Tierra Adentro
Benavente. Línea de montaje, acuarela y lápiz. 11 x 8,6 cm. 2009

Ante su bello durmiente, Sonya cuenta:

…sobre las vías nevadas del tren que se aproxima un hombre y una mujer hacen el amor.

Toma en consideración, alma mía, este tejido obstinado y apacible: conforme ella asciende y desciende sobre él entre los aires,

él la desea y no la desea, la desea con la promesa de tal plenitud.

Toma en consideración el tren que se aproxima cuyo conductor toca el silbato, la campana, y grita

negándose a creer que están sordos. Toma en consideración, alma mía, la sordera,

y ese hombre, su vehículo terrenal. El tren se detiene, el conductor susurra: ¡Ojalá te saques la lotería y gastes hasta el último centavo en médicos! La mujer se alisa el abrigo, y suelta la carcajada: “Uno de los dos tenía que detenerse primero, señor. Yo no podía.”

El manifiesto de los sordos

En la Plaza de Vasemblye nos ordenan sentarnos sobre las manos. Al sorprendernos firmando, nos arrestan. Nos encontramos en los baños públicos para tocarnos cuellos y gargantas, cerramos las puertas, encendemos las linternas, y firmamos. La mano sorda funciona como boca; el pulgar, como lengua; los dedos son labios.

Las prisiones de la Calle Tedna se conocen como “Centros de Fomento a la Audición de los Sordos”. Los oficiales dicen que nuestro arresto detendrá la epidemia. Sospechan que carecemos de habla; el habla, la única barrera que los separa de los animales. El colonialismo mueve la boca: a los niños se les prohíbe guardar silencio antes de que el habla les presione los labios. Ellos abren los labios. Nosotros movemos las manos. Los seres humanos necesitan el silencio, pero no lo toleran.

Estás vivo, repito a mis adentros, por lo tanto hay algo dentro de ti que escucha,

algo corre por la calle cuesta abajo, se cae, no puede levantarse. Corro, etcétera, con piernas y manos, etcétera, corro por la calle Vasenka, etcétera, en sólo unos minutos se conforma un hombre.

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Meme por Zauriel
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