Cuatro poemas
¿Quiénes protagonizan esta historia?(¿hay movimiento en la misma?)
Por exigencias del relato, todas las familias están en decadencia. Las casas están ocupadas por estudiantes, arrendatarios ceñidos estrictamente al calendario universitario que pronto habrán de desalojar las viviendas aledañas. El resto son mis colegas, los padres de estos hijos que a veces veo pasar rumbo al colegio. Las antiguas familias de inmigrantes, los antiguos comerciantes judío-polacos y los antiguos profesores de matemáticas ucranianos han sido reemplazados por los profesores marfileños de francés y los profesores portorriqueños de español, los antiguos industriales que forjaron estas zonas del país gracias a los padres de estos antiguos inmigrantes: han abandonado sus casas, y en la huida, por decirlo de alguna manera dejaron los manteles puestos para darle la más cordial de las bienvenidas a quienes nunca se sentarían a su misma mesa: la comida en estado de evidente descomposición parece una postal del siglo veinte: sin firma y todavía por enviar.
Pero el viajero que huye habrá de detener algún día su andar y dar por hecho que el retorno tiene tanto de oración como de sino
Pero el viajero que huye no quiere abandonar el único restaurant donde lo conocen por su nombre y apellido y se sabe de memoria el recorrido de los buses con tal de volver hasta la florida con la cabeza rebotando en la ventana,
se pasea por los aeropuertos
cerrados por la huelga de los controladores aéreos para contemplar el rostro de los pasajeros que no van a llegar al cumpleaños de sus hijas y se disculpa por los errores que no ha cometido pero podría llegar a cometer. Confunde
la información de los altoparlantes con algunos capítulos de su vida que aún no ha comentado con su siquiatra y con la mochila colgándole del hombro
observa los horarios de llegada y de salida como si estuviera descifrando un código secreto: comprende que huir no es
escapar sino dejar de hacerse juramentos que después tendría que cumplir en otro idioma del que sólo conoce las disculpas: la poesía es lo que se pierde en la traducción.
O en las maletas extraviadas producto de la huelga.
La poesía es lo que se pierde en los pueblos chicos
Vivo en un poema de Robert Frost del que nadie ha salido todavía.
Siempre quise escribir poemas como los de Hinostroza, pero
terminé escribiendo como los míos. Hubiera querido que alguna muchacha
entrara a una tienda de París para convencerla de que hiciéramos
el amor tendidos sobre los pastos que rodean algún castillo de esos
reyes cuyos nombres desconocemos por parejo. Pero sólo he podido
hacer clases y caer rendido a los pies de una mesera
en el bar más torrante de Santiago-centro, allí donde nos
confundieron con los peruanos recién llegados que es lo más cerca que estuve alguna vez
de la poesía de Hinostroza. Sin embargo vivo en un poema
de Robert Frost, en un pueblo cuyo alumbrado público
ha sido el tema de otros profesores de college, enmarañados como
el abajo suscrito en lo que pudimos recoger de la resaca neoliberal: no debiera
poner así las cosas, pero los años dorados quedaron tan atrás como
los años locos que alguna vez nos ofrecieron. Los faroles
viven de la energía eléctrica generada por el carbón de las
minas de otro estado. Nosotros de los faroles
que en lugar de la historia nos han absuelto.
La poesía es lo que se pierde en la traducción (o en las maletas extraviadas producto de la lengua huelga)
Yo no niego que Gonzalo Santelices haya muerto alguna vez en España.
Ni que haya escrito sobre los glandes de tortuga que exhibían los muchachos con orgullo desde las
barandas del puente de brooklyn. Ni que haya vendido fotocopias ni perseguido prostitutas en la barceloneta. Los
viajes a marrakesh, los cuadros de piranesi: son indesmentibles. Una prueba fehaciente haber ganado
cuanto concurso se le pusiera por delante. Yo no niego que Gonzalo Santelices
haya muerto alguna vez en España: lo que me pregunto es si a alguien
le interesa saber que iba conduciendo un auto y lo sobreviven mujer e hijo:
en la intersección de las calles donde nadie lo recuerda murió en un día de trabajo,
vestido de civil, las manos resbalándose del manubrio que es la única forma
que en Chile tenemos para decir volante, no hay ninguna
sin embargo para hablar de la muerte de un poeta:
las traducciones
son nuestro pan de cada día (sobra decir que hace rato
somos un montón de muertos de hambre.)