¿Cuál es la identidad del teatro en México?
Ayer por la tarde hicimos un ejercicio de apropiación de mito en el taller de dramaturgia, uno de los participantes es argentino y la mayoría mexicanos, yo me aventé una hipótesis: un hombre secuestrado, Tepito, violencia, juego, comedia…inmediatamente el compañero argentino propuso que «lo mejor sería un padre borracho que se pierde y los hijos van a buscarlo», y le dije que eso es súper argentino. Lo que yo había propuesto era mexicano, pero lo cierto es que nuestra imaginación va a distintos espacios de creación. Los temas son forma, a veces, pero otras no y toda esta introducción fue necesaria para hablar de algo que me sucede cuando veo teatro en México: ¿Dónde está nuestra identidad en un México agringado, globalizado y separado abismalmente entre clases sociales?
Parece que nuestra identidad es así, barroca, heterogénea y ambigua; a diferencia de otras regiones, México no tiene una «identidad nacional» como nos la han querido imponer desde la historia oficial hace, al menos, un siglo. El arte hoy tiene búsquedas que se relacionan pero a veces pienso que la gente de teatro no se hace esas preguntas. ¿Por qué? Porque una de las cuestiones es que el teatro dramático por historia tiene de base un texto y esta tradición teatral viene de afuera. ¿Cuál es la tradición mexicana de teatro? ¿Ésa que viene de afuera y se mezcla con formas nacionales? No, efectivamente las escuelas no enseñan eso, decir que un carnaval es teatro no es bien aceptado por la escuela de teatro. Un amigo me ha dicho «si todo es teatro nada es teatro», y yo digo, «no, es que el teatro popular y las formas escénicas de las fiestas populares son teatro también, no es todo, no es el rezo, no es la misa, no es el ritual, pero quizás sí es la fiesta, la pastorela, el vía crucis». Pero hay una limitación que no sé de dónde viene, he tratado estos años de encontrar dónde empezó esa educación sobre el teatro dramático como eje de todo. Sin ser experta, tengo la sensación de que en otras artes —como la pintura o la arquitectura— se ha liberado, que corren felices con sus propias formas, porque se ha mezclado. ¿El teatro mexicano hoy es una mezcla o sigue anclado a la tradición europea?
Justamente algo que parece contradictorio (aunque quizás no lo sea) es que no encontramos una identidad porque no miramos hacia afuera. Se dice que los mexicanos somos malinchistas, pienso que no tiene que ver con eso, al contrario, veo todos los días, la necedad de muchos creadores de no mirar hacia afuera, o hacia dentro de sí mismos, sin hacer una crítica verdadera de su nivel, de sus posibilidades, de sus capacidades; sin compararse con otros creadores de otras latitudes; sin poder saber si en realidad son mejores actores que directores, o dramaturgos que productores. El primer paso para realmente llegar a la excelencia tiene que ver con saber cuáles son nuestras limitaciones, si no sabemos producir tendríamos que aprender para hacer lo mejor que podamos con lo que tenemos. Si soy actor pero sé que soy un actor mediano, trataré de sacar jugo de lo que más me favorezca, mi presencia, mi postura, en fin. Y lo mismo le preguntaría al teatro mexicano: ¿Qué es lo que te sale mejor (sin importar modelos de afuera), qué es lo que te sale como un talento natural?
No quisiera dar aquí la respuesta. Pero lo que me queda claro — después de muchos años de creación— es que lo mejor que un artista puede hacer es ser él mismo, o ella misma. Hacer lo que mejor le sale, no lo que más le cuesta trabajo. Y ese pensamiento se construye dentro de mí cuando veo artistas internacionales que lo que proponen es de dónde ellos vienen, lo que tienen en su contexto. Si ponemos atención a los artistas mexicanos que se destacan, encontraremos que simplemente hacen lo que les sale natural, después se enfocaron en ello y se especializaron. Pasa en las letras, en la crónica y la ciencia ficción; a los mexicanos, por ejemplo, se nos da bien eso de la fantasía y la violencia es algo que muchos escritores y escritoras traen en las venas, particularidad que funciona.
Parece que en el teatro quizás se indaga poco y las convocatorias horribles para escribir sobre la historia mexicana no ayudan. ¿Por qué voy a escribir de la revolución mexicana si ni siquiera tengo ningún referente emocional, sensible que me pueda llevar a ello? En otro tenor, la caricatura política es de las mejores del mundo, la arquitectura, pues somos un país de constructores (no por nada la escenografía mexicana se destaca en el mundo), la comida, la decoración, las fiestas con sus santos, sus carnavales, sus rituales. México es un país con una cultura distinta que puede tomarse como referente para llevarla a un nivel estético donde el artista pueda poner su sello en eso que realizan; los artistas conceptuales lo han entendido muy bien.
¿Qué teatro podríamos hacer que hablara de nosotros pero que fuera llevado a un nivel de excelencia? Esas son las preguntas que todo el tiempo me hago cuando escribo, cuando monto, cuando propongo algo que viene de mí, de la perspectiva que tengo de mi cultura; de lo que mi imaginación proyecta, de mis sueños, porque estoy confiada en que la única manera de llegar al otro es hablando desde lo que uno es, de lo que desea, que uno puede lograr o no, de sus frustraciones y dolores, y efectivamente, también de un ego bien plantado porque quien no lo tenga, será difícil que logre permanecer haciendo lo que le apasiona y no caer en el auto boicot que se desprende de las críticas sobre el propio trabajo.
Mirar hacia afuera también nos posiciona con respecto a los logros de otros, o querer llegar ahí, más lejos, ¿por qué no poner el horizonte en otro lugar? Quizás más dentro, más personal, menos colectivo, menos social (me van a matar ya lo sé), efectivamente más egoísta, ególatra, pero más consciente de sus propias limitaciones y trabajo. El deporte y el arte no se distancia mucho en la práctica, un corredor de maratón no hace un maratón para nadie sino para él, el arte también; escribimos en principio para nosotros, después si llega a otro qué bien, pero en todo esto, entre tanta maraña política y social, pienso que el escritor o el creador escénico toma eso con distancia para hablar de lo que observa con el tamiz personal. Sé que no es como normalmente se ve la práctica escénica en México, hablo desde mi experiencia de extranjera y quizás por eso ahora lo veo todo desde una distancia extraña, (una vez extranjero siempre extranjero, dicen).
En conclusión, pienso que siempre viene bien pensar en nuestra práctica mirando hacia afuera para encontrar hacia adentro, y en todo caso «si la vida te da limones, haz limonada». (Sé que no es una conclusión seria pero siempre termina saliendo el clown hasta en las letras).