Del día que Don Ramón pasó a ser Ron Damón por toda la eternidad
Sin La Chilindrina a sus espaldas, es decir, sin el vestidito verde, el suéter rojo al revés, los lentes, el cabello de colitas y las pecas en las mejillas, la actriz María Antonieta de las Nieves, enfundada en riguroso y elegante negro, le dijo al público presente: “¿Quién no recuerda con una carcajada la cara de Ramón Valdés?”. Y, enseguida, entre aplausos y bravos del público, evocó breve y emotivamente al actor que, entonces, llevaba ya 12 años fallecido. Estaban en el homenaje al comediante Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, en uno de los foros de Televisa. Era el año 2000 y además de canciones y testimonios en apología del creador de El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado, hubo un espacio para recordar a los actores de esas series que ya habían partido. Y el primero fue él, Ron Damón. Que diga, Don Ramón.
Ramón Valdés nació hace 100 años, el 2 de septiembre de 1924. Aunque actualmente, a 36 años de su partida, su nombre y su rostro son bastante familiares para más de una generación de mexicanos —y argentinos, chilenos y brasileños—, la realidad es que durante varios años su talento como comediante no fue tan reconocido como el de dos de sus hermanos: Germán Valdés “Tin Tán” y Manuel “El Loco” Valdés. De hecho, es en una de las películas más celebradas de Tin Tán que Ramón tiene su primera aparición en escena: Calabacitas tiernas,de Gilberto Martínez Solares.
Desde entonces, era común verlo en personajes secundarios en filmes protagonizados por su entonces famoso hermano —quien, hay que decirlo, sigue esperando su justa valoración como el completísimo artista y entretenedor que fue—. El rey del barrio, La marca del zorrillo, Simbad el mareado, El revoltoso, Mátenme porque me muero, El bello durmiente, El vagabundo, Dios los cría, El sultán descalzo, entre otras tantas, son películas en las que se puede disfrutar, a veces por minutos, a veces por segundos, de la mancuerna entre ambos hermanos. Aunque en alguna de esas películas también alternó junto a su hermano Manuel, y aunque los dos se convirtieron en figuras populares gracias a la televisión, no hay tanto registro de que “El Loco” y “Monchito” hayan compartido asiduamente los escenarios.
Si bien Ramón también alternó con figuras como Pedro Infante en Escuela de vagabundos y La vida no vale nada,y con el mismísimo Mario Moreno “Cantinflas” en El señor doctor y El profe —filmes que ya nada tenían que ver con el concepto original de Cantinflas— y que intervino en películas estelarizadas por Juan Gabriel y Luis Miguel, la figura con la que se le sigue asociando es y será Roberto Gómez Bolaños, el actor y guionista al que el cineasta Agustín P. Delgado comparó con, sí, William Shakespeare, y en un juego de palabras entre la estatura del bardo y la estatura del comediante, lo nombró “Chespirito”.
En 1968, el año que partió al siglo XX en dos, Ramón Valdés fue invitado por Gómez Bolaños a ser parte de Los supergenios de la mesa cuadrada, una serie de comedia en la que Gómez Bolaños, Valdés, De las Nieves y Rubén Aguirre empezaron a crear los sketches y personajes que hasta hoy son ubicados por el gran público. En 1972, la serie se convirtió en Chespirito, que sería uno de los programas cómicos más representativos de la TV mexicana, de Televisa y, por supuesto, sería el sello definitivo de Roberto Gómez Bolaños como realizador audiovisual y como ícono del espectáculo en México.
En 1971, todavía dentro de Los supergenios…, comenzó a transmitirse el sketch de un niño huérfano que vivía al interior de un barril en el patio de una vecindad en la que convivía con todos sus habitantes. Tal fue el éxito de esos cuadros que en 1973 se convirtieron en un programa de televisión que duró siete años y su impacto ha perdurado hasta nuestros días, a punta de giras internacionales, retransmisiones, parodias, chismes sobre el elenco, una serie animada y, más recientemente, memes y stickers.
Y, sin duda, los memes y stickers que mejor evocan ese programa son los que lo incluyen a él: el estricto papá de La Chilindrina, la víctima central de las “travesuras” —basadas en la burla, denostación y discriminación de los cuerpos ajenos— de El Chavo, el acérrimo enemigo de Doña Florinda, el eterno deudor del Señor Barriga, el causante de las bajas pasiones de La Bruja del 71, el objeto de la franca discriminación por parte de Quico. Quico. Sí, a Don Ramón se le ubica como el desfachatado y gruñón vecino del Chavo, pero lo cierto es que es todavía más celebrada la mancuerna de Valdés con Carlos Villagrán, el intérprete del engreído Quico. Tal fue la química cómica que lograban Valdés y Villagrán, que cuando ambos, por distintas razones, abandonaron el programa, se reencontraron en dos series protagonizadas por el hijo de Doña Florinda —cuya actriz, Florinda Meza, ha sido señalada como la responsable de los conflictos que sostuvieron Valdés, Villagrán y De las Nieves con Gómez Bolaños—: Federrico, en la televisión venezolana y ¡Ah, qué Kiko! en la extinta Imevisión.
En esta, ocurrió la última aparición de Don Ramón. A la figura de culto en que se ha convertido Don Ramón gracias al fervor que siguen desatando los personajes creados por Gómez Bolaños en países como Argentina, Chile y Brasil, se le añade el detalle de que su última escena consiste en su entrada a un cementerio por la noche y de pronto su espigada figura se pierde entre la bruma. Ramón Valdés murió el 9 de agosto de 1988, siendo el primero del reconocido elenco de Chespirito en partir.
Si bien la serie del niño del barril fue suficiente para hacerlo perdurablemente famoso —en nuestros días, tal vez Ramón es aún más ubicado y apreciado por los nuevos públicos que su hermano Tin Tán, quien tuvo estatus de estrella de cine y de Manuel, quien logró ser estrella de la tv en los años setenta—, también alternó, con Gómez Bolaños, en la serie El Chapulín Colorado y en filmes como El Chanfle. Fue compañero de Viruta y Capulina en varias de sus películas y además de figurar, como ya se mencionó, en numerosos filmes de su hermano Germán, al morir este, Ramón se quedó con el personaje de Tsekub Baloyan que Tin Tán interpretaba en la zaga cinematográfica Chanoc.
Don Ramón jamás fue el protagonista de ninguna serie, pero no lo necesitó. Al igual que los otros actores, aprovechó para convertir el estereotipo en arquetipo y, desde ahí, lograr que el público se identificara con ese hombre igualmente flojo y trabajador, lo mismo malgeniudo que dicharachero, tan machista como sensible. Don Ramón. Ron Damón, porque El Chavo nunca logró decirle su nombre correcto. Ron Damón, porque la cultura popular en México —y en Argentina, Chile y, sobre todo, Brasil, en donde se llama Seu Madruga y es motivo de honda idolatría demostrada hasta en murales callejeros— así lo ha querido, así lo ha sentido. Y Ron Damón nunca le ha fallado a esas generaciones.
Tras la breve alocución en la que dijo que cada que aparecía en escena, Don Ramón llenaba la pantalla con su simpatía e inundó con su alegría a todos sus compañeros, La Chilindrina, enfundada en María Antonieta de las Nieves, remató, apoyada por la voz de su emblemático personaje, pero acompañada por un nudo en la garganta: “Por eso, te doy las gracias, Papito lindo, mi amor, ¡cómo te quiero!”. No estamos seguros si, como a La Chilindrina, en Brasil, en Argentina, en Chile y en México nos gustaría tener un papá como Don Ramón, pero vaya que si algo nos gustaría, es volver a tener a un comediante como Don Ramón Valdés.