Celeste
Mientras que con una mano
acomoda la silla
con la otra enreda la cuerda
de tender la ropa
a su cuello.
Un giro, tal vez dos
y sus pies se bambolean
sobre el filo de las seis de la tarde.
Casi nada. Un paso y todo termina. Cuerpo al agua.
Más tarde irá su madre a destender la ropa. Sábanas, camisas, calcetines. Todo seco y limpio, listo para usarse nuevamente.