Tierra Adentro
Fotografía de Amaranta Caballero.

Un fonógrafo color verde oscuro, libros, revistas, máscaras de patol, cucharitas de plata, pisapapeles de cristal, estatuillas varias, bustos en bronce, lámparas, relojes de bolsillo, relojes de pared, linternas, capelos, un globo terráqueo, enciclopedias empastadas en piel, abrecartas, puntillas, plumas fuente, la serie de acuarelas con pasajes de El Quijote, el estante de “los libros prohibidos”, óleos, exvotos, diablos rojísimos de madera, papeles, archiveros, juguetes, un escritorio, cintas para máquinas de escribir, máquinas de escribir, libreros, marcos con y sin fotografías, cajas forradas de tela, cuadros varios, cajitas de madera, abanicos japoneses, carretes de películas, ranitas metálicas, papeles, papeles y más papeles, la mula del nacimiento, libros, libros pero más libros. Una visión compuesta con estos elementos, es la memoria que tengo del llamado “cuarto azul” en la casa de mis abuelos maternos.

Estar dentro de ese cuarto durante las tardes de la infancia, equivalía a viajes por el universo, conocer junglas y manglares, practicar el arte de la “deconstrucción” en la fase primigenia y a esconderse del mundo divertidamente, además de no preocuparse ni sentir culpa alguna por “no hacer la tarea”.

Recordar ese escenario es para mí un pensamiento recurrente. Lo disfruto como cuando niña. El olor de los libros, el paño y el limpiador para maderas –un líquido dentro de un bote color rojo– que usaba mi tía abuela, las voces y los ruidos de antes a manera de caparazón, me resguardan de esos días en que estando medio alicaída me da una patada la realidad y me sienta de golpe frente a mi estudio mientras brama: aquí estás.

Fotografía escrita del mentado estudio:

Dos libreros, una mesa restirador, montañas de papeles, botes con pintura, pinceles, cajitas de cartón, gises, cajitas de madera, hojas secas, canicas, ligas, corchos, cerillos, zapatitos varios, sobres, papeles de colores, tintas, dos preciados muselets, plumillas metálicas, pájaros de madera, un pájaro de metal, brochas, recortes de periódicos, revistas, perforadora de papel, escuadras, reglas, cepillos, juguetes rotos, soldaditos de plástico, carritos, cuerpos de muñecas sin cabeza, pedrería de fantasía, libretas, foquitos fundidos, pedacera de instalaciones eléctricas o de computadoras, jabones mágicos, grapas, una máquina de escribir, piedras, muchas piedras, cajitas metálicas, hilo rojo, estambres, recortes de telas, bolsas de plástico con bolsas de plástico adentro, láminas oxidadas, discos de vinil, recortes sobrantes de diversos papeles, cartones, letreritos, un árbol de la vida, agujas, clavos, tres martillos, mapas, el botín de enciclopedias como el preciado obsequio de alguien que iba a tirarlas, bolsas de tela, moneditas, papel estaño, cestitos, campanas, tacitas, cartas, velas, botellas vacías, postales y el cúmulo enorme de polvo, que claro, merece mención aparte.

Una vez, observar este espacio me dio pánico. No sabía qué hacer ni por dónde empezar para tratar de organizar y limpiar el estudio que como reflejo de mi vida planteaba frente a mí sólo una corta y sencilla palabra: caos.

En ese momento lo único que pensé fue “navegar” en Internet para distraer la sarta de tribulaciones que me provocaba ver la escena. ¿Y qué pasó? Pues que sin saber, sin pensar, caí en las garras de algunos textos clave de artistas maravillosos que esa mañana a través de su obra y visión del mundo calmaron mi angustia y curaron literalmente mis penas. Entre Felipe Ehrenberg, Agnès Varda, Arthur Bispo do Rosário y Nam June Paik comprendí que con la mezcla de objetos diversos, el mini-caos personal (mi estudio realmente es pequeñito) y la recuperación de la idea de seducción que portan los objetos, es posible ponerse a trabajar y manufacturar cosas, pequeñas divinas cosas que tienen el poder de hacer a las personas reflexionar jugando y a una, la pueden trasladar ipso facto a un cuarto azul, otra vez.

Fotografía de Amaranta Caballero.

Fotografía de Amaranta Caballero.


Autores
(Guanajuato, 1973). Realizó estudios de licenciatura en Diseño Gráfico y la maestría en Estudios Socioculturales. Ha publicado los siguientes libros: Libro del Aire (Editorial De la Esquina, 2011), Okupas (Letras de Pasto Verde, 2009), Todas estas puertas (Tierra Adentro, 2008), Entre las líneas de las manos (en el libro Tres tristes tigras, Conaculta, 2005) y Bravísimas Bravérrimas. Aforismos (Editorial De la Esquina, 2005). Participó en el Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writing Lab on the Border (2006), participó en el Festival de Poesía Latinoamericana LATINALE 2007 con sede en Berlín. Recibió la beca del FONCA para escritores en 2007. En Mayo de 2012, participó en las jornadas literarias “Los límites del lenguaje” con sede en Moscú. Su trabajo escrito y gráfico ha sido incluido en varias antologías así como en revistas nacionales e internacionales. Desde el año 2001 vive en Tijuana. Ama la música y ama dibujar.