escritura como guerra: temporalidad y mundos posibles en la poética de Alberto Laiseca. La Palabra, (28), 103-124. Año, 2016. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-85302016000100008

Herzovich, Guido. Sinfonía para un Monstruo: Aproximaciones a la obra de Alberto Laiseca. Eduvim, 2021.

Laiseca, Alberto. Cuentos completos. Editorial Simurg, 2011. Buenos Aires, Aregentina. Pp, 149.

Laiseca, Alberto. El compromiso del escritor. Blog de Laiseca, 31 de junio de 2008. Disponible en: http://albertolaiseca.blogspot.com/2008/07/el-compromiso-del-escritor.html

Laiseca, Alberto. Los Sorias. Editorial Simurg, 2014. Buenos Aires, Aregentina.

https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/anclajes/article/view/6150/7029

http://2010.cil.filo.uba.ar/sites/2010.cil.filo.uba.ar/files/253.D%C3%ADaz%20Gavier.pdf

  1. Personaje central de Los Sorias, líder de la Tecnocracia, uno de los pueblos en lucha en esta obra.
  2. Laiseca, Alberto. Cuentos completos. Editorial Simurg, 2011. Buenos Aires, Aregentina. Pp, 149.
  3. Herzovich, Guido. Sinfonía para un Monstruo: Aproximaciones a la obra de Alberto Laiseca. Eduvim, 2021.
  4. Conde De Boeck, José Agustín. Los Sorias y la escritura como guerra: temporalidad y mundos posibles en la poética de Alberto Laiseca. La Palabra, (28), 103-124. Año, 2016. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-85302016000100008
  5. Laiseca, Alberto. El compromiso del escritor. Blog de Laiseca, 31 de junio de 2008. Disponible en: http://albertolaiseca.blogspot.com/2008/07/el-compromiso-del-escritor.html