De mejores lugares comunes me han sacado
No camines sola durante la noche, si eres la rubia voluptuosa serás la primera en morir, si desobedeces a tus padres te convertirás en la niña araña o en la mujer barbuda. Ni qué decir si te gusta el sexo: el asesino te cortará en pedacitos. ¿El asesino? Sí, el de la máscara, el del garfio, el vampiro, el payaso, la mamá loca, la niña con los cabellos en la cara, el otro que te espera en tus pesadillas. ¡Se pone peor! Si eres negro, latino o árabe, mueres, si te portaste mal o dijiste mentiras, mueres, si vives mueres, si mueres te vuelves a morir. ¿Te suena familiar? Disfrútalo. No, no me juzgues, de mejores lugares comunes me han corrido.
Ésta es la época del año donde los lugares comunes encuentran todas sus virtudes, es la época donde son válidos. No me importa repetirme, ¡es la mejor época del año! Hoy se vale que tu coche se quede sin gasolina a la mitad de la carretera solitaria. Hoy puedes encontrarte una cámara de video en el bosque con el vestigio de una vieja bruja. Hoy puedes decir que te gustan los libros y las películas de espantos y nadie, nadie, te va a decir que es un género menor.
Es más, te lo advierto desde ahora. Si te persiguen te vas a caer. Si crees que la libraste te esperan veinte páginas más de ansiedad y te recuerdo que nunca terminarás de matar al villano. Si te hacían bullying de chiquito, ésta es tu adulta oportunidad de cobrar venganza. ¿Eres el deforme, el incomprendido? Bienvenido seas. Yo no te excluyo, menos ahora; de mejores lugares comunes nos han corrido a ti y a mí.
La relación tan profunda y a veces incómoda que sostienen el cine y la literatura hoy hasta se ve bien. Hoy somos criaturas, somos arquetipos, somos lugares comunes con máscaras de caucho… y pobre de ti si me sales con que prefieres el Día de Muertos al Halloween; Germán Dehesa ya nos dijo desde hace un buen rato en su escrito “¿De qué manera vas a celebrar a tus muertos?” que todas las expresiones son válidas y que mientras más lúdicas, mejor. Mi querido amigo Roberto Coria, monstruólogo por excelencia, me recordó este texto hace un par de días y lo celebro; aunque con él siempre puedo ser la licántropa que se me pegue la gana. ¿Tienes un amigo con el que puedas ser monstruo todos los días? Consíguelo con urgencia.
Y hablando de amigos diablos, me gusta pensar que formo parte de jauría admiradora del terror y el susto; aunque a veces todos esos jóvenes autores y creadores pasen más tiempo criticando a su demonio semejante. Amigos lobos: no es tiempo de encajarnos las garras. Cómo diría Efraín Huerta, disfrazado de gran cocodrilo en estas fechas, ¡uníos!
Hoy podemos escupir tripas y sangre, ¿te lo vas a perder? Hoy no hay literatura inválida ni autores consagrados. Nadie te va a ver feo si decides desempolvar tus narraciones escabrosas de Poe, Bradbury, Maupassant, Stoker y K. Dick. Nadie te va a juzgar si en la sobremesa cuentas de una en una todas las creepypastas que leíste en internet, ¿cuál fue la última que te quitó el sueño? La de la muerte de Calamardo, la de la Señal Wow, la de aquella psicofonía que recorre los pasillos de la casona española. Todas son experiencias victoriosas esta semana, que nadie te diga lo contrario.
El asunto es éste: todas esas personas que disfrutan haciéndote menos durante trescientos sesenta días al año, todos esos que nos marginan por nuestros supuestos abismos de lectura, mienten. Te dicen que ya leyeron Drácula, por ejemplo, porque es un clásico de la literatura y nada más, pero que no les parece la gran novela; te dicen que la leyeron pero que prefieren otros autores mucho más complejos, y cuando les preguntas “¿cuál fue tu capítulo favorito?”, te responden “ese en el que Monica Bellucci sale de las cobijas y le mete una tremenda manoseada a Keanu Reeves”.
No tendría por qué ser una respuesta inválida, ¿estás de acuerdo? Hay adaptaciones cinematográficas tan poderosas que nos ayudan a deleitarnos aún más con los relatos originales. ¿Entonces? ¿Tendríamos que hacer menos a estos lúcidos impostores, como ellos lo hacen con nosotros? La misión que nos toca esta semana, estos cinco días del año donde los reyes somos nosotros, los niños de la noche, es la de la generosidad. La fiesta de los muertos es de todos.
Es la celebración de los que leímos las novelas de Clive Barker, los cuentos de Tario, entonamos las canciones de Sisters of Mercy, y de todos los que no lo hicieron también. Es la fiesta de los que aún hacemos casas embrujadas, de los que ponemos enormes ofrendas, de los papás que corremos por las calles con nuestros hijos pintados de espectros, de todos los niños espectros, de los que nos divertimos, de los que nos asustamos, de los que gritamos ¡Vivan los lugares comunes, sólo por hoy!
Piénsalo así, quizá el lugar común por excelencia es que al final todos en el libro, en la película, en donde sea, todos se mueren. ¿Y si mejor lo disfrutamos?