EL BORDE AFILADO DE LA ÚLTIMA POESÍA CUBANA
Las ondulaciones permanentes. Última poesía cubana, antología publicada por primera vez en 2013 por Editorial Literal de México, compilada por el chileno Javier Norambuena y el cubano Luis Yussef, nos trae noticias de una escritura prácticamente desconocida para la América territorial.
Ha sido poco el flujo de información sobre las escrituras recientes hechas en Cuba y, salvo los autores consagrados por los años de oficio, poco sabíamos de esta última poesía joven carga-da de desencanto y preñada de desazón y hondura.
La mayoría de los autores que pertenecen a la selección poética siguen viviendo en Cuba, por lo que no podría acusárseles de disidentes, aunque sí se les agradece la crítica —lírica— a sus condiciones de vida, que tampoco son exclusivas de la isla. El desencanto hacia el desvencijamiento de lo social y a lo que las generaciones anteriores denominaron «patria» se repite continentalmente.
La veintena de autores nacidos entre 1975 y 1987, a pesar de merodear por zonas de la escritura bastante disímiles, parecieran coincidir en la actitud de compartir sus textos, plenos de fuerza expresiva, telúricos pero sin descuido.
«Escrituras inestables, inquietas, inclasificables y fértiles», dijeron los compiladores. «Fraguándose en la contingencia y estableciendo puntos de contigüidad con la tradición poética desenvuelta en la isla», remataron.
Como ejemplo de esta aseveración, Youre Merino (Banes, 1975) dialoga con su tradición:
josé lezama lima lleva a imprenta un
número de Orígenes
I
Mete su mano en un aguanil aceitunado
pues la brevedad de su mano mide incesantemente
la distancia de la puerta hasta el símbolo.
Mano de jade insular, una imagen con fanales
despojándose de canelones y jalea de pargo,
de confites que esmalta con nieve charolada
en la medianoche del poema cariátide.
Imágenes de lo perdido, de lo desgastado, de lo que deja el flujo constante de despedidas, sensación de lo roto.
Dicho flujo constante de despedidas deja una huella mnémica y anémica. Una especie de envidia sorda que se asume. Yunier Riquenes (Jiguaní, Granma, 1982):
Isidro se fue del país,
lo recordamos en grupo.
Era el único que faltaba el día del reencuentro.
Isidro era el más tierno entre nosotros,
el de la mejor voz.
Pero nunca le tuvimos envidia.
Juntamos dinero y le compramos
un par de zapatos para que pudiera
presentarse a la competencia de canto.
Isidro se robó todas las cámaras y los periódicos.
Supo de Londres, París, Moscú y Estocolmo.
De vuelta en Cuba no recordó los días en que dividimos
el pan y le prestamos nuestras camisas y pantalones.
Hoy lo recordamos en grupo,
era el más tierno.
Decidimos comprarle otro par de zapatos
para cuando lo viéramos cantar nuevamente.
Jamila Medina (Holguín, 1981) lo dice en «Fur(n)ia». Se trata de «una sensibilidad que se empoza y se amordaza con su propia tentación».
De las poetas jóvenes cubanas que más se conocen en el extranjero, además de Medina, quien publicó Ratas en la alta noche en Malpaís ediciones (México, 2011), está la escritora anómala, extraña, inolvidable: Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984):
Papá
tiene un hombre negro
a su lado
ayudándolo a pagar la cuenta
del teléfono
y su vida
es más pasajera
y más alegre que antes
nunca me manda nada
por DHL
eso es caro
y pesa
si viene alguien de allá
me manda un roll-on
con esfera giratoria
ultrafuerte todo el día
y yo
todo el día
pienso en él
y al hombre negro que lo acompaña
en la salud y en la enfermedad
ultrafuerte todo el día
no sé cómo pagarle.
Si puede encontrarse una pista común en estas escrituras es también la opresión de sentirse sitiados por su condición de habitantes de una isla deslindada del continente:
Isabel G. (Guayos, 1976) en «El tedio de la isla»:
Nada fue suficiente para el tedio. Le pusimos zanahorias y garrotes, ciegas revoluciones y consignas, pero nada fue comparable al tedio de la isla. Tuvimos la conquista y la promesa, la india sometida, la colonia, el guarapo y su verde satinado; pero nada, nada bastó, aún ladran los perros bajo la neblina y la gota gotea en la gotera: thic, thic, thic, goteando sobre el piso de la isla. Pero el tedio es marfileado, marmoleado, el tedio de la isla es más dura sustancia. Para olvidar, bebemos, pero persiste allí, en la resaca. Para olvidar hacemos el amor, pero el amor de la isla tiene matices tediopúrpura. Para escapar de sus centenarias redes destejemos sus hilos, pero la araña espera agazapada en el eterno corazón del país.
Quedará maldecir un poco el actual estado de las cosas, el propio pesimismo, la supuesta imposibilidad de ciertos tópicos, ironizar, burlarse, hasta de Li Tai Po, dice Eliécer Almaguer (Holguín, 1982):
Maldito el hermoso Li Tai Po y la serenidad de su mundo malditos los poemas que hablan de cigarras malditos los versos que dicen que un cuerpo puede parecer el canto delicado de una flauta.
Dinastía en ciernes, desenfado cuidadoso, reconocimiento de la tradición para su posterior ruptura. La última poesía cubana llega a estas costas americanas con sus ondulaciones permanentes, verso arrancado a Lezama Lima, e inquietantes.